CAPÍTULO 2: ¿QUIÉN ES ELLA?

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Brandon Hell

Le doy vueltas al cuchillo en mi manos mientras estudio a mi víctima. ¿Por dónde debería comenzar? ¿La espalda? ¿El abdomen? ¿Los miembros? ¿O tal vez debería rebanarle el cuello de una vez para terminar con su mísera existencia?

«No»

Eso sería muy fácil.

Paseo la punta afilada sobre su frente, recorro su nariz, luego la mejilla hasta llegar a su mentón, dejando un fino hilo de sangre a mi paso.

—¿Sabes lo que sucede con los hombres que desafían a un King de la mafia? —pregunto mientras continúo la tortura psicológica.

—Yo… no quería —el prisionero tartamudea por el temor. Aumentar la expectativa de una víctima resulta más efectivo que cualquier daño físico—. Ella… me… provocó. Lo juro.

—No te creo. ¿Sabes por qué? —me acerco a su oído mientras abro su torso desnudo con un ágil movimiento hasta llegar al inicio de su pelvis—. Porque he visto las marcas en su piel, el llanto ahogado en su rostro y el pánico en sus ojos. El mismo que veo en lo tuyos ahora. He conocido ratas carroñeras, Ezio; pero tú… —clavo el puñal en su muslo. Al tocar una arteria, se irá desangrando poco a poco—, no eres más que un roedor de alcantarilla. No vales nada, no eres nadie y le haré un favor al mundo eliminando tu existencia.

»Aunque antes me divertiré un poco. A mis hombres les gusta ver la sangre correr, ¿cierto, chicos? —ellos asienten en respuesta—. Démosle gusto. ¿Qué parte del cuerpo debería arrancarle primero? Ya sé —respondo a mí mismo, solo juego con su mente. Con mi mejor sonrisa de sádico hijo de puta hago un corte limpio sobre su falo semierecto. Puto masoquista de mierda—. Ahí va tu hombría —ignoro sus alaridos de dolor—, aunque no estoy seguro de si alguna la tuviste.

El traidor continúa gritando mientras abro su piel una y otra vez hasta dejar cada espacio de su cuerpo en carne viva. Luego, tiro de todo el tejido muerto. La imagen podría resultar perturbadora para cualquier ser humano, pero no para mí. He visto demasiadas cosas a mis veintinueve años y ninguna atrocidad supera los ojos azules sin vida que me persiguen en sueños.

—P…por… fav…or —suplica la rata.

—¿Quieres morir? —apuñalo su abdomen, estoy seguro de que he penetrado un órgano con la acción—. Lo harás… en unas horas. Todo vuestro, muchachos.

Le regalo una última sonrisa para que recuerde mi rostro incluso en el infierno y me marcho tranquilamente jugueteando con mi daga favorita.

Froto cada parte de mi piel bajo la ducha para eliminar cada rastro de sangre animal. Porque eso es lo que era ese miserable: un animal. Pertenezco a la mafia desde que tengo memoria, aprendí a matar al mismo tiempo que aprendía a caminar, he torturado, mutilado y destruido más veces de las que puedo contar… sin embargo, incluso yo tengo mis límites.

Salgo del cuarto de baño envuelto en una toalla como si nada. Después, comienzo a vestirme bajo la atenta mirada de mi hombre de confianza.

—El King espera por usted, señor —informa él—. Ya ha abordado el jet.

—Entonces, no le hagamos esperar.

Escondo dos pistolas en la zona de mi espalda bajo el cinturón de mi pantalón, meto otra en la funda que llevo colgada en la cadera visible para todo aquel con deseos de mirar; me coloco el saco y guardo la daga en el bolsillo interno del mismo.

En la pista aérea, una pelirroja candente me recibe con una sonrisa seductora.

«Quieres jugar con fuego, guapa»

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora