Ocho

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Camino con Mateo en silencio o al menos, yo me encuentro en sigilo pensando en las características que apropia Rebecca y que algunas son ciertamente complicadas de comprender, mas le agracian el toque místico de ella. Me dejó fantaseando en todo, hubiese querido estar sola para reflexionarlo mejor. Los amigos del equipo de Mateo están también merodeando la zona entre risas y chistes varoniles los cuales prefiero ni escuchar. Ninguno se atreve a hablarme con confianza y si lo hacen, mantienen distancia de metros cuadrados. No es secreto que la hija de una oficial es tratada con circunspección debido a que nadie quiere meterse en problemas con la ley, y a ese tipo de trato me he acostumbrado sin querer. Pero tampoco tengo idea del porqué se dirigen a mi casa, espero no tener que cerrarle la puerta a nadie.

—Hey, ¿quieres ir a beber un poco? —pregunta mi amigo acelerando el paso para alcanzarme.

Qué mala junta tengo yo. Ya casi faltan dos cuadras para llegar y él cojea. Karma, mi amigo.

—No, mi mamá apenas me dejó ir al partido.

—Ya y la pasaste genial —afirmó con ironía.

Aceleramos el paso para que los demás quedaran atrás y nosotros pudiéramos conversar tranquilos. Puede ser que sí la haya pasado bien en compañía, pero no tengo que contarle los detalles en absoluto.

—Si la hubiese pasado genial, como tú dices, estuviera con un sonrisa grandota en mi cara y lo que tengo ahora es otra cosa.

Quizá dudas, cansancio, sin ánimos de nada...

—Sí, sería lo más normal, pero conociéndote y sabiendo lo extraña que es la de química, no esperaba lo contrario de ninguna —concluye su argumento válido—. Sigo ansioso por ver acción.

—¿Acción? ¿Tienes problemas mentales o qué?

Le empujo levemente de mi lado porque necesitaba absorber todo aire frío que llega raudo y sacar todo lo que tengo atorado en el pecho. Vuelve a acercarse con pequeñas risas.

—¿Pasó algo?

—No —mentí—, ella no entendía casi nada sobre el fútbol y tuve que explicarle.

—¿Tú? ¿Explicándole? —Ríe con perspicacia.

—Mateo, si salgo a beber con ustedes, es probable que mi mamá no me deje ir al viaje del cole y creo que deberías ir a descansar.

Cambié de tema, no quiero que mi amigo piense que cada vez que nos vemos tenemos que hablar sobre un profesor. Es tedioso hasta para mí.

—Bueno, chiquita, te veo después.

Me abrazó y se despidió, agradezco que no me haya obligado a despedirme de sus diez amigotes. Caminé una cuadra más y abrí la puerta. No sabía dónde estaba mi mamá, pero supuse que iba a llegar tarde. Pasaría un fin de semana muy aburrido.

Una vez aseada y acostada en mi cama, me puse a jugar en mi celular. Tenía el número de Beatriz y la tenía agregada en una red social. Entonces, cada que revisaba mi muro tenía algo de ella; extrañamente, no tiene ninguna foto con su esposo y lamenté aquello, hubiera sabido desde un principio todo y me hubiese evitado la mala racha. Es tonto saber que he pasado mucho tiempo dependiendo de esos mensajes y me vi como una completa idiota cada vez que me ilusionaba por una simple conversación, un simple mensaje. Al menos sé que nunca seré la única. ¿Hasta dónde he llegado? Me llené de valor para borrar su número, incluso llegar a borrar los pocos mensajes que nos mandamos sobre tareas (mi excusa para hablar con ella). Cuando lo hice, el dolor aumentó un poco, mas la tranquilidad de saber que nada me sigue envolviendo en el mismo círculo, en serio que ayudaba.

Sábado, domingo, hasta un poco del lunes pasaron en un abrir y cerrar de ojos que ya estábamos con Beatriz recibiendo clases. Presté atención lo más educativo posible sin verle la cara o mirar cómo llegó vestida, aunque el uniforme es el mismo que los demás profesores, siempre hay algo que cambia con ella. Esta vez, lo dejé pasar y me dediqué a mi cuaderno, a escribir, a repasar, apuntar, escuchar todo lo que venga de su materia. Como era evidente, mi amigo faltó a clases, ha de tener un fuerte dolor de cabeza y un fuerte dolor de pie. El día andaba aburrido y el dolor de piernas por andar con tacones me afecta mucho, fui a enfermería a pedir una pastilla y ninguna tonta enfermera conoce los síntomas de una jaqueca; y para concluir con broche de oro, el doctor no está justo este día. No comprendo por qué el colegio gasta en tonterías. Las gradas están repletas, ya que el sol pegaba directamente en lugares abiertos. Joder, no es mi día. La biblioteca, qué más da, ahí hay aire.

Alguien Tenía Que Aprender.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora