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Después de pedir algunos favores y cobrar otros cuantos, Arlette consiguió que le dieran el puesto en Londres. El que antes era de su madre. Gracias a esto, la chica regresó a casa de Sirius, donde la tomó por sorpresa descubrir que permanecían las cosas que había dejado cuando se fue.

La casa seguía igual, aunque con un poco más de cosas y con ese toque más hogareño. Sirius sí terminó su entrenamiento como auror, pero no le fue posible trabajar en el ministerio por la delicada situación que los rodeaba. Entonces Black estaba en casa todo el tiempo cuidando de Atenea cuando Arlette se iba a trabajar.

Hanako seguía siendo de ayuda, pues cuando Sirius no tenía ni idea de qué hacer, la asiática le decía cómo debía actuar o que era lo mejor que podía hacer.

Ese día, Arlette había salido antes del trabajo y se dirigía muy emocionada a casa. Desde que regresó con Sirius, el hombre fue el encargado de adaptar la habitación de Atenea. La cual, sin duda era bellísima, pues Black tenía un extraordinario gusto, pero no paraba de comprarle todo lo que encontraba.

Cuando Arlette entró a la casa, lo hizo en completo silencio pues escuchó la melodía de un piano. Ella recordaba que en casa de los Black había uno, pero pensó que era Regulus quien lo tocaba pues no lograba imaginar a Sirius siendo tan delicado con las manos.

Caminó en silencio hasta la sala, Atenea dormía en el sofá y estaba cubierta con una manta. Cerca estaba Sirius muy concentrado tocando. Arlette de quedó recargada en el marco de la entrada con una sonrisa.

Cuando Sirius finalizó, el hombre se quedó mirando las teclas.

—No sabía que tocabas tan bien.

El hombre se sobresaltó pero enseguida volteó a ver a la chica. Sonrió apenado y se encogió de hombros.

—Mi madre me obligó a tomar lecciones de piano. Hice que al menos tres renunciaran, pero al final me gustó y accedí a aprender —explicó y se recorrió un poco en el banco— ven, siéntate conmigo.

Ella hizo lo indicado, dejando sus cosas en el suelo y caminando hasta tomar asiento junto a Sirius.

—Atenea vio el piano y comenzó a presionar las teclas. Le pregunté si quería que le enseñara y ella dijo que sí. Hace media hora se quedó dormida.

Arlette recargó su cabeza en el hombro de Sirius y le dio un rápido beso.

—No sabes lo mucho que me encanta que se lleven tan bien.

—Yo soy feliz desde el momento en que me llamó papá.

Se sonrieron mientras se miraban a los ojos.

—¿Puedes tocar para mi? Por favor.

—Por supuesto —besó su nariz antes de acomodarse.

Lo pensó por un momento y finalmente comenzó a tocar una suave y agradable melodía. Aún después de algunos años, Sirius la seguía sorprendiendo.

Cuando finalizó, miró a Arlette nervioso. Era extraño, pues el hombre nunca tenía esa mirada.

—¿Qué sucede?

Él se aclaró la garganta y tomó las manos de su contraria para darle un beso.

—Arlette, estoy realmente feliz de que hayas vuelto conmigo. En serio no tienes ni la más mínima idea de lo contento que estoy —suspiró— además, con Atenea en mi vida siento que pese a todo lo malo que esta pasando, ella hace que mis días se iluminen y estoy consiente de que mis palabras son demasiado cursis en este momento —se quedó en silencio un momento— Lo que quiero decir... nunca pensé que realmente alguien me podría amar de verdad. Soy un pobre idiota que ha cometido mil y un errores, un sujeto al que sus padres repudian e incluso desheredaron. Pero aquí estás. Conmigo. Y aunque a veces siento que es un sueño perfecto, cada mañana me doy cuenta de que esto es real, que tu realmente estás aquí y tenemos una hija.

—Sirius...—

—Aún no termino —lamió sus labios— siempre me consideré un espíritu libre y cuando termine el colegio no tenía ni la más mínima idea de qué sería de mi vida, pero sabía que debía esforzarme porque tu estabas esperando por mi. Siempre he querido darte lo mejor, siempre has sido mi prioridad y siempre lo serás porque yo escogí amarte y te amaré hasta que muera. Nuca me sentí atado a ti, si eso es lo que está pasando por tu cabeza ahora —ambos rieron— me has dicho lo de tu enfermedad y aunque aún no lo logro aceptar, sabes que estaré hasta el último segundo a tu lado. Me duele, me duele porque te perdí una vez y no quiero que vuelva a pasar. Arlette, sólo hay una cosa que te quiero pedir.

Arlette sorbió su nariz y dejó que las lágrimas fluyeran.

—Lo que sea.

—Sé mi esposa, Arlette. Cásate conmigo, por favor.

Se lanzó a abrazar a Sirius con fuerza. El hombre aceptó gustoso y también la abrazó.

—Por supuesto que sí —dijo sin separarse.

Black sonrió y un par de lágrimas escaparon de sus ojos.

No fue algo realmente grande ni hubo invitados. Lily, James y Harry fueron los únicos presentes cuando Arlette y Sirius decidieron unir sus vidas formalmente.

Atenea llevaba un hermoso vestido y estuvo la mayor parte del tiempo en brazos de Sirius pues no dejaba que nadie que no fuera su padre la cargara. Fue algo completamente privado pero no dejó de ser especial y maravilloso.

Al menos Arlette había podido volver a ver a Lily pero esta vez, sabían que era la última. Se abrazaron con fuerza antes de despedirse y le dio un beso en la frente al pequeño Harry.

Sirius y James de dieron un gran abrazo y James lo felicitó. Estaba muy feliz por su mejor amigo.

Después de eso, cada familia regresó a sus respectivos hogares. Arlette siendo ahora la señora Black.

Together ⇝ Sirius Black ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora