Epílogo

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Dicen que no hay mejor lugar que el hogar...

Lo había escuchado ya millón de veces porque esa mujer no para de decírselo en la cara o gritarlo a los cuatro vientos dando interés a ojos curiosos que trataban de comprender. Y para ser honesta, le gusta más cada vez que la escucha cantar esa estúpida frase porque también siente que estar aquí con ella fue una buena decisión.

Hogar, déjame volver a mi hogar, entona mirándola a los ojos y comprende lo que ve en esas perlas oscuras porque de alguna forma, Rebecca también siente igual. Desde hace ya unos tres años.

Tal vez aprendió en el camino a hacerlo y aceptarlo. Es una mujer nueva la que tiene ahora, una nueva amante que le llena de rubor cuando le murmura cosas en el oído o cuando, como ahora, le grita confesiones de amor. Tal vez, solo tal vez, el cambio no ha sido grande.

Entonces sonríe y voltea a mirar el paisaje porque no soportaría ver su cara de orgullo si se llegase a dar cuenta de lo sonrojada que la ha puesto esa combinación de palabras.

Pero, joder, la conoce tanto, es evidente; su sonrisa crece aún más y toca su hombro con el suyo, molestándola, insistiendo que lo admita. Que también es su hogar. Pero no se daría el placer de ser una cursi. Por más que la ama, nunca fue cursi, nunca lo será, no empezará ahora.

Le dice que se detenga, que ya no es gracioso y que lo único que hace es el payaso, pero es de esta loca de quien estamos hablando. Le besa el hombro desnudo como respuesta, evidentemente sin prestarle absoluta atención. La brisa y los labios humedecidos contra su piel le estremece. La siente cantar contra su piel y la hace vibrar como si fuera una onda musical que aparece al contacto. Y no la detiene porque esto sí puede soportar.

"Tres balas por ti, mujer, y así me lo agradeces."

Rebecca enseguida la mira con los ojos abiertos, sorprendida de que haya tocado el tema cuando fue un tabú hace unos meses.

"¿Pero qué dices? No, no topes el tema."

Bela vuelve a sonreír y esta vez le muerde la piel, pero Rebecca le ha afectado aquellos recuerdos amargos. Ahora resulta ser tema de burla, pero le ha dejado marcada el alma porque la idea de perderla la vivió e incluso, se resignó. Bela ya no estaría en su vida. Y de la nada aquella máquina comenzó a mostrar señales de vida, escuchó cómo su corazón débil aún latía cuando había jurado que se había detenido en algún segundo entre sus brazos.

Aún puede sentir el beso que supo a sangre y pérdida.

La peor parte fue cuando la alejaron de aquel supuesto cuerpo inerte. No ha tenido el valor de confesarle aquello. De todas formas, fue Bela quien sufrió la peor parte y no sería justo.

"Lo siento."

Rebecca niega. Suspira y se toma un momento para asimilar la realidad sin tener en cuenta ya de las incontables veces que lo ha hecho. Se supone que las segundas oportunidades no existen.

Y helas aquí.

Vuelve a buscar sus ojos que fácilmente encuentra porque ellos también la andaban buscando, impacientes. ¿Cómo es que le pide perdón todavía? Nadie fue culpable de nada, de hecho, no fueron más que personajes de una historia mal contada. De una broma pesada del destino.

"Lo siento tanto." Vuelve a repetir.

Aquel lamento se escucha lejano; Rebecca se confunde perdiendo así la noción del tiempo. Y es irónico porque hay formas mejores de perderse, lo sabe y lo ha hecho justo con la misma mujer que está en frente.

Ahora solo le duele.

"Estoy algo cansada." Admite enseguida tratando de engañar al malestar en su cuerpo, separando la mirada; escondiendo un tesoro muy lejos de su alcance y le es difícil recorrer el camino cuando este está en tinieblas y ni la misma Bela recuerda los pasos. Haberse perdido fue lo mejor que ha pasado. "Lo siento, Rebecca."

Alguien Tenía Que Aprender.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant