Capítulo 6

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Una semana antes del baile de máscaras, el asistente del duque de Mitras, Robert Berrycloth, pasaba la estancia de la mansión Kirschtein.

—Su alteza. Buenos días—el rostro serio y ojos ámbar adormilados de Jean lo confrontaron.
—Toma asiento Berrycloth
—Gracias.

Después de sacar algunos papeles de su maletín, Robert aclaró la voz y comenzó:
—Contacté a algunos de los principales puntos de comunicación en Singanshina, entre ellos el Dr. Yeager, quien atiende a la mayor parte de las familias. Al parecer se trata de una propiedad intestada. Cuando el señor Ackerman murió, su hija aún no estaba casada, ni comprometida, por lo que no existe un heredero legal. Por el momento familiares lejanos se encuentran viviendo ahí y han sido protectores de la chica por algunos meses. Levi Ackerman fue nombrado Caballero Real por ser un soldado destacado.  Ayudó a la familia Reiss a finalizar la última guerra. Lo acompaña Kenny Ackerman, al parecer un anciano deambulante que lo apoya desde que quedó discapacitado. Todo indica que sería fácil solicitar la compra directo a la corona, es un pueblo pequeño y no muy visitado, así que se puede obtener muy buen precio...

—La chica,—lo interrumpió Jean—¿Cuál es su nombre?

El asistente lo miró confundido. La prioridad de su investigación era la propiedad, pero su cliente le preguntaba por una casi huérfana.
—Eh...pues—hojeó en sus registros— Mikasa...Mikasa Ackerman.
—¿Mikasa? ¿De oriente?—Jean parecía más interesado en ese tema, que en el previo.
—Eh, si, si...de hecho, el Dr. Yeager mencionó que pronto partiría con los Azumabito a Hizuru, al parecer son parientes lejanos.

—¿Entonces ya no vive  ahí? ¿Con quién se fue?

El pobre Robert revoloteaba sus papeles, nervioso.—Disculpe su alteza, no indagué más en ese tema. Sólo sé que estaba próxima a cumplir los dieciocho años, tal vez buscarían casarla en Hizuru.

—Investiga todo y regresa con la información completa. Ah...y envía la oferta de compra por el terreno—respondió Jean molesto. El asistente se levantó de inmediato para evitar sus ojos furiosos.
—Espera—lo llamó de nuevo Jean—antes de que te retires, toma nota, enviaré una carta.


Jean dictaba mientras caminaba hacia la ventana, con ambos brazos sujetos detrás de su espalda. Una chispa de emoción en el pecho. Pocas cosas le impresionaban y la sensual imagen de la hábil chica de cabello negro, apuntándole con una escopeta. Era algo que no se había despegado de su cabeza desde ese día. Se llevó la mano al pecho. «Patea fuerte también» pensó divertido. Algo se encendía dentro de él al recordar la forma en que lo miró como una pantera a punto de arrancarle la cabeza. Una media sonrisa se dibujó en su boca.
—¿Su alteza?—Berrycloth lo sacó de sus pensamientos. 

—Si...¿En qué iba?





«Por el mismísimo satanás» Se repetía Jean, mientras miraba hacia la pista de baile. Había maldecido a Armin por hacerlo venir a bailar con su joven pupila y cobrarle de esa manera un viejo favor de hacía años. Prefería otros eventos más privados que estos bailes enormes donde las chicas se le colgaban de los brazos, la única ventaja era poder llevar una máscara.
«Ver para creer» pensó. 

Frente a él, de la mano de Connie Springer, marqués de Ragako, se encontraba la cazadora  salvaje de hacía meses; encarnando a la diosa cazadora, Artemisa. Tan adecuado, tan exacto, tan....excitante. Imposible no reconocer esa imagen que tenía grabada en la mente, ese cabello oscuro y brillante, esa piel y esos ojos negros rasgados, los únicos en todo el salón. ¿Así que no era una campesina? Era una más de las chicas estudiadas que buscaban "cazar" un esposo noble y rico, probablemente apoyada por su influyente familia de Hizuru. ¿De qué otra manera podría comprarse vestidos y obtener educación con Armin, uno de los tutores más solicitados?

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