CAPÍTULO 35: LIBRE

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Selina Vera

Mis párpados pesan demasiado como para moverlos, me duele todo y el simple intento de respirar es una agonizante tortura.

Los recuerdos de las últimas horas vienen a mi memoria poco a poco, a medida que mis sentidos se van aclarando.

El ataque, el duelo de neandertales, la herida en mi pecho...

«¿Estoy muerta?»

No, no lo creo. Estoy segura de que la muerte no es tan dolorosa.

¿Quién habrá ganado la pelea?

¿Qué pasó con Leah?

¿Qué hay de Brandon?

Una sensación extraña de éxtasis me inunda de pronto, al mismo tiempo que rememoro sus labios contra los míos, devorando mi incertidumbre y mis miedos...

Me besó.

¡Sí, lo hizo!

Las manos me pican por palpar las huellas de su boca, pero con solo mover los dedos mi grito no se hace esperar.

¡Joder! Esto duele como la mierda.

—Tranquila —una voz masculina llega a mis oídos en tanto intento enfocar la vista—. No puedes moverte.

—Ca... ¿Castillo? —identifico el personaje lo que parece una eternidad después. Mi voz se siente rara y tengo mucha sed.

—Esta vez sí que la haz hecho buena, Selina —el tono jovial en él se escucha extraño—. ¿Recuerdas lo sucedido?

Me gustaría no hacerlo... Incluso la parte del beso, porque más que satisfacerme, solo me ha dejado con ganas de más y, a su vez, ha abierto las puertas a los sentimientos que tenía encerrados.

—Sí.

—Tuviste una cirugía a corazón abierto —me informa, lo cual no me impresiona—. Sufriste dos paradas cardiorespiratorias y en la segunda casi te perdemos. Por suerte, contabas con mis manos prodigiosas para reparar ese corazón altanero.

—Yo... —no tengo fuerzas para seguirle el juego. Tal parece que me hubiesen drenado toda la energía—. ¿Gracias?

—Déjalo —me corta el rollo con una discreta sonrisa—. Tú me salvaste, yo te salvé... ahora estamos a mano. Aprovechemos los cinco minutos que nos quedan, antes de que el ejército detrás de ti venga a verte, para hacer el examen de rutina.

Como si lo hubiera cronometrado, la habitación se me llena exactamente cinco minutos después.

Mis amigas lloran sin parar y el resto de mis compañeros se sientan uno al lado del otro mientras Freya me sonríe desde la puerta, rodeados de guardianes. Kong encabeza el ejército y pese a la venda en el brazo, parece estar en perfectas condiciones.

El día o la noche —no tengo idea de la hora— se me hacen eternos. Creo que hasta el barrendero de las calles de Icaria me visita. Excepto mis amigas y Freya, todos se rotan para verme, incluso el imbécil de Amir, a quien espanto apenas veo su cara en la puerta.

Sin embargo, ni el King ni el Prince forman parte de esa lista. Curioso... cada vez que alguien toca, mi corazón recién cosido trabaja el doble, imaginando la posibilidad de que sea cualquiera de los dos.

—Deberías tratar de dormir un poco —recomienda Mar, en tanto Luisa se mantiene en silencio.

Pasada la euforia, ambas se comportan raras e incómodas alrededor de la otra. Lo peor es que por más que pregunto, me evaden de manera deliberada y yo... estoy demasiado agotada como para insistir.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora