Treinta Y Ocho

9.4K 638 121
                                    

Estaba en el instituto, tenía la hora libre, así que solo ocupé quince minutos en planificar y lo restante, me dediqué a elaborar bien la trama para el día de la presentación. Mi compañero me mandó un mensaje diciendo que ya tiene a los agentes que van a infiltrarse y están al tanto de lo que tendrán que hacer aquel día. Escucho unos pasos cerca y escondo el celular antes de que descubran cualquier cosa. Afortunadamente, esos pasos y ese peculiar sonido no provoca en mí temor ni nervios, sino emoción. De alguna manera, estuve esperando tenerla cerca para relajarme. Y esos pasos, como el sonido de una vieja canción, me los sé de memoria.

—Hola.

La veo sentarse. Mi mirada rauda se estableció en sus mejillas rosadas por el calor, dándole un aire de niña que es inusual en ella, aún así, la miro preciosa, más bella a mi lado. Parece que es una vieja amiga, que nos conocemos desde hace años y somos muy cercanas, la idea me agrada, pero me entristece por segundos. Ella sigue siendo una caja de sorpresa que no logro conocer, una mujer que no logro alcanzar, un viejo amor que no supero. Ella sigue adelante y yo me estanco.

—Hola.

Sonrío bajando la mirada. No quiero que descubra alguna pista.

—¿Necesitas ayuda con las planificaciones? —preguntó modesta, algo que me despierta curiosidad. Ella no es de la que presta atención a los asuntos de otros.

—No lo creo, ya casi termino. Solo faltaría hablar con algunos chicos.

—En eso sí puedo ayudar.

Por un momento, nos encontré a solas, con una proximidad aterradora, su perfume no juega limpio y me muerdo los labios al verme aspirando el aroma. Viene con lápiz labial rojo, su cabello oscuro cae en perfecta sintonia sin dejar ninguna hebra suelta. Busca con ánimo en su portafolio y me entrega una lista. Demoro un poco en agarrar la hoja, mi mirada está dispuesta en apreciar a tremenda mujer, con rasgos finos y oscuros; estoy ida por ratos, me embriaga por ratos, mis labios se entreabren y tiemblo al estirar la mano y tocar la suya sin querer.

Ella nota mi estado y no me mira, prefiere hacerlo para no caer conmigo y me muerdo con fuerzas el labio para volver en mí. Chequeo la hoja con varios nombres de estudiantes y a un lado, el cargo que ella asignó.

Releo y me pregunto para qué es esto. Rebecca rompe silencio al percatarse de mi interrogativa.

—Sé que te harías cargo del asunto, pero ellos pueden ser de gran ayuda. Considéralo.

Es cierto, es de mucha ayuda. Sonrío.

—Me parece perfecto, aunque también me gustaría integrar a alguien. Peter Renos.

Su facción se endurece y me hizo sentir errada, mas no puedo cambiar mi decisión, sería de importancia acercarme al chico. La morena asiente y me hizo la tan esperada pregunta.

—¿Recuerdas que hablamos sobre él?

—Sí.

Ella suspira entonces.

—¿Y en qué categoría lo pondrías?

—Una muy simple, quizá de ayudante o de decorador. —Ella ríe apenas irónica, bufo—. Rebecca, es para involucrarlo más en trabajo en equipo.

Traté de convencerla, pero fue en vano. Es un poco recia en pensamientos.

—No lo sé, esto tiene que salir bien, Verónica. No puedes confiarte en un estudiante cuyas probabilidades de asistencia y de predisposición sean casi nulas.

—Todos merecemos un voto de confianza, ¿no?

Le sonreí y sentí la presión de su mirada como creyéndose el cuento, queriendo contradecirme o gritarme que no todos se lo merecen y comprendo, pero entendió que no me refería al estudiante, yo le estaba pidiendo su voto; y luego cede y brinco de felicidad porque he derribado un muro, permitiéndole bajar la guardia, permitiéndole bajar la mirada a mis labios por brevedad, no tuvo la molestia de no ser evidente y yo no tuve las ganas de pararla. Después, esta sube directo a mis ojos otra vez y es allí que la aparta. Como si estuviera programada para alejarse en cuanto percibe una muestra de cariño. Como si al atraparla, ella se vulnerabiliza y alejarse es la única forma de protección que conoce. Esa sensación tan masoquista de querer besarla vuelve a mí como eterno afecto. Se está volviendo necesidad querer tocarla, querer darle cariño y complacerme a mí misma diciendo que al fin tengo lo que más me dolía.

Alguien Tenía Que Aprender.Where stories live. Discover now