Treinta Y Cinco

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Estábamos en frente de una pequeña casa y desde el carro se puede observar la sala y los muebles a oscuras. Parecía cálido, parecía que si entraba en él, estaba poniendo en riesgo todo lo que he luchado para estar en contra y a salvo. Si pongo un pie dentro, todos los muros que dicen "No Rebecca" se van a ir al demonio y estoy a segundos de hacerlo. ¿Y si esos letreros fueron puestos incluso antes de haber entrado? ¿Si el otro lado no es tan malo como creía que era? Mientras tanto, yo peleaba por no bajar del vehículo, ella seguía ahí: inmóvil, con su cabeza recostada en la silla del copiloto, con sus grandes ojos cerrados y su respiración calmada. Estaba radiante, incluso cuando no está consciente de lo que sucede alrededor y puede estarlo con seguridad, no iba a permitir que algo malo le pasara. Desvíe la mirada del lugar en el que sería una perdición para adentrarme a otro que tiene más sutil la forma de mandarme a la mierda.

¿Ahora qué hago?

Apagué el vehículo y me quedé estática por un momento, mi cerebro dejó de producir consecuencias catastróficas y mi corazón floreció como aquella noche que tuve el coraje suficiente para besarla. Está cansada, está con sueño. Está con las defensas bajas y me muestra su verdadera identidad. Una que no corre, ni huye, ni se disfraza, sino la suya propia, la que sueña y balbucea sinsentidos al vivir un cuento en su cabeza. Y me encanta lo que veo.

No te conoce. Si en realidad te apreciara, hubiese visto la Bela en tus ojos, pero no le eres tan importante. No te conoce. Si en realidad te quisiera, hubiese visto la Bela en tus ojos, pero no le importas. No le importas.

Exacto, eso es lo que me digo cada vez que me empiezo a hacer ilusiones, pero de nuevo, la veo aquí tranquila, respirando, durmiendo. La veo y no cabe duda de que quizá, así esté mejor.

No le importas, no le im... ¿En serio no le importas? Es muy precipitado. Tal vez no ha tenido la oportunidad de conocerte ni tú a ella. ¿En serio crees conocerla?

Me llegó un mensaje de texto diciendo que el comandante quiere hablar conmigo enseguida.

Rebecca se mueve de su puesto y un leve golpe hace que despierte desorientada. Pareciera que hubiese estado bebiendo y me río de su inestabilidad.

—Hola, bella durmiente. —Sonrío apretando las muelas.

Hola, Pocahontas. Solo la has llevado a su casa, no te pases de confianzuda.

—Disculpa, tenía bastante sueño.

—No te preocupes, Rebecca. Ya estás en casa.

Ella asimiló aquello e hizo una mueca amagando una sonrisa. Su uniforme le quedaba descaradamente sexy, pero parece que le incomoda en este momento. Vio al frente y vio su hogar, el lugar que ella es lo que en realidad es y quise verla, también, siendo ella. Un pensamiento ajeno me decía que, por un momento, sería bueno compartir su lugar.

¡No olvides por lo que has estado luchando!

—Muchas gracias.

Bajó del carro y sonrió. No supe descifrar esa sonrisa porque me supo a tristeza y ¿tristeza de qué?

—Cuando quieras y nuevamente, disculpa.

—No te preocupes, Verónica.

—Claro... Descansa.

Arranqué directo a la estación. Lugar al que me arrepiento haber llegado.

—¿Y? —preguntó ansioso, mientras yo comía una dona en su oficina.

—¿Y qué de qué?

—A ver, West. Han pasado solo cuatro días y parece que has olvidado el porqué estás allá dentro.

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora