Capítulo 28

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Jean permanecía aún sin camisa, recargado en el marco de la enorme ventana junto a su cama mientras terminaba de amanecer. Cada día disminuía la frecuencia de las nevadas, el invierno llegaba a su última fracción.

Sus noches de sueño habían sido cortas en esas últimas semanas y tan largas al mismo tiempo. Había adelantado todo el trabajo que podía y  se había dedicado a descansar aunque apenas podía dormir en las noches.

Faltaban sólo tres días para la boda y lograba poco a poco despegarse de los celos que lo consumían desde su espontánea visita a Mikasa en Mitras. No había recibido ninguna nota de ella y todo los planes parecían seguir igual.

Tal vez realmente no importaba lo que había sucedido. Mikasa no se casaría con él si no quisiera hacerlo, se lo había demostrado antes. Prefería huir sin una sola posesión, antes que aceptar casarse, si esa no era su voluntad. Tal vez no deseaba casarse con él antes, pero ahora, su decisión había cambiado... ¿O no?

Mikasa ya no tenía contacto alguno con Yeager. Ya no buscaba huir de Bodensee.  Convivía con su madre y con todos en ese lugar, la notaba feliz en su rutina y la forma apasionada en que recibía sus besos era innegable. Él mismo vio el rostro de Mikasa iluminarse, con la idea de formar una familia.

Aún si él no había sido el primero en su vida, ahora sería sólo él con quien compartiría todo de ella, en tres días sería suya para siempre, toda ella, sus sonrisas, su mirada, sus besos y su piel.


Sería su esposa y la madre de sus hijos.


Jean se cruzó de brazos y liberó un pesado suspiro. Con ese último pensamiento logró sonreír se colocó una gruesa bata de invierno sobre el ligero pantalón de lana  que utilizaba para dormir y bajó al comedor.


Después de desayunar, decidió dirigirse a la biblioteca y ocuparse con un olvidado pasatiempo. De todas las habilidades que había aprendido, la menos útil para la guerra y los negocios, era precisamente su favorita: La pintura

En una empolvada esquina en la biblioteca se encontraba una caja de madera llena con tubos de distintos colores de pintura de óleo, una paleta de madera y una vieja y manchada espátula. Jean tomó todo y lo colocó en su escritorio, para después sacar el caballete y ajustar la tela de lienzo a un marco de madera.

Pintar siempre le había gustado a Jean, pero rara vez le dedicaba tiempo. La última vez que le había dedicado horas corridas de su tiempo a pintar, había tenido el brazo izquierdo vendado en un cabestrillo.

Pasó cómodos y tranquilos minutos, trazando blanco y negro, contrastando todo con un fondo en brillantes colores verdes, rojos, rosas y azules.

Al finalizar, tomó el cuadro, lo contempló sostenido en ambas manos y sonrió.  Tomó un pincel delgado y lo firmó en la esquina inferior derecha.


Un llamado a la puerta lo hizo bajar el cuadro al escritorio.

—Su alteza. Lo árboles que había solicitado han llegado ¿Desea verlos?

—Que suban uno para verlo por favor.

—De acuerdo su alteza

De inmediato se presentó uno de los sirvientes con un mediano árbol de cerezo con sus raíces contenidas en un saco de tela. Jean se acercó y lo contempló  y antes de dar su visto bueno tomó una de las pequeñas flores en botón. En primavera estarían listos

—Gracias Godfrey, que los lleven al invernadero.

—De Inmediato su alteza. ¿Hay algo más que necesite?

—Mmm...sí, toma este cuadro. Llévalo a una habitación de huéspedes lejana y colócalo cerca de alguna ventana.... y regresa en diez minutos por favor, enviaré una nota.

Mi ParaísoWhere stories live. Discover now