〔:🌻:〕「 36 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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Una vez más, inevitablemente, Xiao corre por aquel pasillo estrecho, rojo y angustioso. Oye los pasos del monstruo detrás de él, igual que también oye sus gruñidos y su pegajosa lengua paseándose entre sus afilados colmillos, ansioso por atrapar al chico.

Las piernas de Xiao no dan para más. Quieren parar, pero él no las deja. En realidad, es la pesadilla quien no las deja, porque es la que marca el ritmo y escribe el destino del azabache, que está exhausto, creyendo que se desplomará en el suelo en cualquier momento por el cansancio.

Jadea, corre y grita aunque sabe que nadie puede oírlo, ni siquiera él mismo. Siente el sudor perlándole el rostro y los pulmones hinchándosele en el pecho, reclamando un oxígeno que a duras penas llega.

Y como siempre, la ve. Delante de sus ojos, la salida lo espera, esa desconocida y tan ansiada salida lo mira desde el final del pasillo, llamándolo, pidiéndole que entre; pero Xiao sabe que eso jamás ocurrirá, sabe que está destinado a caer al vacío, a tener miedo, a sufrir para siempre.

Xiao sabe que no puede escapar por mucho que lo intente y desee.

Una vez más, repitiendo la pesadilla, extiende el brazo y estira los dedos, tratando de alcanzar la luz de la libertad, de rozarla con las yemas de sus pálidos y temblorosos dedos. Gruñe por el esfuerzo a la vez que oye los pasos del monstruo cada vez más cerca, con sus garras arañando las paredes del pasillo, haciendo un molesto sonido que le pone los pelos de punta a Xiao, parecido al de los dientes de un tenedor dando sobre un plato.

Entonces, tal y como espera, el suelo bajo sus pies desaparece y queda suspendido en el aire, sus ojos abiertos de par en par mirando la luz de la salida. Unos instantes flotando en el vacío y después, comienza la caída. Xiao ya tiene la garganta preparada para gritar y pedir ayuda, aunque nadie puede escucharlo o socorrerlo.

Decide cerrar los ojos y dejar que el abismo lo rodee, pero eso nunca llega a pasar y se sorprende al no sentir la caída pero sí notar una mano firme que se aferra a su brazo, que evita que caiga como lo hace siempre. La mano nace de la salida, de la luz. Debe de ser la mano de la libertad y de la esperanza.

Es una mano blanca y fuerte y Xiao no duda en agarrarse de vuelta a ella. Chilla para que lo ayude a subir, pues todavía tiene el cuerpo suspendido sobre la nada; y también gruñe por el esfuerzo de intentar elevarse él mismo.

Finalmente, después del trabajo de ambos, el azabache logra estar de nuevo frente a la salida y, vacilando, la cruza por fin, con el corazón martilleándole el pecho por la emoción. Es la primera vez que llega, la primera después de tanto tiempo, por Los Siete...

Al otro lado, le cuesta describir lo que ve: todo brilla, todo es blanco, todo es paz. No hay ningún monstruo que lo persiga ni que lo castigue, no siente la necesidad de huir por su vida.

No tiene miedo.

Entonces mira al dueño de la mano, a su salvador. Este le sonríe con infinita ternura y Xiao siente cómo una agradable calidez le invade el pecho y acoge ese sentimiento con los brazos abiertos. El azabache está seguro de que tiene delante a un ángel, un ángel que lo ha salvado de la pesadilla y le ha hecho alcanzar la paz y la libertad.

Y por eso, agradecido, no duda en estrecharlo y en llorar de emoción sobre su hombro. Lo mira una vez más antes de decirle gracias, y se sorprende al escuchar su propia voz, acostumbrado a estar siempre silenciado.

El ángel le sonríe y asiente con la cabeza, amable. Xiao se siente arropado con él, se siente seguro entre sus brazos y a salvo de cualquier monstruo. Está, por primera vez en mucho tiempo, tranquilo, sin angustia ni temor que le apriete el corazón.

Cuando mira a los ojos al ángel, se le enternece el alma, pues es una mirada serena como la luna y dorada como el sol, en la que Xiao logra ver reflejado el afecto más genuino.

Es la mirada de la persona a la que tanto ama. Es la mirada de un ángel, la de su propio ángel.

Xiao se despertó entonces. Esta vez no estaba cubierto de sudor ni tenía las sábanas pegadas al cuerpo. Tampoco tenía la respiración agitada ni las manos temblorosas. Estaba tan relajado que se preguntó por qué se había despertado.

Miró el reloj y vio que eran las cuatro y algo, tampoco se molestó mucho en saberlo con exactitud.

Se giró y por un momento se sorprendió al no ver a Aether a su lado. Recordaba que se había quedado dormido en sus brazos, con las lágrimas todavía manchándole la cara. Entonces, que no estuviera dormido junto a él le extrañó.

Se deslizó sobre la cama hasta asomarse a ver el colchón que había traído con ayuda de Verr Goldet en el suelo. Y, como había deducido, allí encontró a Aether, plácidamente dormido, con el pelo algo revuelto y un brazo pasado por debajo de la almohada. Xiao podía hasta escuchar su parsimoniosa respiración en el silencio de la noche y, sin pensárselo mucho, bajó al colchón hasta quedar sentado a su lado.

No pretendía despertarlo ni mucho menos; no quería perturbar su sueño de ninguna manera. Tan solo le apetecía sentirlo cerca, un poco al menos. Se lo quedó mirando con la tranquilidad de saber que no sería descubierto y se preguntó por enésima vez qué había hecho para merecerse a Aether, a su ángel, a alguien con tanta bondad en el corazón.

Cuando Xiao se dio cuenta de que estaba sonriendo, ensanchó todavía más su sonrisa. Se sentía tan bien a su lado, aunque no estuvieran haciendo nada especial. El azabache se sentía a salvo en su presencia, igual que en el sueño que había tenido.

Se inclinó sobre él con cuidado hasta poder darle un beso en su cabeza rubia, haciendo que su pelo dorado le hiciera cosquillas en la nariz y que lo obligara a cerrar los ojos. Después, admirándolo como quien admira una obra de arte, mirándolo como un enamorado mira a su amado, pretendió decir algo, aunque fuera un susurro, pero el temor a despertarlo venció la batalla y finalmente no pronunció nada en voz alta, aunque sí movió los labios como si lo hiciera, dedicándole a Aether aquellas dos palabras que solo le dedicaba a él, que siempre tenía reservadas en el fondo de su corazón para él.

Te quiero.

Y, aunque podría haber regresado a su propia cama, prefirió quedarse allí. Prefirió acurrucarse a su lado, metiéndose debajo de la manta que ya se había impregnado del aroma de Aether y pegarse a él hasta hacer que el hueco entre sus cuerpos fuera inexistente. Prefería quedarse junto a su ángel.

Entonces, sintiendo su calor cerca, cerró los ojos y deseó, si era posible, soñar con él otra vez.

Menor que tres (<3) [Xiaether] (High School AU)Where stories live. Discover now