Capítulo 23

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A las nueve en punto de la mañana Mikasa entró al comedor. Jean ya se encontraba sentado  junto a Kiyomi y su madre y las viandas estaban servidas. El menú, como siempre, era digno de una mesa real, pero servido para cuatro personas. Fruta con yogur griego en copas,  pan recién horneando y tostado, mantequilla, mermelada, huevos escalfados servidos sobre tocino y acompañados con jamón asado y verduras al vapor, café, leche y té. Todo adornado con coloridas copas de cristal llenas de jugo fresco de naranja.

—Buenos días su alteza,  Kiyomi San, alteza...Evelyn—expresó, tímida

—¡Buenos días Mikasa!—respondió Kiyomi feliz de verla bajar al comedor
—Qué gusto que nos acompañes hoy Mikasa—continuó Evelyn

Cuando Mikasa encontró la mirada del Duque él le sonrió levemente y asintió con la cabeza a modo de saludo, pero ella no pudo responder con la misma sonrisa. Bajó el rostro y se dispuso a probar un poco de té.

—Mikasa, pedimos moras frescas, Kiyomi nos comentó que te gustan mucho—comentó Evelyn, emocionada de al fin convivir con su futura nuera.

Apenada, Mikasa sólo trató de esbozar una sonrisa antes de tomar la copa con fruta.
—Gracias Evelyn...—miró brevemente a Jean—gracias su alteza.

Jean resopló para sí mismo. De nuevo parecía olvidarse de su nombre, le molestaba pero se lo había ganado. Mientras que otros se sentían privilegiados cuando se les otorgaba el permiso de llamarlo por su nombre, Mikasa parecía sentirse siempre más cómoda llamándolo por su título, y en cada ocasión que había logrado obtener migajas de su confianza, de nuevo había un retroceso entre ellos.

Comieron en silencio el resto del tiempo, Kiyomi podía notar a Mikasa aún cabizbaja , lo cual Evelyn interpretó como falta de energía por estar aún recuperándose de sus heridas, las cuales prefería no señalar, para no incomodar a Mikasa.


Jean pudo notar cómo Mikasa comía lento probando apenas un poco de los distintos platos dispuestas. Qué diferente era verla así. Acostumbrado a verla desenvolviéndose en sociedad, sonriente, suspicaz y con la cabeza en alto. Enfrentándolo siempre sin temor alguno.


Los ligeros rayos de sol entraron por los enormes ventanales de Casa Bodensee iluminando todo el esplendor de los muebles de madera y los cuadros colgados en las paredes. 

«Sol, al fin» pensó Jean. El pretexto perfecto, Mikasa debía tomar un poco de sol y podría aprovechar para alguna actividad que la hiciera recordarse a sí misma. Cabalgar sin duda.


—Mikasa, el doctor Windsor dijo que era importante que salieras al sol, creo que es mejor ir ahora, antes de que se vuelva a nublar el cielo.

—Si—replicó Mikasa y haciendo un breve reverencia con la cabeza a Kiyomi y Evelyn, se levantó de inmediato, sorprendiendo a Jean que aún no finalizaba de comer.

—Eh...bien, vamos—se limpió con la servilleta de tela y se excusó para salir junto a ella del comedor.

Al verlos salir juntos, Evelyn sonrió a Kiyomi—¿Puede creerlo Kiyomi San? Apenas hace unas semanas pensé que no conocería a mis nietos y ahora estos chicos van juntos a todos lados—Kiyomi sonrió nerviosa.




Una vez fuera, Jean tomó la mano de Mikasa y la enredó en su brazo, como acostumbraba hacerlo. Mikasa mantenía la mirada baja y se limitaba a responder con la cabeza o simples y cortos "si o no".  Jean decidió que lo mejor era simplemente guiarla.

Mi ParaísoWhere stories live. Discover now