Capítulo 9

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Asegurándose de nuevo que ganaría esa carrera, miró hacia atrás y ondeó el sombrero en el aire. Logró ver a Jean que ondeó su mano y asintió en señal de estar listo. Mikasa arrojó el sombrero girando en el aire.

El corazón de ambos latió con fuerza al ver el sombrero descender. Arrearon sus caballos al unísono y empezaron a acelerar.

Jean fijó su vista en Mikasa, conocía ese camino, lo había recorrido más de una vez cabalgando, no necesitaba más que poner atención al frente y mantener el control de su caballo. Pudo observarla mantenerse firme en ese arranque que se iba convirtiendo en una carrera cada vez más rápido. Sonrió de lado mientras la veía introducirse por el camino del pequeño pero denso bosque.

Una ligera curva empezó a pronunciarse en el camino mientras avanzaban y Mikasa la sorteó sin problema alguno, la mirada fija el frente, sostenida con toda la fuerza de sus piernas y control total de los estribos y rienda. Empezó a acelerar cada vez más y pudo sentir cómo el delicado peinado que le habían realizado en el cabello, empezaba a ceder en el viento con el fuerte galope y velocidad. Decidida a ganar, se inclinó hacia el frente sujetándose mejor y arreó una vez más solicitando mayor velocidad.

Jean frunció el ceño al verla, él también aceleraba pero seguía sin poder alcanzarla. De golpe su diversión empezó a convertirse en concentración. ¡No podía permitir que le ganara! Todo había sido una tonta apuesta para hablar con ella y poder besarla de nuevo, pero ahora por más que se esforzaba, no lograba cerrar la ventaja que le había dado voluntariamente. Otra curva en el camino, esta vez más pronunciada, el ruido del fuerte galope de los caballos retumbaba, a sus lado los árboles pasaban cada vez más deprisa. Empezó a arrear con más ímpetu, su caballo avanzó pero sin lograr alcanzar al caballo de Mikasa que controlaba su caballo a la perfección en cada curva, sin titubear.

De pronto un jadeo se escapó de la boca de Jean en reacción a lo que vio al frente, un tronco de pino suficientemente largo, atravesaba el camino, aún con un poco de follaje verde. Probablemente se había caído hacía unos días y aún no lo habían retirado. No era tan grande, su caballo podría brincarlo sin problema, pero desconocía el caballo de Mikasa y a esa velocidad una caída podría lastimarla gravemente. Sintió una punzada de remordimiento por haberla orillado a esa peligrosa situación, todo por su estúpido juego.

—¡Mikasa para!—le gritó. En cuestión de segundos pudo verla frente al frondoso tronco. Pero Mikasa no volteó, ni titubeó, con un movimiento suave y elegante, Mikasa se levantó de la silla, sostenida con las piernas sobre los estribos; liberó ligeramente la rienda para permitir al caballo estirar el cuello y dar un fácil salto sobre el tronco. Al caer, el listón que sostenía su moño terminó por ceder, dejando caer en cascada el cabello de Mikasa sobre su espalda y continuó volando en el aire, mientras mantenía firme la misma velocidad.

Aún asombrado con la escena recién presenciada, Jean abrió amplios los ojos y continuó detrás de ella, como hábil jinete también saltó sin problema el tronco y sin bajar la velocidad. Aún con el cuerpo completo de su caballo detrás de ella. Al fondo alcanzó a ver el claro de luz frente a ellos.

«No puede ser» Se repitió Jean empezando a sudar tratando en vano de pedir a su caballo acelerar«¡No puede ser!» Innumerables veces había corrido por ahí junto a Connie y otros caballeros de la corona, nunca, ninguno le había superado, muchos menos con un caballo que no fuera propio y ¡Jamás!, en todos sus años de vida imaginó que quien lo haría, sería una mujer.



Mikasa avanzaba inmutable y constante, al ver la luz del claro sonrió y cerró brevemente los ojos sintiendo el viento en su rostro. Había extrañado tanto cabalgar de esta manera y qué mejor manera de retomarlo, que dejando al arrogante duque detrás de ella. Abrió los ojos lista para cerrar, cuando sintió como el caballo cambiaba de pronto su paso, bajando la mirada colocó su mano sobre su cuello, pudo sentir como bufaba el animal, quiso marcarle el paso de nuevo, pero se preocupó al escucharlo relinchar roncamente. Su caballo dejó de responderle y disminuyó la velocidad, pero Mikasa no pudo saber qué pasab. Levantó de nuevo la mirada al camino y logró escuchar el caballo de Jean acercándose.








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