Capítulo 24

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Mikasa bajó a desayunar y al entrar al comedor no encontró a Jean, sólo Kiyomi y Evelyn la esperaban. Poco a poco se dio cuenta que Jean en realidad pasaba más tiempo ausente, en su estudio o fuera de Bodensee. Salía desde temprano y llegaba ya tarde por las noches, después de que la mayoría se había retirado a dormir. Constantemente llegaban y salían cartas y sobres con documentos. Las visitas de contadores, asistentes y otros se hicieron evidentes.

—Las visitas han disminuido por el invierno, pero en ocasiones pasa toda la noche resolviendo alguno de sus nuevos negocios, o se encuentra fuera por semanas—le comentó Evelyn, una tarde mientras tomaban el té juntas—sólo espero que cuando tengan hijos pase suficiente tiempo con ellos—Mikasa bajó la mirada apenada

Por suerte Kiyomi siempre la ayudaba a cambiar el tema—Imagino que debe ser mucho trabajo mantener tantos estados y negocios al día...por cierto este té de flores es delicioso—cruzó la mirada con Mikasa y le guiñó un ojo, a lo que Mikasa sonrió con los labios.



Tal y como Evelyn lo dijo, en más de una ocasión Jean le envió notas mencionando que no podría cenar con ella, que la encontraría en la biblioteca, a veces, ni siquiera eso.

Los días pasaban rápido en serenidad. Kiyomi y Evelyn le hacían compañía, incluso empezaron a salir por las tardes a Mitras.

Por las noches, el té y la lectura eran silenciosas y apacibles. Ni Jean ni ella habían vuelto a mencionar lo sucedido.

Las heridas en su cuerpo habían sanado, su resfriado se había ido, las magulladuras desaparecieron...todo, excepto la herida en su mejilla que, aunque ya no dolía, había tomado más tiempo en sanar, e iba poco a poco formando una marca permanente en su rostro. Todo parecía haber sido una larga y lejana pesadilla.






En ausencia de Jean, Mikasa empezó a visitar de nuevo a Malak y empezó a cabalgar de nuevo.

Bodensee tenía una extensión casi interminable sólo delimitada por los lagos en su centro y el arroyo que lo atravesaba, conforme lo recorría encontraba detalles específicos que le iban encantando, además de los jardines invernales había algunas pequeñas casas dentro de la misma propiedad. Los dueños eran los mismos sirvientes de Jean. Algunos vivían en familia con niños pequeños, algunos ya ancianos no trabajaban, pero vivían ahí con todas las comodidades proviniendo del Duque. Cuando los saludaba, todos la recibían sonrientes y no se despedían sin desearle salud al Duque de Mitras.

Era como conocer a otra persona a través de ellos.








Esa noche Jean tampoco alcanzaría a tomar té con ella, pero Mikasa decidió ir de todos modos a la biblioteca. Después de tomar el acostumbrado té, se mantuvo entretenida con la lectura. Recargó su rostro en el puño de su mano y miró al costado el sofá donde normalmente se sentaba Jean.

Poco más de un mes había pasado y no lo había percibido, al principio le sorprendió la lejanía de Jean y la había encontrado cómoda; después había empezado a acostumbrarse a esas noches de té, sin tensión ni cuestionamientos. Hablaban de los libros leídos y de sus tardes en Bodensee. Ahora lo esperaba llegar, aún sabiendo que no llegaría. Cerró los ojos y suspiró tranquila. No notó el momento en que se quedó dormida y no notó cuando Jean llegó a la biblioteca minutos después.









"Buenos días Mikasa" la lejana voz la despertó. Abriendo un poco los ojos advirtió la ligera penumbra de su habitación.

—Hola...— la saludó de nuevo Jean, que se encontraba al lado de su cama inclinado sobre una rodilla. Mikasa levantó sus manos y talló un poco sus ojos para aclarar su visión.

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