Capítulo 13

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La mañana siguiente Mikasa despertó aún cansada, no sabía en qué momento se había quedado al fin dormida y no tenía idea de la hora. No se había cubierto bien y despertó con frio y un ligero dolor en la garganta que podía provenir de haber gritado en el estudio, o de haber llorado hasta el cansancio. Sus ojos aún le ardían, los cerró para aminorar la molestia y al mismo tiempo recapituló la tragedia nocturna que, al despertar, deseó hubiera sido una pesadilla. La cabeza también le dolía y deseaba todo menos salir de la cama.


Tal vez si regresaba y volvía a dormir podría anestesiar toda esa incomodidad de nuevo. Se recostó y abrazó de nuevo su almohada, esta vez utilizó el cobertor para protegerse del frio. Pero no pudo dormir más, permaneció  en silencio, con todo lo que se reflejaba en su cuerpo. No sabía si estaba por enfermarse o esa mañana había amanecido particularmente más fría. El invierno se acercaba y con ello la primer nevada.

—Mikasa—escuchó la voz de Kiyomi detrás de la puerta y volvió en sí. «Kiyomi...Baasan» pensó y de nuevo sintió una punzada en el pecho, su amiga y lo más cercano a una abuela. Había estado en el estudio la noche anterior y al parecer apoyaba también al Duque de Mitras. Le dolió del corazón de pensar que también ella la había traicionado

—¿Mikasa puedo pasar?— se escuchó de nuevo.
—Adelante—al fin respondió MIkasa. La puerta se abrió y entró Kiyomi, esta vez ninguna dama la acompañaba. Apenas se acercaba a su cama cuando Mikasa se dirigió a ella con tristeza.
—Kiyomi San...¿Cuándo fuiste informada de todo...esto?

—La tarde de ayer, cuando su alteza y tú regresaron de cabalgar. Mikasa, esa noche el Duque y Levi me dijeron de tu compromiso. Querida—Kiyomi terminó de acercarse y tomó sus manos—yo pensé que era un excelente contrato para ti, no sabía nada de lo que tú nos dijiste anoche.

—Oh—en voz baja Mikasa respondió a las palabras de su querida Obaasan. No la había traicionado, había permanecido tan ajena a las trampas del Duque como ella. De nuevo sus hombros empezaron a temblar con las lágrima que aún le quedaban de la noche. Kiyomi la tomó en sus brazos.

—Todo va a estar bien Mika—su tía la sostuvo en un abrazo muy necesitado, hasta que Mikasa pudo componerse. Al levantar el rostro por fin sintió que la energía regresaba a su cuerpo. Kiyomi la soltó y se dirigió al cuarto de baño, regresando con agua en una palanqueta con agua fría y algunos paños. Remojó con cuidado uno de los paños y empezó a colocarlos sobre la sien y los ojos de Mikasa—sostén esto querida, te ayudará con la inflamación.

Mikasa tomó uno de los paños y lo sostuvo sobre uno de sus ojos. Abriendo uno sólo de sus ojos miró a Kiyomi.
—Voy a casarme con Eren...—empezó despacio y después aumentó la fuerza en su voz—es lo que he querido hacer desde el día que dijo que pediría mi mano obaasan—Kiyomi le lanzó un mirada serena y con ligera preocupación—pero, aún si no planeara casarme con Eren, jamás me casaría con ese maldito Duque.

Kiyomi frunció el ceño esta vez.

—Kiyomi, estás del lado de Eren ¿Cierto?—preguntó, esperando un respuesta inmediata y comrpometida.

—Estoy de lado Mikasa y de nadie más. Quiero lo mejor para ti—pasó su mano por su cabello colocándolo detrás de su oreja—ya es tarde, enviaré a las damas, su alteza avisó que vendría por ti al mediodía.

—¡Su alteza!—repitió Mikasa enfurecida con el recuerdo del vil título nobiliario de Jean. A todos había que dirigirse como "Mi Señor o su Señoría", pero a un Duque se le debía llamar su alteza al estar sólo por debajo del rey.
—Pediré que prensen y desarruguen algunos de tus vestidos de invierno, ha empezado el viento invernal—continuó tranquila Kiyomi, procurando no atizar más el humor de Mikasa.
—Kiyomi ¿Dónde está Historia?
—En sus clases desde temprano, por supuesto, sabes que deberá debutar en la siguiente temporada. Levántate y arréglate. No permitas que nadie te vea derrotada querida.

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