Capítulo 29

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—Jean...siento lo sucedido en la iglesia, yo...estaba muy nerviosa.

Jean retiró la mirada de la ventanilla del carruaje y la dirigió a Mikasa—¿Por qué estabas nerviosa?—respondió

—Bueno...como sabes, nunca me había casado antes—bromeó Mikasa, y contempló con alivio cómo Jean chasqueó los labios y sonrió, desviando de nuevo la mirada. Al menos había logrado hacerlo reír un poco. Sería cuestión de pasar la noche y pronto tendrían tiempo de hablar todo lo sucedido y de todo lo que se aproximaba en su futuro.






Al entrar por las puertas de Bodensee, Mikasa pudo ver por qué otro motivo Jean miraba por la ventana y continuaba sonriendo.

Toda la entrada esta cubierta con canastos de flores, lilis y rosas de distintos colores, haciendo juego con las lámparas de papel de colores y antorchas iluminando el camino. Como ella le había dicho que lo había imaginado.

Los lugareños de Bodensee y sus alrededores los recibían desde la entrada, alrededor del espejo de agua, incluidos los niños del orfanato de Mitras. Todos agitaban sus manos, aplaudían y gritaban con júbilo a los recién casados.

A diferencia de los serios y formales invitados en la iglesia de Mitras, Bodensee se encontraba lleno de sonrisas, música y color. Había invitado a todos, como Mikasa lo había preferido.

Hasta el clima cooperaba con los planes de Jean, las nubes se habían despejado después del mediodía, dando paso a un hermoso atardecer en tonos rosas y naranjas, mientras el sol empezaba a bajar.

Cuando el coche se detuvo al frente de la casa Mikasa buscó de nuevo la mirada de Jean. Pudo notar de nuevo cómo sonreía satisfecho con el cuadro que los recibía.

La puerta del carruaje fue abierta por uno de los pajes y Mikasa pudo ver a todos los sirvientes en una fila, igual que el día en que la habían recibido por primera vez, pero la mayoría vestía también de manera individual y elegante, al ser también invitados de la fiesta.

Mikasa miró de Jean con el corazón enternecido, por haber tomado en cuenta sus palabras de hacía un mes. Se levantó de su asiento y justo ante de bajar se detuvo, volteando hacia él.

—Gracias, Jean—le dijo, y sujetándose con su mano sobre el rígido pecho de Jean, se inclinó y depositó un casto beso en sus labios en agradecimiento. El espontáneo y sincero beso de Mikasa hizo a Jean inhalar profundo de nuevo, al percibir su calor y su aroma tan cercanos.



Mikasa se asomó desde la puerta del carruaje, pero no fue el paje quien la ayudó a bajar. Una mano y voz conocidas la alcanzaron.

—Felicidades...su alteza—la voz y dulce sonrisa de Armin la recibieron al bajar. Jean sonrió de nuevo al escucharlo.

Mientras los sirvientes realizaban una reverencia a su nueva Duquesa, Armin besó su mano como lo acostumbraba.

—¡Armin!—Mikasa sonrió ampliamente—no te vi en la iglesia.

—Eran demasiados invitados. Preferí esperar. Connie también está aquí...y trae una sorpresa consigo—aún sonriendo, Armin le guiñó el ojo.

Mikasa asintió feliz y empezó a avanzar a la entrada de Casa Bodensee con ayuda de las damas, que tomaron la parte trasera de su vestido. Jean la siguió detrás, después de recibir la felicitación correspondiente de Armin.

Tomándola del brazo la guió por el resto del camino señalado por antorchas. Los enormes patios de Bodensee también estaban iluminados con papel de colores y lámparas, más flores y largas y ordenadas mesas de madera, cubiertos con platería y las más lujosas viandas. Piernas de pavo, jamón, vino, champagne, estofados, ensaladas y papas en distintas presentaciones. Al centro de cada mesa pastelillos, mermeladas y fruta se encontraban listos para acompañar después de la comida.


Mi ParaísoWhere stories live. Discover now