Capítulo 47 ~ En las filas del enemigo.

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Maggie

Me congelo ante las palabras que escucho salir de la boca de Nat. No puede ser posible que lo que me diga sea cierto. Me fijé de que no hubiera ningún lazo entre Lady Madripoor y Margaret Carter, así que sería una ridiculez que Agnes ofreciera algo así.

— Linda... ¿Sigues ahí? – me habla con esa voz penosa con la que me solía hablar cuando me conoció.

— Si, voy en camino. – corto antes de que pueda decir algo y aprieto los ojos ante la rabia que siento. Nuevamente se me acaba de joder un momento mágico por culpa de mentiras baratas.

— ¿Qué está pasando? – escucho a James detrás de mí, mientras se soba los ojos. Está recién despierto. – ¿Ya nos vamos?.

— Agnes mandó su oferta para liberar a los infiltrados.

— ¿Y? – siento como se me acerca y comienza a acariciarme los brazos. Sabe que estoy nerviosa y estresada. – vamos muñeca, cuéntame...

— Ofreció darle un indulto a Margaret Carter. – susurro y veo como se sorprende de la misma manera que yo cuando lo escuché. – y eso no tiene ningún sentido.

— ¿Crees que lo sabe?, ya sabes...

— No lo sé James... Pero si lo sabe. – me freno y trago grueso al pensar en las consecuencias, nadie puede saber que estoy detrás de lady Madripoor. – si lo sabe, estoy acabada.

— Hey, todo estará bien. – siento como me abraza por el cuello y pega sus labios en mi frente. – no tienes que luchar en esto sola.

— Tengo que ir a ver que es lo que está pasando...

— Está bien, voy a despertar a Emma. – dice y niego con la cabeza.

— Son las 7 de la mañana, es muy temprano para despertarla. – digo y me mira confundido. – ¿Podrías conducir tú?. Así la arropo y la acomodo bien en su sillita del auto.

Asiente y lo veo partir al baño de la habitación de Emma, no sin antes dejar otro beso en mi frente.

Parto al baño de mi habitación y me doy una ducha reparadora. Cuando salgo, voy con la mente en ponerme lo primero que pille, pero suelto una carcajada cuando veo un vestido tipo camisa color celeste en la encimera del baño, junto con una sudadera holgada que sé que no estaba en mi closet y unas zapatillas cómodas.

— No es un vestido de flores, pero sigue siendo un vestido. – escucho a mis espaldas y niego con la cabeza. – Ah y dejé una de mis sudaderas, para que recuerdes las veces que robabas mi ropa en Wakanda.

— ¿Y las zapatillas? – digo, siguiéndole el juego.

— Combinan mejor... además, no pensarás que dejaré que tomes a mi hija con esos tacones altísimos que ocupas. – suelta y niego con la cabeza.

— Podría ganar una pelea encima de esos tacones.

— No lo dudaría ni un segundo Devushka.

— Aceptaré las zapatillas. – digo, haciendo caso omiso al apodo. – ahora, puedes irte.

— ¿Irme? – pregunta, con cara de inocente.

— Si, tengo que cambiarme y ponerme el vestido que no es de flores. – recalco y abre los brazos como si lo que estuviese diciendo fuese una estupidez.

— No hay nada que no haya visto.

— Tienes razón... te advierto que no me haré cargo de las consecuencias. – digo y suelto la toalla que tapaba mi cuerpo. Trato de no soltar una carcajada cuando lo veo soltar un sonido indescriptible.

Heridas de guerra | Bucky Barnes Where stories live. Discover now