Cuatro

12.4K 704 106
                                    

—Mi vidita, ¿me dices qué dieron hoy en clases? —preguntó Mateo por WhatsApp.

—No, me da tanta pereza tomar fotos a todo lo que mandaron hoy.

—No jodas, ¿mandaron mucho?

—Me dejaste sola todo el día, eres un mal amigo.

—¿Acaso pasó algo con Beatriz?

Y otra vez la escena del idiota de tercero estaba haciendo que me saliera una venita en la frente con solo pensarlo.

—No, hoy no tocó con ella.

—Paso por ti en la noche.

Se había desconectado y apagué mi celular mientras seguía ordenando mi cuarto. Después de un par de canciones, vuelven los mensajes. Al leerlos, me llama la atención una captura geográfica de la ciudad.

—¿Sabes? Creo conocer dónde vive Triz podemos pasar. Sé que te interesa.

—¡Qué! ¿Cómo lo sabes?

En consecuencia, respondió con un audio. La conversación se tornó interesante enseguida y dejé de hacer lo que estaba haciendo para no perder el hilo.

—Fui a dejar a Lola cuando se recuperó de los tragos y era de noche, no me fijé que vive en el otro lado de la ciudad y cuando estábamos a punto de llegar, vi a Beatriz cruzar unas calles. Si vamos ahora, sería como tipo misión Belatriz como las que hace tu mamá.

—¿Cómo puedes ser tan listo y tan súper estúpido al mismo tiempo?

—Te recojo a las 9. Confirma

—👍

Para qué voy mentir si conocer la casa de Beatriz es otro nivel. Bajé de mi cuarto saltando de los nervios combinados con emoción. Mateo me ha salido como un trébol de cuatro hojas. Ahora el dilema es sacarle el permiso a mi madre y decirle que voy a salir, al final, serán las siete de la tarde y no falta mucho.

—Mami, ¿sabes que eres la mejor mamá de todos los planetas? —pregunté yendo hasta su regazo y abrazarla fuerte.

A veces creo que no tengo diecisiete años, pero he de admitir que mi forma de chantaje es efectiva.

—Cielo, claro que lo sé.

Ella me sonríe cautivadoramente. No entiendo cómo el imbécil de mi padre pudo dejarla ir.

—¿Me das permiso para salir?

La miré convincente y la pelinegra se ríe en mi cara. Eso dolió.

—No, ya saliste ayer.

—¡Pero mamá llegué muy temprano!

—No es mi problema. —Se pone de pie y recoge el vaso que tenía a su lado—. Acabas de empezar el último año, tampoco es que puedes salir todos los días. No echarás a perder todo el esfuerzo de tantos años justo cuando ya te falta poco.

Empezamos...

—Mamá —le corté antes de que me diera el mismo sermón de siempre—, Mateo viene por mí, por favor.

—¿Entonces ya has quedado sin consultarme? —pregunta fingiendo molestia. Lo bonita también lo tiene astuta.

—¡No! —corro en corregir para no arruinar mi estrategia—. Claro que no, pero ya sabes cómo es Mateo. No vamos a ningún bar ni nada de eso, solo vamos a pasear y pasar el rato, ando muy aburrida. Porfis.

Me tomó un rato verla reflexionar todo el tema y retándose a sí misma por ser permisiva con su única hija, conociendo en carne propia todo el peligro que yace en la noche, pero me sonríe y supe que a pesar de todo, ella confiaría en mí.

Alguien Tenía Que Aprender.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu