Veintidós

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—Bela, Bela, ¡levántate!

Sentí unos apretones forzosos en el codo, llamándome exasperado, los cuales me traían cada vez más de regreso, pero... ¡Joder, es el profesor!

—¿Te sientes mal? —entona un poco preocupado por mi rostro pálido.

Pues buena pregunta, ignorando el pánico que me causó escuchar las voces gritando mi verdad en todo el pasillo, más las risas, más la ausencia de los personajes, terminé aterrada y tampoco es que estuviera temblando o sudando del miedo, pero sí me encontraba con los labios secos y el latir de mi corazón acelerado por tan grande susto.

Fue un sueño, Bela, cálmate. Todavía estás en la zona segura.

Levanté mi rostro de un pequeño brinco por hallarme dormida en clases y con el profesor presente siendo testigo de mi bochorno. Me gusta la historia, pero dos horas seguidas me supera. Tenía la mirada de todos encima y mi vergüenza creció hasta hacerse notar.

—Hace demasiado calor y la veo muy mal, señorita —continuó hablando—. Se me hace raro que usted se duerma en clase. Prefiero darle la excusa al clima, ¿cierto?

—Cierto.

Ahora, excusando el tremendo sol que hace en la ciudad, mis mejillas se pusieron espectacularmente rojísimas por el comentario del profesor. ¿Cómo me va a decir eso enfrente de la nueva? Estaba haciendo el ridículo, en serio. Y para ser sincera, repito: se me da Historia, pero el docente es aburrido. Es normal que no sea la única quien se haya quedado con Morfeo.

—Profesor, me disculpo, pero si puedo ir al baño a remojar mi cara... —hablé y él vuelve al pizarrón.

—Claro, Bela. Tómate tu tiempo.

Agarré mis cosas, ya casi finalizamos la jornada y tenía planeado perder la hora, debido a que únicamente faltaban menos de media hora. Miré a mi amigo y me regala una sonrisa cómplice, pero al mismo tiempo me dijo: "Si en serio te sientes mal, espero que mejores pronto".

Es mi mejor amigo, lo sé, tampoco estoy sola porque él está conmigo; mas es hombre y aunque a veces es mucho mejor estar con hombres que con mujeres, necesito a alguien cuyas palabras sean tiernas y delicadas, que me diga que todo va a estar bien, tal cual solo las mujeres podemos hacerlo. Pero pensándolo bien, sí se me complica ser abierta con mis sentimientos. Ni con mi mamá hablo mucho sobre el tema de noviazgos ni cómo me siento al respecto. No es una excusa, pero creo que el rechazo de mi padre me ha hecho un poco acomplejada en el momento de establecer relaciones.

Beatriz ha sido la única persona quien sabe un poco sobre la particular relación entre mi progenitor y mi madre, ha tratado de ayudarme, pero el problema no es suyo y no la quiero involucrar.

Dejé la mochila en el piso y mojé mi rostro, suerte que este día solo llevaba mis pestañas rizada, y en efecto, el sueño dejó de aparecerme de improvisto. Me sequé las gotas con mi falda y me senté en un retrete a pasar tiempo con la puerta cerrada.

Toquen el timbre, toquen el timbre, toquen el timbre...

Es lo único que deseaba y es lo mejor, no quería ponerme a sobrepensar mi vida.

—Bela —me llama la voz de una chica desconocida, tocando la puerta del baño—. Am... Soy María.

¿María? ¿Cuál María?

—Sí, dame un segundo.

Me arreglé el uniforme y agarré mi bolso.

—Hola —le dije seca y ella volvió a sonreír como si fuera la única que tiene optimismo en este día malo.

Alguien Tenía Que Aprender.Where stories live. Discover now