Veintinueve

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Comencé a dar vueltas desesperadamente dentro de mi oficina, eran más de las dos de la madrugada y una botella de ron era lo único que me podía relajar. No quería pensar en esa botella (o en la razón por la que estoy bebiendo), no resisto por mucho tiempo las bebidas fuertes y al día siguiente no puedo siquiera levantarme. Pero por ahora, toda esta mierda está bien.

Me invadieron dudas, recuerdos lejanos, voces irreconocibles, sentimientos que habían muerto y como un fénix, todo cobra vida.

¿Y si sigue ahí? ¿Si la vuelvo a ver? ¿Si me reconoce? Fue lo primero que me cuestioné al ubicarme en tiempo y espacio, al darme cuenta de que en efecto, voy a volver al instituto que prometí jamás hacerlo. Después de lo que pasó... nunca hallé el coraje.

¿Si yo la reconozco? ¿Si no lo hago? ¿Si ha cambiado? ¿Qué voy hacer si me la topo? ¿Será lo correcto después de cinco años? ¿Si lo olvidó? ¿Y si ya no está? ¿Si en realidad no la vuelvo a ver?

La última, por alguna razón, es la que más duele. La cabeza me explotaba de tantas preguntas que ingenuamente le daba respuestas absurdas. Mi espalda tocó el metal frío de la puerta y una vez con mis piernas dobladas, el chaleco desabrochado, el maquillaje estropeado y el cabello hecho un desastre, serví en el pequeño vaso.

Bela, vas a volver después de cinco años. Vas a pisar el patio, los salones, vas a enseñar... Se me salió una pequeña sonrisa, lo que siempre había querido hacer aparte de este trabajo, era enseñar. Ahora, aunque sea fingido, lo haré y detesto que me emocione. Aunque también voy a recordar, a revivir sensaciones que dormían eternamente. No tengo veintisiete años como pinta ese currículo, aparento y soy más joven, y mi nombre no tiene nada que ver con el nombre nuevo. No soy exactamente nada lo que voy a ser dentro de ese instituto, pero sé que por más que trate, si la llegase a ver, todo se puede derrumbar y aquello, por más que trate, no se puede fingir por mucho tiempo. No terminamos bien, yo no dejé las cosas claras es por eso que me da miedo. Suelo tener momentos de lujo cuando me dan los arranques de valentía.

Las fuerzas. Las cicatrices. El recuerdo del último día dentro. Lo que pasó en su vehículo. Ese maldito día.

Rebecca, ese jodido nombre que aún no se me olvida. Lo tengo tatuado en la sangre y por más que he querido tapar su nombre con un calor diferente, ella sigue ahí, moviéndose a mi corazón, haciéndolo palpitar más fuerte como si nada haya pasado. ¡Y joder, que nunca ha estado correcto!

Después de la reunión de hoy, ya está confirmado, volveré a mi antiguo colegio. Volveré. No sé qué pensar acerca de ese verbo y no sé si hay varios motivos o específicamente uno el que me hace temblar.

Fue ahí que mi mejor amigo se fue. Fue ahí que conocí a Beatriz. Fue saliendo de ahí que cometí una gran estupidez. Bebí del vaso y lo llené y volví a tomar unas tres veces seguidas. Al ponerme de pie para abrir otra botella, mis piernas me fallan y caigo al piso como una niña topando mi frente con la baldosa. Ahora los recuerdos flotan en la superficie y están tan claros.

FshBck

Vamos, ven, ponte de pie.

—Mateo, Mateo, espera. Déjame volver.

—¡Dios mío, Bela, contrólate!

—Espera, Mateo, ¿tú desde cuándo me das órdenes?

—No voy a discutir contigo ese tema de nuevo.

—Estás loco. Ya, déjame, enserio, déjame sufrir un poquito más... No digo que estoy llorando por ella, la quiero, pero joder, se me está complicando todo.

Alguien Tenía Que Aprender.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant