Treinta Y Uno

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Aquel recuerdo terminó cuando decidí que era tiempo de volver al presente. No serviría de nada revivirlo luego de tantos años. Después de todo, ahora que la tengo aquí parada en la puerta y con el ceño fruncido más de lo normal, sé que tengo que dejar ir todo por completo.

Entró, había dicho algunas cosas que no escuché. Recuerdo bien este procedimiento al ser docente nuevo. Siempre los directivos mandaban a un superior para revisar su clase. No tengo información del rango que ocupa Rebecca en el colegio actualmente, mas aquello no iba a detener mi manera de ser con mis estudiantes. Aun así, cuando Rebecca tomó asiento casi al final de la segunda fila, después de que nos saludamos formalmente con un áspero gesto, ellos me lanzaron una mirada interrogativa; tal vez gritaron en silencio que me ponen a prueba o que evitara hacer algo estúpido en frente de la docente de química.

—Como les iba diciendo, mi nombre es Verónica.

Anoté mi nombre en el pizarrón y al dar la vuelta, me encontré con algunos ojos observando mi trasero.

Qué ingenioso.

Sentí vergüenza aunque ya me era costumbre por los polifacéticos personajes que había protagonizado en la policía (siempre se trataba de viejos verdes, jamás de adolescentes) y es diferente ahora. Siento como si estuviera pagando todo lo que le hacía sentir a Rebecca cuando era mi profesora. Vi unas sonrisas en los rostros de algunos chicos y también noté que las chicas no estaban muy contentas. La mujer de al fondo ni siquiera me miraba, ella mantenía su atención en las hojas que llevaba consigo.

—Miren, chicos. —Les pedí atención, lo que provocó que la pelinegra también me mirara—. La filosofía es muy interesante y diversa. Inspira a muchas mentes y hace madurar a cualquier edad.

—¡¿Cómo?! —preguntó una rubia cerca de Rebecca como si fuera una absurda asíntota.

—Todas las personas tienen la capacidad de razonar. La filosofía es razonar, argumentar.

—Profe, ¿y a usted le gustaba la filosofía cuando era una alumna?

Sonreí. Me encantaban todas las materias que hacían reflexionar.

—Sí, me gustaba debatir sobre la política, sobre la cultura, sobre el lenguaje, la matemática...

—Miss, pero se supone que es filosofía, ¿por qué mete todas esas materias?

Fue una muy buena pregunta.

—¿Cómo te llamas?

—Esteban.

—Muy bien, Esteban. —Comencé a caminar por las filas tocando el hombro de algunos estudiantes que escuchaban atentos a lo que decía—. La filosofía es todo lo que se puede argumentar, reflexionar, preguntar; por ende, viene a ser la madre de todas las ciencias. La filosofía es nada más y nada menos que la ciencia de todas las cosas. ¿Alguien puede decirme cómo nació la filosofía?

Una chica levantó la mano, me dijo su nombre mientras yo regresaba al escritorio para apoyarme.

—Nace en Grecia, bueno, prácticamente nace desde que las personas conocieron el arte de la mayéutica, por el asombro que les causaba los fenómenos naturales y esas cosas.

—Exacto. El asombro. Si no hay asombro en nuestras vidas, nunca nos vamos a arriesgar en descubrir cosas nuevas.

No quise decir esto a propósito, pero sin querer (juro que fue sin querer), mi mirada cayó sobre Rebecca quien miraba atenta a la clase y su gesto bohemio se engrandecía cada vez más. Si supiera quién soy en realidad apuesto que se sentiría orgullosa. Apostaría por esa reacción. Tomé un respiro, el antaño con ella me pone melancólica.

Alguien Tenía Que Aprender.Where stories live. Discover now