Treinta Y Cuatro

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Rebecca me llevó a la sala de profesores que casualmente estaba en completa soledad, aunque ella estuviera enojada por algún motivo y que por extraño que sea, yo ya empezaba a entender por dónde va el asunto. La sala ya no está tan solitaria con esta lectora pasible, para ser sincera. Su aura se sentía hasta en los huesos y un escalofrío me invadió. La pelinegra puso sus manos en sus caderas y daba círculos despacio, sé que trata de calmarse, pero también sé que busca las palabras adecuadas.

—¡¿Cómo se te ocurre amenazar a un estudiante?!

Mierda.

—Yo no...

—¡Es un estudiante de unos malditos dieciséis años! —continuó—: No está para que metas a la fiscalía y mucho menos hacerlo quedar mal en frente de toda la clase. ¡¿Qué te sucede?!

Su tono de voz estaba disparado en el espacio nuestro, nunca me ha gustado que me griten y mucho menos por estupideces como estas. Sí, Rebecca es una bomba de tiempo y también yo.

—¿Yo soy la del problema? —pregunté calmando el enojo, sea lo que sea, a ella no—. Es un colegio que hace campañas en contra del Bullying y él lo estaba haciendo. Pero cuando pasa, nadie hace nada. Por lo mismo, los estudiantes toman todo a burla aquí.

—Existen otras metodologías que pudiste haber usado y no irte al extremismo.

—La fiscalía no podría hacer nada. Es una institución particular, la que se está yendo al extremo eres tú.

—¿Y si la madre viene a reclamar? ¿Qué diremos? ¿Sabes que ahora, todo lo que hacemos está mal y ganamos denuncias en un abrir y cerrar de ojos?

—Aprovechan para darle la carta de compromiso y le niegan matrícula.

—¡Verónica, no es tan fácil! ¡Todo lo que dices son estupideces! ¿Qué crees? Porque un chico molestó a otro chico se le pide expulsión. ¡No! Hay rúbricas, hay compromisos. Pudiste haber informado al inspector. Por eso existen.

—Esa es mi metodología, Rebecca. Así como tú tienes la tuya y sobre la que no voy a opinar nada al respecto, yo tengo la mía y te pido que hagas lo mismo.

—Yo soy tu jefe de área, parece que no te queda claro. —Se acercó mucho a mí con furia en su mirada, a la Bela antigua le hubiese intimidado hasta bajar la mirada—. Yo informo lo que haces y lo que no haces. ¿Qué dirá el rector de esto? ¡Estoy tratando de comprenderte! ¡Te estoy protegiendo!

—¡No necesito nada de ti, joder!

Rebecca se quedó en silencio, entrecerró sus ojos y sentí su mirada más pilla de lo normal. Buscaba, otra vez, esa persona en mí y eso me estaba jodiendo la puta vida.

—Lo siento, no... —dije enseguida—. Yo no...

Rebecca me ignoró, buscó algo en los estándares que había detrás de ella, habitan allí libros de sobras y con mucho polvo en sus portadas. No debí gritarle, qué tonta. Aunque no me mire, sé que en su mente, como la mía, pasan miles de cosas en este momento por eso es que nos parecemos mucho, por eso es que ella me gustaba demasiado. Fui atenta porque no quería que se ensuciara o que el polvo la molestara, suena bobo, pero quería protegerla de esa tontería. Y luego de un minuto, me dejó un libro en la mesa para verme de la peor forma que alguien me haya visto jamás. Y me lastima más de lo que alguien me haya lastimado jamás.

—Al parecer no tienes nada claro todavía. Quiero que sea la última vez que amenazas a un estudiante. La próxima, hablarás directamente con el rector o si no, pediré que se te adjunte un SQR en tu portafolio.

Y de nuevo, ese sentimiento de superioridad que tanto tiene ella para derramar en los demás, tocó el corazón de la verdadera Bela y como antes, me hizo sentir una hormiga. ¿Quién me he convertido en estos años? Me sentí como si fuera su estúpida estudiante que hizo algo muy malo y que lo arruinó por completo. Rebecca se fue como siempre lo ha hecho y como siempre, me quedo yo con este océano de preguntas y de lamentos.

Alguien Tenía Que Aprender.Where stories live. Discover now