Capítulo 11

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Mikasa leía esa nota después de tanto tiempo con la esperanza de recibir noticias de Eren, pensando en que todo lo sucedido había sido sólo un trago amargo y todo estaría bien ahora. Abrazó de nuevo la nota a su pecho.

Empezó a sonreír sola sentada en la antesala, se sentía más que feliz, se sentía aliviada y la soledad que había sentido hacía unos minutos se desvaneció de golpe. Su cuerpo se llenó de energía, deseaba tanto tener a alguien con quien compartir su alegría. Si Historia no estuviera en clase, sin duda hubiera corrido a decirle.

En cambio decidió aprovechar ese tiempo y salir a cabalgar, el día seguía frío pero se asomaba el sol de mediodía, tan sólo trotar un poco a solas dentro de esa propiedad, era todo lo que quería en ese momento.

Tomó con cuidado la nota y la guardó junto a la carta, en el mismo sobre. Se secó de nuevo las lágrimas y acomodó sus mangas en un intento de compostura. Al levantarse, entró una de las damas llevando una charola con la preparación de té que había pedido.

—Oh...disculpa, ya no necesitaré el té, tengo que salir—la dama le miró extrañada
—Madame pero, ¿No va a a recibir a la visita aquí?—Mikasa frunció el ceño
—¿Visita? Mr. Ackerman mencionó que no había llamados el día de hoy.


—No soy un llamado. Le recuerdo Miss Ackerman, que soy un amigo de la familia Reiss—el duque de Mitras entró a la antesala. Mikasa levantó la mirada ante su inusual y alta figura.
—Su alteza...—reverenció junto a la dama que dejaba el té y se retiró de inmediato.

—Sólo llámame Jean—señaló el duque, una vez que se quedaron solos
—No creo que pueda mi señor, después de instrucciones diarias, de cómo dirigirse a los distintos títulos nobiliarios, se me dificulta la idea.
—Llamas a Armin y Connie por su nombre y son marqueses—teniendo claro que de nuevo no pensaba dejar de insistir, Mikasa suspiró y se sentó otra vez para servir una taza de té y ofrecérsela al duque.

—Digamos que, la forma en la que conocí a Armin y Connie, fue diferente—Jean sonrió ante esa respuesta aceptando la sutil recriminación. Tomó la taza de té de las manos de Mikasa y se inclinó para colocarla de nuevo en la mesa del centro y tomar asiento.
—Veo que no ha aceptado mi disculpa madame—Mikasa se limitó a suspirar y mirar hacia su taza de té y después hacia el sobre a su lado en el sofá.

—¿Qué lo trae de visita hoy? Mr. Kirschtein...Armin se ha marchado a Hizuru y Connie regresó a Ragako—Empezaba a sentir esa molesta inquietud que aparecía cada vez que estaba frente al duque.
—Lo sé. Pero no vine por ellos, he venido a visitarla a usted.
—Oh...— «oh no» pensó.

—Un insulto hubiera dolido menos, que tan emocionante reacción Mikasa

Ella levantó la mirada y no pudo evitar sonreír, nunca le fue fácil mentir y, mientras otros se comían su farsa de chica ingenua, Jean no parecía caer en lo absoluto.
—Lo siento su alteza—Jean puso los ojos en blanco al ver que se negaba completamente a llamarle por su nombre—tenía otros planes para el día de hoy, mi tio Levi comentó que no habría llamados.
—¿Arruiné sus planes?
Mikasa lo miró a los ojos, de nuevo esa incomodidad y necesidad de pinchar su arrogancia.
—Sí—respondió con una sonrisa.


—¿No me diga? ¿Planeaba bordar el día de hoy?—replicó Jean con un tono sarcástico y Mikasa no pudo evitar dejar escapar una risita. Jean la miró encantado, le fascinaba provocarla de cualquier manera, especialmente porque siempre recibía respuestas honestas de ella—en vista de que no planea bordar o visitar a sus amigas nobles, creo que llegué justo a tiempo.

De nuevo Mikasa lo miró confundida ¿Por qué no se iba, a tiempo para qué? Este hombre nunca era claro y sus frases indirectas le molestaban
—¿A tiempo?
—Así es...aún tengo una deuda con usted madame y por mis malos modales, no traje un regalo en su cumpleaños...si me concede quince minutos de su apretada agenda, quisiera saldar ambos hoy—terminó Jean, al tiempo que extendía su brazo y ofrecía su mano a Mikasa. En un impulso Mikasa levantó y colocó su mano sobre la de Jean, por un segundo no vio ninguna amenaza en su ojos, ni notó sarcasmo en su voz, por un momento...le pareció que veía sólo un rostro dulce frente a ella. En cuanto tocó la tibia mano de Jean él la sujetó con firmeza y la jaló levemente hacia arriba para levantarla del asiento. Mikasa olvidó el sobre junto a ella y al incorporarse este cayó empujado por su vestido.

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