〔:🌻:〕「 22 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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—Yanfei... —Una voz dulce la llamaba con insistencia—. Yanfei...

Los ojos de la chica en cuestión se abrieron lentamente, parpadeando repetidas veces. Una mano en su hombro la mecía con la intención de despertarla y, en cuanto pudo darse cuenta de lo que estaba pasando, se irguió bruscamente.

—¡Ah! ¡Me he quedado dormida otra vez! —exclamó, empezando a agobiarse porque el tiempo corría en su contra.

A su lado, su abuela, la persona que la había llamado con tanta dulzura y la que le había tocado el hombro para que se despertara, comenzó a poner algo de orden en el escritorio de la chica.

—Ve a desayunar —le dijo, hablando con tranquilidad—. Ya me encargo yo de recoger esto.

—Gracias, abuela —murmuró Yanfei, preocupada—. Por Los Siete, qué mal voy de tiempo...

La anciana negó con la cabeza mientras esbozaba una sonrisa. Su nieta nunca cambiaría...

Se puso a recoger los libros sobre los que Yanfei se había quedado dormida: volúmenes del código legal de Liyue y de otras naciones de Teyvat. Yanfei los estudiaba para poder lograr su objetivo de convertirse en la mejor asesora legal del mundo y trasnochaba leyéndolos, quedándose a veces dormida sobre ellos, como le había ocurrido en esa ocasión.

Ya se había aprendido el código legal de Liyue entero y ahora iba por la mitad del de Inazuma. Cada región tenía sus propias leyes, claro estaba, y Yanfei, si quería ser la mejor, tenía que conocerlas todas. El de Inazuma le parecía especialmente interesante, pues se trataba de una nación muy conservadora y su código legal era bastante complejo de entender para los extranjeros.

Mientras la anciana apilaba los libros de forma ordenada en la esquina del escritorio, Yanfei estuvo de vuelta. Había desayunado un vaso de leche y se había vestido a la prisa. Todavía tenía cara de recién levantada, pero no podía hacer mucho más si faltaban solo siete minutos para que las clases comenzaran y ella seguía en casa, viviendo a dieciocho minutos exactos del instituto.

—Me voy ya, abuela. —Se acercó a ella y le dio un beso de despedida en la mejilla. Luego señaló los libros—. Ten cuidado con el código legal de Sumeru, por favor. Tiene algunas hojas sueltas y no me gustaría que se cayeran.

—No te preocupes —respondió la anciana—. Ten un buen día, cielo.

—Sí. ¡Chao, abuela! —Y justo antes de que cerrara la puerta, la mujer la escuchó murmurando—: Ay, por Los Siete, no llego, no llego...

La abuela de Yanfei era una anciana de edad avanzada, pero igualmente era difícil decir con exactitud cuántos años tenía. Su pelo canoso solía estar recogido en un moño bajo y su expresión risueña a menudo quedaba oculta por las arrugas que le cubrían el rostro.

La conocían como Madame Ping y era una vieja amiga de Zhongli. La anciana también se había dedicado a la enseñanza y había pasado muchos años de su vida impartiendo clases en el mismo instituto en el que trabajaba él a día de hoy y fue precisamente ahí donde se conocieron, aunque para aquel entonces Zhongli no era más que un hombre joven que acababa de terminar la carrera, mientras que ella estaba ya cerca de su jubilación.

* * *

Jadeando porque había venido corriendo, Yanfei se detuvo frente a la puerta de su aula para tomar algo de aire antes de pedir permiso para entrar.

Sin embargo, el alboroto que provenía del interior daba a entender que no había llegado ningún profesor todavía. Miró entonces la hora en su móvil con disimulo, y descubrió que había venido tan deprisa que tan solo se había atrasado unos cuatro de minutos del inicio de clases. Dio gracias a Los Siete de que todavía no hubiera llegado ningún profesor, porque se habría muerto de vergüenza si hubiera tenido que interrumpir la clase para entrar.

Aliviada con aquello, entró sin más preocupaciones a la clase y fue directa a su sitio. Se encontró a Hu Tao hablando animadamente con Aether, que tenía a Xiao sentado sobre su regazo. Mientras que Hu Tao y Aether conversaban como si llevaran horas despiertos, Xiao tenía la cara típica de un estudiante un lunes por la mañana y parecía que en cualquier momento se desplomaría de sueño sobre el suelo si no fuera porque el rubio lo estaba abrazando por la cintura.

—¡Bueno! —exclamó Hu Tao al ver a Yanfei—. Ya estaba empezando a asustarme. Creí que no vendrías.

—¿Has vuelto a quedarte dormida leyendo tus códigos legales? —inquirió Aether desde el humor, sin considerarlo una posibilidad real.

—De hecho, sí —contestó Yanfei, haciendo que el rubio enarcara las cejas porque él lo había dicho de broma—. El de Inazuma es muy interesante y estaba enganchadísima. ¿Sabíais que en el artículo veintitrés de la sección ocho del capítulo doce se habla sobre...?

—Nos da igual —la interrumpió Xiao.

—¡Yo quería saberlo! —chilló Hu Tao.

El azabache resopló. Estaba convencido de que a ella tampoco le importaba pero que solo lo había dicho para llevarle la contraria.

Yanfei se sentó por fin en su silla después de dejar su mochila sobre el suelo. Se quedó mucho más tranquila cuando vio que había otros estudiantes llegando más tarde que ella y no pudo evitar preguntarse cuáles eran sus motivos.

Viendo que de pronto Aether y Xiao se pusieron bastante más acaramelados de lo normal, intercambiando miradas, sonrisas y susurros, Hu Tao les llamó la atención por el simple hecho de que no era capaz de quedarse callada durante dos minutos seguidos, porque podría haberse girado igual que había hecho Yanfei e ignorarlos.

—Veo cadáveres en la funeraria todos los días, pero lo vuestro de verdad que me revuelve las entrañas.

Aether soltó una carcajada tan sonora que a punto estuvo de dejar sordo a Xiao. El rubio sabía que su amiga no lo decía en serio; ya la conocía lo suficiente como para entender su humor tan peculiar y a veces incluso amargo.

—Perdón —dijo, risueño.

Al ver la cara con la que se la quedó mirando Xiao, una fugaz chispa de miedo cruzó a Hu Tao. Aquella mirada sí que era inquietante, incluso peor que los cadáveres que veía en la funeraria.

—No pongas esa cara, que estoy de broma —rio—. Sois muy adorables juntos, sí, sí. ¿Cuándo era vuestra boda, por cierto? Es que he perdido la invitación y no recuerdo la fecha. ¡Qué cabeza la mía!

Aether ya se iba a reír otra vez, pero Xiao contestó a Hu Tao:

—No estás invitada.

—Jo —bufó la chica—. Mira que eres borde, eh...

El azabache se encogió de hombros y abrió la boca para responderle otra vez, pero al fin entró a la clase la profesora, que se disculpó por haber llegado tan tarde, excusándose en que había más tráfico de lo habitual.

Xiao se levantó del regazo de Aether y fue hasta su asiento al fondo, Hu Tao dio media vuelta para darle la espalda al rubio y la cara a la profesora y, con eso, otro lunes más daba comienzo.

Menor que tres (<3) [Xiaether] (High School AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora