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Arlette estaba muy concentrada en su lectura mientras comía una manzana. Estaba sentada en una banquita de piedra que se encontraba en el exterior. El clima era muy bueno y la chica lo disfrutaba mientras leía.

Su tranquilidad se vio interrumpida cuando Sirius tomó asiento junto a ella y la comenzó a mirar fijamente.

—¿Se te ofrece algo, Black?— dijo sin mirarlo.

Aquí iba el quinto intento. Sirius se sintió bastante especial de que lo reconociera sin que lo mirara. No pudo evitar sonreír hasta que sus ojos se hicieron muy pequeños.

—He pensado que aún no me has dicho tu nombre— tomó la manzana que estaba junto a ella y le dio una mordida.

—Sin embargo ya lo sabes— lo miró un momento con el ceño fruncido y comenzó a seguir todos sus movimientos.

Le incomodó la cercanía del hombre, por lo que se alejó un poco. Sirius dejó salir una risa.

Definitivamente se decepcionó por perder su manzana. Ella deseaba comerla y no iba a comer algo que Sirius hubiera mordido.

—Arlette Francine Hale es un nombre bonito— sonrió sin mostrar los dientes— creo que es muy elegante— le dio otra mordida a la manzana— Tu madre es francesa, ¿no?

Disfrutó la mirada de sorpresa de la chica.

Ciertamente lo único que le sorprendió fue que el hombre supiera su segundo nombre. Había muy pocas personas que lo sabían, incluyendo a Regulus que siempre se la pasaba llamándola por ese nombre. Aunque, ¿exactamente cómo sabía que su madre era francesa?

—Que bien, lo sabes. Ahora quisiera terminar de leer— trató de restarle importancia, pero le daba vergüenza que precisamente Sirius lo supiera.

Regresó su vista a las letras impresas, imaginando que Black había desaparecido. 

Sirius aclaró su garganta llamando la atención de la chica. Estaba a punto de reclamarle y pedirle que se marchara y no la volviera a molestar jamás, pero sus palabaras quedaron atoradas en su garganta cuando vio la mano de Sirius sosteniendo un libro. 

Pero no era cualquier libro.

La castaña abrió ligeramente la boca y miró con sorpresa a su contrario.

—Es...— Sirius asintió complacido de que su plan estuviera funcionando.

Gracias a sus encantos, logró descubrir muchas cosas acerca de Arlette y algo que descucbrió fue que ella deseaba con todo su ser cierto libro. Para la buena suerte del azabache, había visto que su madre lo tenía en su librero y simplemente lo tomó durante las vacaciones de invierno sin que la mujer se diera cuenta.

Logró matar dos pájaros de un tiro, haciendo enfadar a su madre cuando se diera cuenta y tratar de conquistar a la chica que le gustaba.

—Y será todo tuyo a cambio de algo— sonrió mostrando los dientes.

Era imposible negar que Sirius tenía una muy linda sonrisa.

—No pienso tener una cita contigo— dijo rápidamente.

—No quiero eso— dijo con gran tranquilidad.

Arlette lo miró sin comprender. Era obvio que Sirius disfrutaba del momento y de la gran ventaja que poseía, aún así, sabía que no podía confiar en él.

—¿Entonces?— su vista viajó desde el libro a sus ojos repetidamente.

—Si me das un beso en la mejilla te lo daré.

La chica realmente deseaba tener en su poder aquel libro. Pero, ¿un beso lo valía? Sólo sería un beso sin importancia y obtendría algo que realmente deseaba.

Lo pensó un momento.

—Trato— dijo luego de pensarlo cuidadosamente. ¿Qué podría salir mal?

Claro que todo podía salir mal, era Sirius Black, pero ella no podría saberlo.

Todo iba de acuerdo al plan de Sirius.

Black se acercó y expuso su mejilla. Arlette suspiró y se acercó con mucho cuidado. Había leído los suficientes libros como para saber lo que podría ocurrir y tuvo mucho cuidado de que Sirius no volteara la cabeza en el último instante.

Dejó un beso en la mejilla de su contrario, que duró alrededor de tres segundos.

Canuto sonrió complacido y le entregó el libro.

—Un gusto hacer negocios— la miró fijamente.

Arlette había comenzado a analizar su nueva posesión con una ligera sonrisa.

Era raro, pero Sirius realmente disfrutaba verla tan sonriente y con un brillo en los ojos. Se acercó un poco más y Arlette regresó a verlo. Fue muy rápido, Sirius le había robado un fugaz beso en los labios. La castaña no logró siquiera reaccionar hasta que Sirius salió corriendo.

Sus mejillas habían comenzado a adoptar un tono rosado, se alegraba de que nadie pudiera verla de esa manera aunque sin duda alguna estaba más que molesta.

Llevó su mano a sus labios, no sabía cómo sentirse al respecto. Aunque claro que golpearía a Sirius por tal atrevimiento, no se saldría con la suya tan fácilmente.

Together ⇝ Sirius Black ✔Where stories live. Discover now