Capítulo 22

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Mikasa despertó esa mañana con una sensación tibia en las mejillas. Con los ojos aún cerrados intentó moverse y sintió sus brazos enredados dentro de la sábana,  empezó a zafar sus brazos. Su mente aún adormecida no le permitía aún recordar todo lo sucedido el día anterior.

Despacio se giró sobre su espalda y con sus brazos tocó sobre la cama, un mullido cobertor resguardaba el calor de su cuerpo. Apenas había luz entrando por la ventana, aún no salía el sol. Abrió los ojos y al volverse consciente de su alrededor, intentó sentarse sobre la cama pero un agudo dolor en su espalda la detuvo, al querer incorporarse por un costado sintió dolor ahora en los hombros y brazos.

Apretó y abrió los ojos de nuevo. Se encontraba en la que era su nueva habitación hacía una semana y se encontraba totalmente desnuda. De golpe vinieron los recuerdos uno a uno, el rostro de Eren, su sonrisa, su abrazo...su despedida. La fuerte carrera en la nieve y su caída. Se llevó la mano a la mejilla y de nuevo apretó los ojos al presionar la herida.

Recordó las palabras de Jean, "Alguien como debe dirigirse a mi adecuadamente", "ese vestido y me pertenecen". Recordó sus ojos mirándola llenos de rencor, recordó el dolor de su agarre. Cómo le había arrancado la ropa y había hundido sus dedos en su rostro lastimándola de nuevo.

Por un momento se sintió enferma y creyó que las ganas de vomitar le ganarían, con todo el cuerpo adolorido fue a la orilla de la cama y e inclinó la cabeza sobre la alfombra. Pero después de respirar profundo logró contenerse.

Todo seguía igual, ella era una posesión más del Duque. Miró a su costado izquierdo y vio el vestido roto en el suelo.

Se levantó y pudo sentir ahora el dolor en sus piernas, parecía que al caer de su caballo había también rodado por un acantilado, tenía golpeada la espalda y magulladuras por todo el cuerpo. Pero nada, nada, podía compararse con el corazón y la esperanza rota. Caminó despacio hacia el cuarto de baño, aún envuelta en la sábana.

Insensible a su propio dolor, recogió el vestido. Buscó a los lados y encontró la bufanda que había guardado tanto tiempo...no había notado cuán lastimado estaba su cuerpo y no había notado el enorme desgarre en la bufanda, probablemente rota al enredarse en los pinos.

Lo sucedido la noche anterior era apenas el inicio de más días de humillación. Al menos, no habría consecuencias para nadie más, al menos su cuerpo estaría cada vez más sano para resistir cada palabra y acción hiriente del Duque...tal vez al fin se aburriría de ella y la echaría, dejándolos a todos en paz, o tal vez tendría la oportunidad de morir antes.


No supo en qué momento, ni cuánto tiempo estuvo dentro de la bañera. El agua caliente aminoraba el dolor. Levantó sus rodillas y ahora encontró raspones en ellas, las acercó a su pecho y las abrazó.











En el cuarto contiguo Jean también se encontraba despierto. Se mantuvo junto a la ventana de su habitación, pero su mirada permaneció dirigida a la puerta de la recámara adjunta. Esperaba escuchar algún sonido, alguna voz, incluso, en alguna especie de milagro, esperaba escuchar a Mikasa llamarlo.

El sol apenas salía, no había logrado dormir más de un par de horas la noche anterior. Había permanecido junto a Mikasa, viéndola dormir y asegurándose que no pasara más frío. Un fuerte viento corría afuera y pudo ver los árboles moverse.

Su alteza el Duque de Mitras, descendiente de siglos de nobleza, había levantado la ruina de su padre con sus propias manos y trabajo. La estrategia de sus negocios era admirada y envidiada por muchos. Pero no tenía la más mínima idea de cómo disculparse por lastimar con toda intención a la primera mujer que había amado, después de años despreciando el amor y todas las tonterías que traía consigo.

Mi ParaísoWhere stories live. Discover now