Capítulo 12

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La cabeza de Mikasa daba vueltas con un tumulto de preguntas que no lograban salir de su boca. Cerró los ojos procurando con toda su voluntad, no dejar caer las lágrimas que le ardían. Colocó sus manos sobre el escritorio intentando procesar las palabras de Levi. Cuando al fin abrió los ojos, logró hablar.
—¿Cuándo?
—Cuando partiste a Hizuru
—¡¿Estoy comprometida desde que fui a Hizuru?!
—Los arreglos se hicieron en tu partida, el contrato se consolidó cuando cumpliste dieciocho años.

Las siguientes palabras se ahogaron en su boca, sintió que le dolía todo el cuerpo, con una mezcla de tristeza y furia. Sintió calor en el pecho y un profundo sentimiento de traición por su tio Levi, en donde hacía unos minutos había amor.
—¿Cómo...pudo hacerme esto...sin siquiera consultarme antes, sin...?—Kiyomi se levantó de su sofa y caminó hacia la chimenea.
—Kiyomi San...—la nombró suplicante Mikasa al verla alejarse.

Aludida, Kiyomi respondió—Mikasa no es mi lugar opinar del tema, tu tutor legal ante la corona es Mr. Ackerman...pero, aún así querida, un duque es el título más alto, estás en una excelente posición con un contrato matrimonial como este.

"Contrato" resonó en la cabeza de Mikasa, un contrato; como el que se requiere para comprar un objeto o propiedad..."Duque"...tomó aire de nuevo «¡El Duque!» su furia podría haber incendiado el lugar al voltearse a verlo. Se acercó unos pasos para encontrarlo viéndola con la mandíbula tensa  y el ceño frucido,  aún recargado con una mano sobre la barra del bar y sosteniendo un vaso con licor en su mano. No, él no era el chico con el que había pasado la tarde, no la miraba con dulzura  y no había una gota de remordimiento o vulnerabilidad en su rostro.

—Tú...— se dirigió a él apretando los puños sujetando su abrigo. Jean reaccionó incorporándose y elevando el mentón, viéndola hacia abajo, con la arrogancia con la que lo había conocido—¡Tú, vil y odiosa...serpiente!
—¡Mikasa!—Kiyomi le llamó le atención—No puedes dirigirte así a su alteza...
—¡Ah claro!—la ira consumía a Mikasa—Usted...mi señor, es el ser más tramposo y falto de honor que conozco—le dijo en un tono tranquilo y sarcástico sin dejar de apretar su abrigo. pero Jean no respondía una sola palabra. En cambio, ignorándola, se dirigió a Levi  y Kiyomi.

—Mr. Ackerman, Madame ¿Pueden concedernos unos minutos a solas?
—Su alteza—respondió Kiyomi con un reverencia y salió, con Levi siguiéndola detrás. Antes de cruzar la puerta, Levi miró de reojo a Jean quién encontró y enfrentó su mirada.



Mikasa permanecía furiosa viendo y sintiendo cómo todos parecían ignorar sus palabras. Esperó a que se cerrara la puerta detrás de ellos.
—¿Qué clase de basura de hombre tiene que ser, para tener que comprar una esposa? ¿Así es como consigue todo cierto? Con negocios, apuestas y...¡Chantajes!—la mirada soberbia de Jean no cambiaba, bajó con tranquilidad su baso al bar.
—Necesitas tranquilizarte
—¿Cuánto pagó por mi?
—Basta Mikasa
—¿Cómo logró convencer  a un hombre inteligente y con experiencia? Lo encuentro altamente interesante—Jean avanzó hacia ella amenazante, pero Mikasa no retrocedió ni un sólo paso. Dios, odiaba su actitud, pero esa mirada hacía que le ardiera todo el cuerpo. Al parecer los únicos que no le temían y podían irrespetarlo sin consecuencia alguna eran los Ackerman, un hombre con bastón, un alcohólico y una delgada...y hermosa, mujer. Afortunadamente quedaban pocos en Paradiss.

—No pudo haber pagado mucho, una huérfana sin nada más que vestidos y...
—Una cabaña en Shinganshina—la interrumpió Jean—con un amplio prado para cabalgar y un lago cercano, excelente para cazar—el corazón de Mikasa se hundió—también es mio ahora. De hecho, estoy permitiendo a tu tio Kenny vivir  y cazar en mi propiedad.



Mikasa bajó la mirada,soltó los flancos de su abrigo y relajó los hombros. Por unos momentos su mente divagó en una serie de imágenes frente a sus ojos, pudo ver sus huellas en la nieve, la última vez que había cabalgado ahí, su madre esperándola para cenar, un venado junto al lago...recordó a un hombre, un noble que la había atacado en plena caza...abrió los ojos elevando las cejas.
—¡Era usted! El hombre que me atacó aquel día...—apretó los ojos por un segundo tratando  de controlarse.
—Si, era yo...y ahora que eres mi prometida, requiero que te refieras a mi con más respeto, especialmente frente a otros.

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