〔:🌻:〕「 28 」 ༄˚⁎⁺˳✧༚

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Dentro de lo posible, el mes se le pasó volando. El tiempo parecía ir más rápido cuando estaba con Aether. Eso le gustaba, pero a la vez lo preocupaba. Ahora solo le quedaban poco más de cuatro meses a su lado. No podía sacarse de la cabeza la idea de que tenían contado su tiempo juntos.

Era sábado, así que fueron al parque comercial, para el que tuvieron que tomar el tren. A las ocho de la tarde Xiao tenía que ir al hospital para que le examinaran el tobillo, le quitaran las vendas y le dijeran que ya estaba todo solucionado. Él estaba tan seguro de que ya había sanado que hasta se atrevía a apoyar de nuevo el pie en el suelo, aunque seguía llevando con él las muletas, esas tan odiadas pero agradecidas muletas.

No había podido hacer mucho durante el último mes. Aunque Xiao aseguraba que quería salir a dar paseos y demás, Aether prefería dejarlo descansar en la posada, así que se pasaba casi todos los días a verlo y compartir un poco de tiempo con él.

Pero como ese era ya su último día con muletas y con vendas y el azabache aseguraba que su pie estaba más que curado —según él sanaba bastante rápido—, Aether accedió a ir con él al parque comercial para el que necesitaban tomar el tren.

Se habían pasado el día de un lado para otro, de una tienda a otra, pero tenían que estar de vuelta en Liyue antes de las ocho para que Xiao no faltara a su cita con el médico.

No llegaron a comprarse nada de ropa, tan solo unas bebidas y algo para picar. Con las manos vacías, estuvieron de vuelta en la estación para tomar el tren que salía concretamente a las siete y dieciséis, ciertamente algo precipitado.

El vagón estaba en silencio. No había mucha gente, así que era normal. Las conversaciones entre desconocidos en el tren no solían ser habituales, después de todo.

A Xiao lo distraía el ruido que hacía el tren al avanzar por los raíles. Era un sonido casi inaudible desde dentro del vagón, pero a él lo relajaba. A su lado, Aether permanecía en silencio, cansado.

Después de toda la tarde juntos, no era para menos. El rubio debía de estar agotado, pensó el azabache. Tanto que ni siquiera hablaba, pero cuando su cabeza se apoyó lentamente en el hombro de Xiao, este entendió que hasta se había dormido con el traqueteo y el silencio del tren.

—Aether —susurró, con una dulzura que lo sorprendió a él mismo—. Aether. —Pero no hubo reacción alguna.

Cómo el chico se había quedado dormido tan profundamente en tan poco tiempo era una pregunta para la que Xiao desconocía la respuesta, pero tampoco se iba a quejar por ello. Le gustaba sentirlo a su lado, le gustaba que su calor le quitara el frío.

Ahora que oía mejor la respiración parsimoniosa de Aether, dejó de prestar atención al ruido de los raíles, ese ruido que al principio lo había relajado y que ahora le parecía un impedimento para oír plenamente la respiración del rubio.

Xiao miró de reojo la mano del rubio, que se veía tan tentadora de agarrar. Parecía tan suave y agradable al tacto que tuvo que reprimir el impulso, pero finalmente acabó cediendo a él. ¿Para qué contenerse, de todas formas?

Xiao creyó que se veían como una de esas lindas parejas que había por internet, en un ambiente urbano idílico dentro del vagón, con las luces de la ciudad pasando por la ventanilla que tenían a sus espaldas. Se sentía tan afortunado de poder vivir un momento así con alguien tan especial para él...

Tan absorto estaba el azabache en el momento que ni siquiera se percató de que al rubio hasta se le estaba cayendo un hilo de saliva sobre su preciada sudadera negra, pero no le importó. No quería despertarlo y molestarlo por una minucia como aquella.

Después de cerca de un cuarto de hora de casi completo silencio, el tren disminuyó de velocidad hasta detenerse. Las puertas se abrieron con un soplido y Xiao trató de despertar a Aether por fin.

—Aether —dijo, acompañando sus palabras de un par de palmadas en la pierna del rubio—. Hemos llegado, venga.

El rubio titubeó, aparentemente sorprendido por haber sido capaz de quedarse dormido. Miró a Xiao y luego notó la mano en su pierna, pero el contacto desapareció en cuanto el azabache vio que había despertado.

—Venga, vamos —dijo, con esa delicadeza que solo le salía al hablar con Aether.

El rubio titubeó y miró a su alrededor, como si ni siquiera recordara dónde estaba. Trató de decir algo, pero las palabras le salieron en forma de un bostezo que las hizo ininteligibles.

Xiao se puso de pie con ayuda de las muletas y Aether se apresuró a levantarse también. Finalmente abandonaron el vagón segundos antes de que las puertas volvieran a cerrarse con su característico chasquido.

Ya en la calle, a Aether se le volvió a escapar otro bostezo.

—¿Acaso duermes bien por las noches? —se preocupó Xiao.

—Perfectamente —aseguró el rubio—. Tan solo estoy agotado. Me duelen los pies y lo único que me apetece es tirarme en la cama...

—Vete entonces a casa y descansa. Puedo ir solo al hospital; no hace falta que me acompañes.

—De eso nada —repuso Aether—. Yo voy contigo al hospital y a donde haga falta aunque me caiga de sueño.

—Qué cabezota eres...

—Ya te dije que estaría a tu lado siempre. —Luego comprobó la hora en su móvil—. ¡Por Los Siete! Deberíamos darnos prisa o no llegaremos a tiempo.

—Yo tampoco es que pueda correr mucho más —apuntó el azabache, intentando acelerar un poco el ritmo.

—¿Te llevo a caballito? —bromeó.

Xiao soltó una ruidosa carcajada y negó con la cabeza. Se imaginó cómo habría sido la escena y estuvo convencido de que los dos habrían acabado en el suelo.

Tratando de ir todo lo rápido que podían, finalmente llegaron al hospital justos de tiempo. Aether esperó a Xiao fuera del edificio y sacó su móvil para combatir un poco el aburrimiento.

Un buen rato después, el azabache estuvo de vuelta. El médico le dijo que había sanado sorprendentemente bien. Ahora se sentía raro al no llevar las muletas, pero eso no significaba que las extrañara. Por fin se había librado de ese incordio, al igual que ya no había vendas que le aprisionaran el pie.

Aether sonrió al verlo caminando hacia él.

En la expresión de Xiao se percibía por fin el alivio de volver a la normalidad. Gracias a sus amigos, no se le había hecho muy largo el mes, pero no paraba de sentir que lo había desperdiciado casi por completo. El tiempo que tenía con Aether era más valioso que el oro, y por culpa suya se habían visto obligados a no poder sacarle el máximo partido a esos treinta días que acababan de pasar.

Menor que tres (<3) [Xiaether] (High School AU)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang