CAPÍTULO 25: SECRETOS Y MISTERIOS DESVELADOS

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Selina Vera

Sus manos se pasean por mi piel, poniéndola a hervir a más de cuarenta grados de temperatura.

—¡Dios! —siseo excitada.

—Te he dicho que no menciones a ese imbécil en mi presencia —espeta cortante—. Ahora cierra la boca y abre las piernas.

Su orden se acompaña de una flexión en sus rodillas. Da dos golpecitos en mis tobillos para que levante los pies, dejándome expuesta y vulnerable ante sus ojos.

—¡Por favor! —gimo cuando siento un dedo suyo caminar por la extensión de mi abertura, el cual termina hundiendo en mí.

—Que te calles o te follo el culo y entonces sí, todos van a oírte gritar en este jodido avión.

Me caigo hacia adelante cuando reemplaza el dedo por su lengua y me apoyo con las palmas de la mano sobre la pequeña encimera frente al espejo.

No me atrevo a hablar y solo me observo morderme los labios mientras su lengua navega entre mis piernas y dos de sus poderosos dedos se turnan para castigar mi nudo palpitante.

Sin saber por qué, me centro en el reflejo de mis pechos y descubro que me encanta lo que veo. Los pezones tiesos, la cara sonrojada junto la boca abierta intentando controlar las ganas de gritar, me dan una expresión de éxtasis sexual brutal.

Cuando más perdida estoy entre su enloquecedor juego, se detiene para enderezar la espalda detrás de mí, pasando a morder los picos turgentes de mi busto con sus dedos, quienes no tienen piedad a la hora de dar fuertes apretones. Al mismo tiempo, me pega la erección al culo provocando que tiemble de miedo.

—¡Brandon! —jadeo sin aliento con los ojos muy abiertos.

—Tranquila, que eso lleva una preparación para la cual no tenemos tiempo —declara—, pero cuidado con hablar o te rompo aquí mismo sin importarme una hostia el chillido de dolor.

Niego obediente mientras me toma uno de los muslos, lo sube a la encimera y me insta a colocar mis manos sobre la misma para que me sostenga cuando se posiciona detrás de mí.

—Esto será rápido y duro, doctora.

Joder... que solamente él pueda hablar y escoja semejantes cosas para decir me pone a mil.

Le veo a través del espejo aguantar el tronco de su magnífico falo entre los enormes dedos antes de guiarlo hasta mi ya chorreante entrada.

Se detiene en la misma punta, sube la vista a mis ojos a través del reflejo del espejo acercándose a mi oído.

—Ciérralos —ordena como es habitual y cuando me tiene como quiere, se hunde hasta el fondo de mi ser—. Maldita seas, mujer.

Una, dos, tres y así sigue sin parar sin darme tiempo siquiera de respirar.

Siento la ola del anterior orgasmo reverberar en mi bajo vientre a la vez que las lágrimas se me salen del profundo deseo por correrme. Me vuelve una demente y es muy duro soportarlo callada.

Entra, sale, vuelve a entrar. Gira, gruñe y presiona mis pechos sin parar. Es una auténtica tortura, podría jurar que peor a la que somete a sus prisioneros en el sótano de la mansión.

Entonces, siento que me voy, que ya no aguanto más y me empieza a penetrar con más fuerza. Tanto, que se me depegan los pies del suelo en tanto choco contra la encimera.

Me duelen las rodillas, me arde la piel del sexo, pero quiero más. Necesito seguir sintiendo esa locura a la cual yo también le empujo.

Una mano se cuela entre mis piernas, la otra me toma del pelo tirando hacia atrás para poder morder mi garganta y en el preciso instante en que sus dientes se clavan en mi carótida, nos corremos juntos sin que a ninguno de los dos le importe una mierda si nos oyen gritar o no.

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