Capítulo 12 ~ Los trágicos amantes de los 40.

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Maggie

Había pasado las casi 24 horas más hermosas de toda mi vida, seguía muy triste por la muerte de Nick y probablemente lloraría su perdida mucho tiempo. Pero cuando había llorado en las noches, ahí estaba él, tomándome en sus brazos y acariciando mi cabeza hasta dormirme.

Sabía que era solo sexo, que había sido un impulso de nuestros cuerpos. Ese hombre tenía muchas heridas que sanar, aunque no me lo dijera se notaba que estaba bastante roto por dentro. Había estado congelado por 70 años y no lo había visto llorar ni una vez, probablemente ese fuera su mecanismo de defensa, estoy segura de que en los 40, los hombres le decían a otros que "ellos no lloraban". Ese pensamiento siempre me pareció una mierda, un hombre puede llorar y desahogarse, solo los valientes se rompen frente al mundo.

Habíamos llegado a un lugar que no pensé que me traería, o debía haber alguna razón muy especial, o era un maldito narcisista. Que te lleven a un museo en tu honor no me parece nada gratificante, ni mucho menos romántico.

¿Qué mierda digo?, no debía ilusionarme con nada romántico, no lo quería, le había dejado en claro que odiaba las actitudes melosas de tipos de la prehistoria que disfrazaban sus infidelidades y golpes con abrazos y falsos "te amo". Aunque estaba segura de que Steve nunca fue ese tipo de hombres, lo notaba por la forma en que le costaba acostumbrarse de como teníamos sexo en 2021, seguía con sus actitudes de príncipe y la verdad ya veía que después de follar me pedía matrimonio para no dañar mi honor. Todo muy bizarro.

Antes de bajarme de su motocicleta, pasó sus manos por mi cuello y me puso una gorra de beisbol con el logo de Shield.

— Oh, claro que no – repliqué. – odio las gorras, con todo mi corazón.

— Pero si te quedan increíble. – dijo mientras dejaba un beso tierno en mi cuello.

— Nunca dije que me quedarán mal, es solo que me agobian. – murmuré antes de mirarlo a los ojos. – trato de alejarme de las cosas que me agobian.

— Es solo por precaución. – dijo mientras me ayudaba a salir de la moto. – no quiero que nos reconozcan.

— Está bien. Pero solo porque tú también llevas una. – murmure mientras pasaba mis brazos por su cuello.

— Maggie. – escuché en mi oído. – estamos en público.

— Tranquilo, con ese casco de mal gusto nadie puede reconocerte. Vestido así solo pareces un chico joven y guapo de Brooklyn.

— ¿Estuviste estudiando mi vida? – dijo mientras besaba mis labios.

— Soy muy eficiente. – dije – además... debo conocer a quien me estoy follando.

— Una chica inteligente – musitó en mis labios. - ¿Encontraste algo malo? – me preguntó.

— No nada, porque por suerte todavía no pongo en tu expediente que te estás follando a la nieta de la agente Carter... y el señor Stark. – vacilé.

— Dios, eso arruinaría mi historial. – vaciló conmigo. – lo miré extrañada, no pensé que se lo tomara tan bien. – si lo haces, trata de no dar detalles.

— Voy a pensarlo. – dije mientras lo besaba de nuevo.

Entramos al museo, un lugar lleno de recuerdos, experiencias y vivencias de la segunda guerra mundial, especialmente de Steve y su grupo. En cada pared se describía con detalles toda la vida del capitán américa, no pude aguantar mi risa al ver la imagen de él antes de convertirse en un supersoldado.

— ¿De qué te ríes? – me preguntó, sabía perfectamente de que me reía.

— Eras bastante pequeño. Aunque si eras guapo. – lo miré de reojo mientras aguantaba la risa.

Heridas de guerra | Bucky Barnes Where stories live. Discover now