Capítulo 7

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—Mikasa, te presento a mi buen amigo, el duque de mitras, Jean Kirschtein—los presentó Armin.

Consciente de sus modales, Mikasa hizo una reverencia y ofreció su mano.
—Su alteza, un placer. Gracias por venir.

—El placer es mio...—llevó el dorso de la mano de Mikasa a sus labios—Artemisa

—¿Eh?—Mikasa levantó la vista de golpe se encontró con una sonrisa adormilada y profundos ojos miel. Pero antes de que pudiera reaccionar, Connie se acercó entre los dos.
—Bien, es mi turno Mikasa—le dijo extendiéndole la mano.

—Lamentablemente Connie, este baile ya es mio—respondió Jean, quien aún no soltaba la mano de Mikasa y empezaba a avanzar a la pista. Aún distraída y preguntándose si había escuchado bien, Mikasa sólo atinó a voltear hacia Connie y Armin y asentir con la cabeza de manera rápida mientras se dejaba llevar.

El hombre frente a ella empezó a bailar suavemente con la exactitud de alguien que había bailado cientos de vals. Mikasa seguía sus pasos manteniendo la vista neutra sobre los hombros de ese nuevo conocido. Giraba y lo miraba de manera sutil, repasando sus características, hasta que la volvía a tomar de la cintura para continuar al ritmo de la música.

Observó su peculiar estatura de al menos 1.90 m, sobre la línea de su mandíbula un afeitado limpio hasta dejar una ligera barba, que rozaba por momentos, el costado de su frente. Su cabello caía por su nuca, peinado con cuidado hacia atrás. La piel en su rostro era clara, pero con un ligero bronceado «¿Un duque que camina de vez en cuando?» pensó Mikasa. De vez en cuando le encontraba la mirada, una sonrisa tenue y esos dulces ojos ámbar, le parecían extrañamente familiares, contrario a la inquietud que sentía al estar cerca de él.

Así se mantuvo flotando junto a él, hasta que no pudo más con el suspenso.—¿Nos hemos visto antes?—le preguntó
—Sí...—respondió Jean suavemente
—Oh—trató de recordar, de encontrarlo entre los rostros de los múltiples hombres que habían pedido bailar con ella, entre aquellos que había saludado al llegar la ópera, buscó en su mente, pero no lograba ubicar entre ellos a alguien lo suficientemente alto o con ojos de ese color.

—No logro recordarlo su alteza
—Me ofende madame, pero supongo que puedo remediar eso.

Mikasa sintió una punzada al escucharlo, había algo en su voz que la inquietaba y al mismo tiempo la hizo desear atacar su arrogancia en la frase mencionada. —Tal vez sea difícil, tengo muchos amigos como puede ver, todos caballeros leales y educados—respondió.

—En ese caso, tal vez algunos de ellos tengan un accidente camino a casa...con un poco de mi asistencia—Mikasa no pudo evitar sonreír con esas últimas palabras.
—Eso no sería competencia justa, su alteza
—No me interesa la competencia justa, me interesa obtener lo que quiero—Mikasa jadeó por un segundo y levantó la mirada a esos ojos ámbar que estaban clavados en ella y había tratado de evitar. Las palabras directas y severas del duque, contrastaban con su rostro y sonrisa amables. Notando el silencio, Jean continuó:
—De hecho, si lo piensa Miss Ackerman, usted puede salvarles la vida permaneciendo a mi lado el resto de la noche.

Con un ligero suspiro Mikasa reaccionó y al fin despegó los ojos de los suyos—Ah en fin, nuestra amistad no era tan fuerte después de todo.

Jean lanzó ligeramente su cabeza hacia atrás con una acallada y contagiosa risa «salvaje como el día que la conocí» pensó mientras finalizaba la música. Con un último giro, la acercó a él tomándola con suavidad de la cintura y regalándose la vista de su bello escote debajo de él.

Mikasa pudo sentir cómo el duque la tomaba de nuevo del brazo, pero un movimiento sutil y rápido liberó su mano e hizo una breve reverencia. Se dio la vuelta y empezó a dirigirse hacia Connie en la orilla de la pista. Jean notó como se escabullía y sonrió detrás de ella.
—Los accidentes recaerán sobre su conciencia madame—Sin dejar de caminar, Mikasa fingió no oír lo último, sólo quería alejarse ya de ese hombre que le robaba la calma con tan sólo escucharlo.

Mi ParaísoWhere stories live. Discover now