CAPÍTULO 21: TODO O NADA

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Brandon Hell

—Venga —la insto a salir de su letargo—, ¿por qué dudas tanto? ¿No quieres ser mi alumna? ¿No quieres que te enseñe lo que sé?

—Quiero aprender a defenderme, no a convertirme en una asesina psicópata en serie.

Sonrío al ver que la sorpresa ha quedado atrás y ha regresado a su altivez natural.

—Lo siento, doctora —tomo el arma de sus manos para luego acariciarle el cuello con ella—, pero este es un paquete completo de todo o nada. Conmigo eres blanco o negro... pero nunca gris. Dispara y accedo a tu petición, o de lo contrario no vuelvas a sacar el tema.

—No voy a dispararle —declara con determinación—, ni si quiera con el pensamiento.

—¿Por qué? —cuestiono—. Él estaba dispuesto a hacerlo, te apuntó a la frente, ¿recuerdas? La regla básica de la defensa personal es matar o terminar muerto y si no puedes entender eso, no tiene sentido alguno aprender.

—¿Por qué tienes que ser tan extremista en todo? —espeta mosqueada.

—Porque es hora de que despiertes de tu sueño de niña fresa —repongo—. Esta es la realidad, tu realidad. Y o te metes de lleno en este mundo o te mantienes ignorante como la mayoría de la población en Icaria.

—¿Sabes algo? —se pega a mi cuerpo envalentonada con la cabeza bien alta—, creo que estás perdiendo tus facultades, Prince. Siempre estás tratando de asustarme, pero te tengo una noticia, chato.

Los ojos celestes que tanto maldigo ahora lucen como las llamas azules del mismísimo infierno. La imagen que me ofrece me perturba, porque solo he visto esa mirada en una persona. Una persona que vive bajo mi techo.

Las ideas comienzan a surgir en mi cabeza al mismo tiempo que mi pecho comienza a vibrar con fuerza. No creo que se hubiera atrevido a tanto... o sí. Después de todo, él no conoce los límites...

«Tendré que enseñárselos».

Si todo esto resulta ser más que una coincidencia, Abdul Schabass se las verá conmigo por haberla traído.

«No es Arya», me sigo repitiendo para mantener a raya los demonios.

»No te tengo miedo.

—Pues deberías —refuto de forma automática—. Si existe alguna pizca de cordura en esa cabeza dura, deberías temerme, Selina.

—Inténtalo mejor, Brandon —tiene el descaro de retarme y encima, usar mi nombre de pila—. Tal vez la próxima vez me lo crea.

Cuando yo lo digo, Selina Vera está loca como una cabra y no tiene amor por la vida.

»Si no quieres hacerme el favor, está bien —añade alejándose. Observa de reojo al prisionero y traga saliva para volver a encararme—. Ya encontraré a alguien más... dispuesto.

Se marcha sin pronunciar otra palabra y yo me ahogo entre maldiciones en medio de la sala de interrogatorios.

La víctima despierta casi al instante, comienza a moverse ansioso por liberarse y sin pensarlo dos veces, le meto un tiro entre ceja y ceja.

Que nadie me hable hoy porque me lo cargo.

—¡Maldita! —grito al aire bajo la ducha. Porque sí, he tenido que darme el segundo baño de agua fría en la mañana para bajarme la calentura.

Selina Vera despierta la ira y la parte irracional de la bestia en mí, pero al mismo tiempo la mantiene a raya y también despierta el deseo, el hambre, el pecado... Quiero matarla con mis propias manos y a la vez, follármela hasta romperla en dos.

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