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Dos años habían transcurrido desde que se marchó de Londres. Su vida en Japón era bastante agitada, siempre estaba hasta el cuello de trabajo y apenas tenía un par de minutos para ella misma.

Lo cual le agradaba hasta cierto punto, pues la mantenía alejada de sus pensamientos, los cuales involucraban específicamente a Sirius Black.

En la última carta que recibió de Lily, ésta le mencionaba que Harry estaba por cumplir su primer año y Sirius era el más emocionado de todos. Ya había comprado algunos regalos y le emocionaba dárselos. Sobretodo, su primera escoba.

Por su parte, no había recibido ni una sola carta de Black. No lo culpaba, después de todo lo abandonó cuando le pidió matrimonio. Eso aún la hacía sentir terriblemente culpable pero tampoco se animaba a mandarle una carta para tratar de resolver las cosas, aunque lo cierto, era que no tenía ni la más mínima idea de qué decirle. Aquella sortija de los Black nunca abandonó su dedo anular en todo ese tiempo.

Para su buena suerte le habían conseguido un puesto en el ministerio francés de magia y estaba dispuesta a regresar. Al menos, París estaba más cerca de Londres que Japón. Pero eso significaba volver a ver a Sirius y no tenía ni la más mínima idea de qué decirle si lo tuviera de frente. ¿Arreglarían las cosas? ¿Volverían a estar juntos? ¿Él la perdonaría?

Mientras caminaba, dejaba el eco que producían sus tacones. Al llegar a su oficina, tomó asiento detrás de su escritorio pero antes de que pudiera siquiera dar un respiro alguien había entrado.

Se relajó al ver a Hanako, la niñera que había contratado hacía un año y medio; se dejó caer en la silla aunque no permaneció más tiempo sentada y rápidamente se dirigió a la recién llegada con una gran sonrisa.

—¿Cómo se portó? —preguntó Arlette mientras tomaba a la pequeña bebé que reposaba en los brazos de la chica.

—Se portó excelente como siempre, Atenea es una niña muy tranquila.

Arlette miró a la niña que permanecía dormida y sin poder evitarlo soltó un par de lágrimas.

—Gracias, Hanako. Ya te puedes ir.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, sólo estoy un poco sensible.

—Bueno, entonces me retiro. Las veo mañana —antes de irse, acarició la frente de la menor. 

Sin más palabras, Hanako salió de la oficina. Arlette abrazó a la niña de dos años y caminó por la habitación mientras la arrullaba. Había crecido bastante, incluso estaba en la edad en que corría por todos lados y hacía tantas travesuras que Arlette sólo podía arrancarse el cabello.

Cuando Arlette abandonó Londres, no sabía que estaba embarazada, sin embargo, prefirió no contarle absolutamente nada a nadie, ni siquiera a Lily. Pero no sabía si era su mejor decisión, Sirius tenía el derecho de saber que tenía una hija y que la niña llevaba su apellido. Porque sí, la niña era una Black y sólo esperaba que Sirius no se molestara por ello. 

Eso le atormentaba mucho, era una de las razones por las que había aceptado regresar y sólo debía esperar un par de semanas más.

Sólo dos semanas y volvería a ver a Sirius. Le aterraba, pero era momento de enfrentarlo y presentarle a su hija. No era para obligarlo a nada, más bien, él debía saberlo. 

Atenea abrió los ojos lentamente y dejó salir una risa al ver a su madre. Tenía los mismos ojos que Sirius. 

—Hola mi amor —le habló Arlette.

—Mami— la niña talló sus ojos con una mano— ¿casa?

—Sí, cariño. Ya vamos a casa, sólo guardo unos documentos.

La menor se acomodó entre los brazos de su madre y volvió a cerrar los ojos. Arlette le acarició suavemente la frente y no pudo evitar que una gran sonrisa iluminara su rostro. Esa niña era su más grande adoración en todo el universo.

Together ⇝ Sirius Black ✔Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα