6.LATIDOS

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Brandon

Todo el camino a la clínica es una auténtica tortura. Hago de todo para despertarla, pero ella no reacciona. El auto aparca de mal manera y derrapando cuando llegamos y allí una camilla nos espera con el mejor equipo médico de la Isla.

—¡Qué nadie me toque! —ordeno embravecido cuando me bajo del vehículo con ella en brazos. No dejo que se me acerquen hasta que dejo a la doctora sobre la camilla y entonces empiezo a correr junto con todo el personal—. Hasta hace unos minutos estaba consciente. Estábamos discutiendo y de pronto sintió un dolor.

Sigo respondiendo las preguntas de los doctores mientras yo enfoco la vista en la piel pálida, casi azul de Selina.

¿Qué cojones le pasa?

—Tiene que quedarse aquí, Prince —me deja saber la morena, amiga de Selina, cuando me alejan de la camilla.

—¡Ni hablar!

—Si quiere que le demos la mejor atención a Selina es lo que va a hacer —insiste—. Pululando a nuestro alrededor solo entorpecerá nuestro trabajo.

—¡No voy a apartarme de ella, ¿me oyes?! —adopto esa expresión escalofriante que siempre espanta a mis enemigos—. Impídemelo si te atreves.

Puedo ver cómo la morena tiembla en respuesta e incluso traga saliva, sabiendo que no tiene posibilidad alguna.

Dejo ver una media sonrisa sin humor y hago puños con mis manos para darle más peso en mi amenaza, pero entonces palpo algo viscoso entre mis dedos. Y cuando alzo las manos a la altura de mi vista para ver de qué se trata, abro mis ojos como platos, sintiendo de nuevo esa extraña desazón que me oprime el pecho. Como si el agujero negro que trató de devorarme hace meses hubiera regresado para terminar el trabajo.

—Sangre —murmuro en un tono tan ronco que no reconozco como mi propia voz—. Sangre de la doctora. ¡Está sangrando!

A partir de ese momento todo se convierte en una locura. Ni siquiera cuando una docena de hombres se me vienen encima pueden detenerme. Forcejeo con ellos y me abro paso hasta la habitación en donde tienen a la doctora. Escucho gritos de médicos, pitidos de máquinas y... latidos. Escucho latidos frenéticos con un ritmo inconcebible para una persona.

—¿Qué es eso? —pregunto descolocado por completo.

—Brandon, hijo —Abdul aparece frente a mis ojos y me toma del brazo—, tenemos que salir.

—Yo no voy a ningún lado hasta saber qué coño es eso.

—Brandon...

—¡Qué alguien venga y me lo diga, joder!

Vuelvo a empujar para avanzar, pero el King se entromete en mi campo de visión.

—¡Escúchame! —su gruñido me hace darme cuenta de su estado. Abdul Schabass luce igual de desesperado que yo—. Estás preocupado y te entiendo más que nadie, pero con esta actitud solo obstaculizas el trabajo de los médicos. Salgamos aquí para que puedan atender a Selina. Las explicaciones pueden venir después de que ella se ponga bien. Ella es la prioridad, ¿no te parece?

Escucho el ruido pesado de mi respiración al mismo tiempo que el corazón me late en las sienes y miro al hombre al que le debo todo como si quisiera borrarlo del mapa.

Aprieto los dientes hasta que me duele la mandíbula mientras el cuerpo me tiembla de la fuerza con la que aprieto los puños al lado de mi cuerpo.

—No me gusta que me condicionen, Abdul y lo sabes —la voz me sale ronca y rasposa—. No pongas a prueba la cordura que no tengo.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora