CAPÍTULO 3: MIEDO Y EXCITACIÓN

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Selina Vera

¿Se puede sentir una mirada sin siquiera abrir los ojos? Porque yo lo hago. No puedo explicarlo, pero sé que alguien me mira mientras hablo con mi secuestrador. Es raro, perturbador y desconcertante al mismo tiempo. Al centrar la vista en el causante de tales sensaciones, me quedo de piedra.

Creo que Zeus ha bajado a la tierra en el cuerpo de un hombre. Bajo la camisa de vestir salta a la vista la desarrollada musculatura. La piel dorada destaca tanto que parece brillar como los dioses del Olimpo en las caricaturas y contrasta a la perfección con el cabello castaño rojizo y los ojos casi transparentes. Brad Pitt solía ser mi crush, pero se queda corto si lo comparas con el hombre parado frente a mí. 
¡Madre, mía!

¿De dónde ha salido semejante portentón?

Nuestras miradas se cruzan y un escalofrío me recorre el cuerpo, poniéndome los pelos de punta. No sé por qué, pero ambos nos observamos con sorpresa y desconcierto. Sí, es tan guapo que no parece real, sin embargo, destila un aire dominante y frío que me hiela la piel.

No me provoca el tonto enamoramiento que siento por Brad Pitt o por mi jefe Eduardo Salas, no me atrae, sino todo lo contrario: me causa temor y a la vez… me excita. El tipo dice por todos lados: «Si me pruebas conocerás el Infierno».

—¿Ha entendido las reglas, doctora Vera? —el tal Abdul me saca de mis ensoñaciones. 

Cierro los ojos y respiro en silencio para volver a centrarme.

—Si estudié Medicina fue porque no tengo problemas cognitivos…

¿Cogni qué? —me interrumpe de repente.

—Que no estoy sorda y he captado el mensaje —aclaro.

—Perdone mi rústico español, doctora. Todavía estoy trabajando en el idioma.

— No se preocupe —menciono con amabilidad. De verdad parece que me dieron a fumar alguna hierba porque no hay otra explicación. Este mafioso maniático me ha secuestrado y aquí estoy, como si estuviese en un resort de vacaciones hablando sobre el tiempo—, puede hablarme en griego si gusta, o inglés, alemán, ruso… 

Le veo fruncir el entrecejo mientras deja ver una extraña sonrisa y me detengo.

¿Por qué estoy alardeando?

—No necesita mencionarme las muchas cosas que sabe hacer, doctora —señala él—. He leído su currículum.

—Como sea —me encojo de hombros para restarle importancia al incómodo momento—. ¿Puedo obtener mi baño y mi cena?

—Por supuesto, Scar la guiará a su nueva habitación.

—¿Qué hay de mi equipo? —inquiero. No puedo dejarlos aquí.

—No me queda claro si han entendido las reglas o no.

—Yo respondo por ellos —salto en su defensa. Necesito unas horas de sueño para volver a mis cinco sentidos y pensar con claridad.

—¿Recibirías un castigo por ellos? —ahora me examina con los ojos entrecerrados.

Mantengo mi expresión segura y jovial.

—Tranquilo, señor King —paso por su lado y me tomo el atrevimiento de palmearle el hombro. ¿Qué me pasa? ¿Por qué siempre me siento tentada por el peligro?—, nos portaremos bien. Espero mi recompensa con ansias —comento antes de seguir de largo.

Somos conducidos hacia una camioneta y finalmente llegamos a una enorme mansión con aspecto de edificio en donde nos asignan habitaciones contiguas.

—¿Te has vuelto loca? —aunque murmura, puedo percibir la indignación en su tono.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora