Siete

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La profesora seguía conectada con su cigarrillo, miraba la cancha sin interés. En su mente divagaba una imagen que requería su mayor concentración y no tenía idea de qué.

—Gran poeta —reconoce.

Sus ojos tuvieron un brillo especial al hablar sobre Bécquer y casi al mismo tiempo, yo tuve la sensación de tranquilidad e ilusión, ansias de escucharla emitir su opinión sobre la poesía, curiosa de saber si piensa, al igual que yo, que el romanticismo es un arma sobrevalorada que todos necesitamos. Pero después de todo, parece haber terminado su expresión dejándome con las ganas.

—¿Usted lo conoce? —pregunté aturdida buscando algo de información.

Rebecca fumó levemente y atraje con mi olfato la mayoría del humo. Pensaba que al menos tendría un poquito de ella, un poquito del sabor de su mente. Luego, como si supiera que la estoy pensando, la profesora me mira y su mirada me sonríe coqueta. Y tiemblo.

—No soy tan vieja como crees.

Esa basta oración me dejó perpleja, sin saber qué decir ni qué hacer. No era mi intensión, ni siquiera lo pensé. Ella simplemente apaga su cigarrillo y echa su espalda para atrás. Observarla era un paisaje tan oscuro que me encanta la serenidad que otorga. Me acomodé relajada siguiendo su gesto y observé lo que ella pretendía observar. El cemento estaba frío y en otro momento hubiera criticado el estado en que se encuentra, ahora todo me parece estar en orden.

"No repitas lo que está mal.", recuerdo haberla escuchado decir. No repetir la misma tragedia... No repetir con Rebecca la idiotez que hice con Beatriz. Implica muchas cosas en realidad, desearía que fuese así de sencillo como decirlo. Quise responderle que a mí también me parecía un gran poeta, uno de los mejores para su época y en la nuestra; que no era mi intención dar a entender aquello, pero los nervios fueron más fuertes y acabé con la garganta hecha una piedra y el estómago un relajo. Terminé simplemente callada viendo al frente unas personas diminutas riendo por algún chiste. El silencio termina siendo preferible.

Las luces de las canchas se encienden y por los parlantes, anuncian al equipo "Eléctrico" que representa al colegio; en efecto, las personas se volvieron locas y buscaron agresivamente un puesto para disfrutar la grandiosa entrada de los jugadores. Fui testigo de cómo un adolescente había empujado a Rebecca para conseguir un puesto. ¿Eran normales las ganas de empujar a ese niño?

—¡Qué crío! —se quejó. Le echó un vistazo al niño que seguía corriendo a lo largo.

Vuelve acomodarse limpiando cualquier suciedad de su ropa y bofa unas groserías ininteligibles. Me provocó cosquillas tenerla en ese estado. Sí que tenía una minúscula paciencia. Había olvidado esa palabra "crío", es tan inusual que en este tiempo, es extraño para los jóvenes. Me causó volver a preguntarme cuántos años tendrá Rebecca.

—¡Vamos Mateo!

Lola estaba pasando por la fila, atenta al dominio de Mateo con el balón que no había visto mi presencia en frente de su culo. Qué incumbencia la de ella. Cuando terminó de alabar al señor y consiguió un beso de Mateo desde la cancha, se dio cuenta del momento vergonzoso que me estaba haciendo pasar. Me mira y luego la ve a ella con mala cara.

—Hola, Belita, pensé que estabas castigada.

Ni siquiera se dispuso a saludar a la profesora de química quien le puso un buen ocho y no un cuatro. Repito, qué incumbencia la suya. Miré por el rabillo a la recóndita pelinegra y la encontré en su celular (uno bastante moderno) con el ceño fruncido y volví a reír en silencio. Me gusta bastante todo lo que su cara podía mostrar con un simple gesto. Creo que estoy logrando descifrarla de a poco. Por ejemplo: le molesta ser interrumpida y cuando sucede, ignora a quien lo hizo; le molesta que le lleven la contraria, aun así se defiende contraatacando bastante bien; le gusta observar a las personas cuando están distraídas, quizá es un hábito que adquirió para saber a qué se enfrentará; es de las personas que usan monosílabos para impedir una conversación; no le sonríe a cualquiera, puesto que no permite que muchas personas entren en su vida; no es la primera en iniciar una conversación, jamás lo ha hecho; es buena mujer, preocupada, elegante, discreta y esconde secretos. Frunce el ceño cuando no comprende algo y cuando es el comienzo de su enojo. Casi siempre frunce el ceño. Ni siquiera ha notado a Lola y quizá eso sea bueno. No le interesa y me asombra su forma de demostrarlo, de ignorar más bien diría, aunque es penoso pensar que tampoco le interesa el porqué me castigaron, no le interesa lo que pase conmigo y en parte, es entendible.

Alguien Tenía Que Aprender.Where stories live. Discover now