Capítulo 33

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Un ligero bache en el camino sacudió el carruaje haciendo despertar a Mikasa, que se había quedado dormitando en el camino después de llorar. Espabiló un poco y recorrió la cortina. Su corazón dio un pequeño salto y no pudo evitar la alegría y melancolía de ver el camino. Sólo se veían campos a su alrededor, algunos árboles y a lo lejos las montañas.

La familiar vista le traía de vuelta el sentimiento de hogar de su infancia, abrió los ojos y sonrió con los labios. El carruaje dobló hacia su vieja casa y la vio de lejos. Sonrió de nuevo con la idea. Su casa, la que recorría completa con sólo unos pasos, conformada sólo por tres habitaciones y el resto era campo abierto. Estaba de vuelta.

Esperaba encontrarla en abandono y con los jardines marchitos. Pero al abrir la puerta del coche su rostro reflejó asombro.

La cerca del perímetro se encontraba derecha y reforzada, pintada en color blanco, los jardines no sólo no estaban marchitos, eran más amplios y enmarcados con arbustos perfectamente recortados, al centro estaban llenos de flor de lavanda y hortensias de color blanco y morado. Algunas macetas con más flores se encontraban simétricas en las esquinas y en la entrada de la cabaña...que de vieja no tenía nada.

La madera se encontraba renovada y con un elegante barniz,  las ventanas de la casa  estaban enmarcadas también en color blanco y tenían ahora sobrepuestas ventanas de madera que se abrían a los costados. El pasto estaba podado y limpio, ni una sola hoja seca se veía alrededor.

Parecía que el invierno nunca había tocado ese lugar.

Su sorpresa creció aún más cuando vio salir a a dos mujeres y un hombre desconocidos salir de la casa a recibirla. Los tres vestidos en uniforme como las damas y los mayordomos vestían normalmente.

—Bienvenida mi Señora. Mi nombre es Jacob Peterson y estoy a cargo de su casa—la saludó primero el mayordomo—su habitación está lista

Antes de que pudiera decir algo las damas también se acercaron a recibirla y ofrecerle ayuda con su abrigo invitándola a pasar a casa.

Las condiciones de su casa eran aún mejores dentro, todo se mantenía igual, pero restaurado al mismo tiempo, una alfombra cubría las escaleras, había algunos cuadros y jarrones decorando el pequeño espacio y todo se encontraba impecablemente limpio.

Todo a su alrededor se percibía tibio, la chimenea que solía estar llena de hollín estaba ahora recubierta en ladrillo rojizo y con un reja de hierro al frente reteniendo la leña. Se adelantó a la sala y alcanzó a ver las largas piernas del tío Kenny sobre un banco, frente al sofá en el que se encontraba sentado, con un vaso en la mano como siempre.

—Al menos esperaste a que pasara mediodía para beber—le dijo Mikasa al entrar, a modo de saludo y de burla.

—¡Mikasa!—le respondió Kenny desde el sillón—me levantaría pero no quiero tirar la toalla, como ves, estoy en medio de mi rasurado.

Levantando la mirada, Mikasa notó la toalla despidiendo vapor sobre sus hombros.

—Todo listo Mr. Ackerman—una de las damas se acercó con una preparación de crema para afeitar y una navaja en la mano.

Mikasa frunció el ceño y ladeó el rostro, Kenny no sólo no la estaba pasando mal o teniendo que cazar diario, de hecho lo estaban consintiendo.  ¿Desde cuándo Levi pasaba por ese nivel de gastos para cuidar de él?

Ahora observó con cuidado el vaso de vidrio que Kenny sostenía en su mano y se acercó para ver mejor...¿Acaso veía...? ¡¿Fruta?! Tomó la jarra que estaba en la mesa de centro y  la acercó a su rostro. ¡¿Sin alcohol?!

—¿Tio, de verdad estás tomando agua de frutas?—le dijo Mikasa, incrédula

—Ah pues la preferiría con un toque de vodka, pero Olivia hace unas infusiones increíbles, esta tiene limón, pepino y fresa. Deliciosa...¿Verdad preciosa?— se dirigió lascivamente Kenny a la dama que empezaba a rasurarlo.

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