Una locura más no es nada

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8...

Narras tú

–Auch...– Katie sonrió mientras masajeaba mis piernas –Esta vez te pasaste– dije mirándola –Me rompiste– se rió.

–No te quejaste mientras lo hacía– sonreí.

–Nunca me quejaré de lo rico que me das– terminó de masajearme y limpió sus manos con una toalla para retirar la crema. Ya habían pasado tres semanas y me seguía doliendo.

–Me gusta mucho que sigamos disfrutando tanto del sexo– le sonreí –Y me encanta que seas tan sumisa– reí.

–Tú también eres muy sumisa– asintió y se recostó a mi lado.

–Cuando quieres dominarme...cosa que no es muy seguido, porque prefieres que yo te domine– sonreí.

–Puede que tengas razón– reímos y tomé su mano –Mientras cocinabas llamé a un orfanato de Dublin...me pidieron algunos papeles y se los mandé por correo, además quieren entrevistar a Lyra para comprobar que somos buenas madres y que sabemos cómo recibir a un niño adoptado– entrelazó nuestros dedos.

–Van a ofrecernos tener a cinco niños, somos madres increíbles– reí asintiendo.

–Quieren que sea mañana...para que podamos visitar el lugar y aunque suene mal...para que escojamos– suspiré –Hice una donación al lugar, ya los soborné– reímos.

–¿Entonces mañana viajamos a Dublin?– asentí.




———




–¡Aaaah!– Harry, Conan y Lyra salieron corriendo cuando apareció una abeja y reí.

–Los cuidaré bien, lo prometo– sonreí mirando a mi amiga. Ya habíamos dejado a los bebés con Chyler y Melissa cuidaría a los gemelos. Nos despedimos y luego de que la abeja desapareció besamos y abrazamos a los pequeños, quienes se pusieron tristes al saber que volveríamos en la noche y no en pocos minutos.

Lyra condujo hasta Dublin y luego yo hasta el orfanato. Cuando llegamos nos recibieron con amabilidad y Lyra fue con la que dirigía el lugar para hablar con ellas. A nosotras nos dieron la libertad de recorrer el lugar y suspiramos viendo el patio lleno de niños de distintas edades.

–No sé si puedo hacer esto– Katie tomó mi mano.

–¿Qué tal si nos sentamos allí y esperamos a que alguien se nos acerque?– asentí y caminamos hacia la banca.

Suspiré al ver niños tan pequeños, pero al parecer el ambiente parecía agradable. Habían varios juegos y juguetes, así que los niños estaban ocupados con ellos. Tomé un muñeco que estaba en la banca y miré a Katie.

–Debe ser muy difícil compartir todo con tantas personas...imagino que deben haber niños que no dejan que los otros jueguen y cosas así– asintió.

Un niño de unos cinco años se acercó y nos miró curioso, extendió su mano apuntando hacia el juguete y se lo ofrecí.

Lo tomó sin decir nada y lo miró con felicidad. Se sentó en el piso y comenzó a jugar, pero otro niño se acercó y él soltó el juguete de inmediato, algo asustado, para que se lo llevara. Fruncí mi ceño y el pequeño sollozó mirando sus manos vacías.

Lugar de paz -KATIE MCGRATH Y TÚ-Where stories live. Discover now