〔:🌻:〕「 8 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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Xiao corre por el pasillo sin mirar atrás. El color rojo del suelo, techo y paredes le quema los ojos. Ya ni siquiera siente las piernas, pero se esfuerza por seguir corriendo, por seguir huyendo.

No necesita girarse para saber que el monstruo lo persigue de cerca. Oye sus pasos pegados a los suyos y sabe que si estirara las garras lo atraparía sin problema. Pero Xiao sabe que el monstruo prefiere verlo sufrir, prefiere cansarlo y luego abalanzarse sobre él.

Siempre hace lo mismo.

Xiao obliga a sus piernas a correr todavía más rápido cuando ve la salida. ¿Qué habrá al otro lado? ¿El paraíso? ¿La felicidad? ¿La tranquilidad? El azabache no tiene ni idea, pues nunca es capaz de alcanzarla.

Por mucho que se esfuerce, nunca consigue escapar.

Y a pesar de que sabe que su destino está escrito, sigue intentándolo con todas sus fuerzas. Gruñe por el esfuerzo y le falta el aliento, pero no puede detenerse. Los pasos del monstruo detrás de él, sus rugidos y sus garras arañando las paredes le recuerdan que no puede.

Entonces, como siempre, antes de que sus dedos puedan rozar la luz de la salida, antes de que sus ojos puedan descubrir lo que le espera fuera; el suelo bajo sus pies desaparece y queda suspendido en el aire.

Siente cómo su cuerpo flota unos instantes antes de caer en un abismo oscuro que parece no tener fin. La luz de la salida se esfuma de delante de sus ojos y el rojo de las paredes del pasillo es sustituido por la negra oscuridad que comienza a rodearlo.

Está gritando. Está gritando mucho. Lo sabe porque siente cómo le vibran las cuerdas vocales y cómo su garganta amenaza con rasgársele en cualquier momento, pero en realidad no oye ni su propia voz.

Siente el vacío en su espalda y la velocidad de la caída estrellándose contra él. Nota los brazos y las piernas flácidos y por mucho que quiera moverlos no obtiene resultado. No sabe en qué momento ha pasado, pero las lágrimas se le escapan solas de los ojos.

Está asustado. Tiene miedo.

Y como ya bien sabe, por fin llega al fondo. Su cuerpo se queda inmóvil sobre el suelo. No puede moverse, mucho menos levantarse, pero sabe que sigue vivo porque sus ojos todavía ven, sus pulmones todavía piden oxígeno y su corazón todavía late.

Gruñe e intenta gritar. ¿Gritar para qué, si sabe que nadie puede oírle? Ni siquiera él mismo puede oírse, qué estupidez. Aun así, siente cómo le arde el pecho por alzar tanto su silenciosa voz.

Y cuando el corazón empieza a martillearle entre las costillas, cuando sus ojos se fijan al frente, sabe que ya va a ocurrir, que ya va a terminar.

No quiere verlo. Quiere cerrar los ojos, llorar y chillar. Pero su cuerpo no parece suyo en ese momento y no le hace ningún caso.

Está condenado a sufrir.

Ve al monstruo cayendo sobre él. Lo ve acercándose tan rápido que Xiao se queda sin aliento. Su boca abierta muestra sus afilados colmillos y sus garras podrían cortar un roble de un solo tajo. Pero lo que más asusta a Xiao es su mirada, porque es la mirada de un monstruo real que tuvo la desgracia de conocer. Es la mirada del hombre que lo adoptó, el peor monstruo que Xiao ha conocido jamás.

Y justo cuando sus garras van a clavarse en su piel, justo cuando se prepara para sentir el dolor de que le desgarren el pecho, justo en ese momento...

Xiao se despertó con las sábanas pegadas al cuerpo por el sudor. Se irguió bruscamente, con la respiración agitada y las manos temblorosas. Le faltaba el aliento como si de verdad hubiera estado corriendo por su vida y jadeaba sin poder remediarlo.

Se levantó de la cama y fue directo al baño. Se lavó la cara para intentar despejarse, pero la imagen del monstruo saltando sobre él todavía seguía en su cabeza, igual que la sensación de caer al vacío y el agotamiento que le quemaba las piernas.

De nuevo la misma pesadilla. Ya debería estar acostumbrado, no debería afectarle tanto.

Se miró en el espejo y observó su propio reflejo. Tenía el miedo instalado en la expresión y quiso apartarlo dándole un puñetazo al cristal, pero sus ahorros no eran suficientes para comprar otro espejo si hacía eso. En su lugar, volvió a echarse agua en la cara. Una vez más, otra, y otra, cada vez más frustrado que la anterior.

Su cabeza era su propia cárcel. Sus recuerdos eran sus propios demonios. Y no tenía forma de escapar de todo eso.

Esas pesadillas iban y venían, siempre lo hacían. Y siempre eran iguales, exactamente iguales. Todas acababan en sufrimiento, en soledad, en miedo, en angustia. Xiao nunca lo aceptaría, pero estaba muy aterrado, tanto que no se creía capaz de conciliar el sueño de nuevo por si volvía a pasar por la misma experiencia.

¿Qué había hecho él para merecer ese calvario? Le incordiaba la idea, odiaba estar tan convencido, pero un diablillo en su cabeza le decía que se lo merecía, aunque no supiera explicar el porqué.

Salió del baño por fin y miró el reloj sobre su mesita de noche. Eran exactamente las cuatro y treinta y dos de la madrugada.

Xiao suspiró y cerró los ojos, pero los abrió de inmediato cuando el miedo volvió a recorrerle la espalda. No, en realidad el miedo no había vuelto, sino que seguía ahí con él y tan solo se lo recordó. Fue como si le dijera «oye, sigo aquí contigo, no lo olvides». Era su compañero más fiel, el que siempre estaba con él en aquellas noches de pesadillas y angustia. Y aunque fuera su única compañía, Xiao lo odiaba a muerte. Odiaba tener miedo, odiaba sentirse tan débil.

Finalmente, descartó por completo la idea de meterse de nuevo en la cama. En su lugar, agarró un papel y un bolígrafo, arrastró una silla junto a la ventana desde la que veía Liyue y comenzó a escribir y tachar, escribir y tachar, desahogándose, liberando toda la rabia y la frustración que lo asfixiaba.

De la misma forma que de sus dorados ojos rodaron lágrimas que le cubrieron el rostro, de aquel bolígrafo se derramaron palabras cargadas de ira e impotencia, de miedo y desolación, que mancharon sin piedad y sin remedio el papel, que sería el único conocedor de la angustiosa experiencia.

Menor que tres (<3) [Xiaether] (High School AU)Where stories live. Discover now