Capítulo 2. La mentira del destino

164 19 0
                                    

La música cesó en cuanto las piernas de Vil fallaron y cayó al suelo. No comprendía qué le estaba sucediendo, pero tenía demasiado calor como para pensar en ello. Alzó la cabeza, y lo único que vio fue a Leona frente a él, con el rostro ruborizado como el suyo y las pupilas fuertemente dilatadas. Varios asistentes lo estaban sujetando pero él continuaba haciendo fuerza, como si estuviera intentando acercarse el rubio. Reconocería ese aspecto en cualquier parte, al fin y al cabo, no era la primera vez que se topaba con un alfa en celo. Lo que no lograba entender era por qué el león y él mismo parecían estar en celo, ni por qué razón las feromonas solo parecían afectarles a ellos dos. Tampoco tuvo mucho tiempo para reflexionar sobre el tema, porque pronto notó que alguien lo cargaba en brazos y lo alejaba del alfa. Por supuesto, se trataba de Rook, que había corrido hacia él junto con Neige nada más presenciar su caída. Farena apareció justo después, interponiéndose entre ellos y su hermano.

-¿No se tomó el inhibidor? -preguntó Rook.

-Se lo tomó, ambos lo hicimos -respondió Farena-. Pero eso no es lo que importa ahora, tenemos que separarlos antes de que Leona cometa una estupidez.

-D'accord. Vámonos de aquí.

Rook y Neige llevaron a Vil de vuelta a su habitación. Si bien su temperatura había bajado, el príncipe todavía se encontraba acalorado. Tenía tanto calor que sentía que podría vaciar una jarra entera de agua y todavía necesitaría más. Todo aquello no tenía ningún sentido. Antiguamente, los omegas tenían celos muy potentes durante varios días cada mes, pero los avances en farmacología mantenían los ciclos de celo muy controlados. Con los inhibidores que tomaba él, tan solo tendría que tener un celo bastante suave por un día cada tres o cuatro meses, y ya le había tocado el mes pasado. No tenía un celo tan fuerte desde su primera vez. Era cierto que su condición de omega dominante le hacía tener celos más intensos que los otros omegas, pero eso era únicamente si no tomaba la medicación, por lo que nada de esto tenía lógica desde su punto de vista.

-Roi du neige, ¿lo encuentras? -preguntó el conde con un tinte de nerviosismo mal escondido.

-¡Lo tengo! -exclamó el barón, acercándose con una caja que contenía la medicina de emergencia de Vil-. Rápido, quítale la parte de arriba del vestido para que podamos calmarle.

Vil odiaba la medicina de emergencia, como todos los omegas. Era una inyección que había que aplicar en la zona lumbar en caso de que fuera necesario controlar el celo en cosa de minutos o incluso segundos. Al rubio siempre le daba dolor de cabeza, en ocasiones incluso le había provocado náuseas. No podía negarse que era eficaz, pero Vil dudaba que todos los efectos secundarios valiesen la pena. Aun así, era consciente de que la necesitaba, por lo que permitió que su amigo le bajase la cremallera y apretó los dientes para no protestar al sentir la aguja perforar su piel.

-¿Te encuentras mejor? -inquirió Rook mientras le subía de nuevo la cremallera del vestido.

-Sí, pero odio tener que recurrir a esto. ¿Qué ha pasado exactamente?

-No te va a gustar la respuesta.

El príncipe abrió la boca para replicar, sin embargo, alguien llamó a la puerta del dormitorio, interrumpiéndole. Neige se apresuró a abrirla, y Farena pasó al interior. El león parecía nervioso.

-Mi hermano se ha tranquilizado -informó-. Está confuso y no sabe qué ha sucedido ni por qué ha reaccionado de esa manera.

-Leona... -murmuró Vil-. ¿Leona estaba en celo?

-Sí, y estaba tratando de morderte -contestó el conde-. Solo a ti. Habéis sido los únicos en reaccionar así.

-¿Qué significa esto?

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora