Capítulo 22. Confesiones

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Vil se revolvió en la cama durante la madrugada, incapaz de dormir, y terminó sentándose. Leona despertó ante el movimiento brusco del chico y se irguió también, sentándose a su lado. El rubio no había mejorado mucho después de vomitar y darse un baño caliente, y el mayor suponía que la ansiedad tenía tanta culpa como su estado, si no más.

Besó su frente en un gesto tierno que parecía estar haciéndose habitual por su parte. Por un momento, Leona creyó que el príncipe rompería a llorar, pero sabía que Vil era fuerte, a lo mejor demasiado fuerte para su propio bien, y no se quebraría tan fácilmente. Pese a la ausencia de luz, el león se daba cuenta de que su esposo no tenía buena cara, y su cuerpo se encontraba cubierto de un sudor frío.

-Te voy a dar la infusión que no te quisiste tomar antes y la vas a beber -anunció el alfa en voz baja pero comandante-, ¿está claro?

Después del baile, Leona le había pedido a Ruggie que le trajera una infusión a Vil, pero Vil había insistido en que no la necesitaba y solo tenía que descansar. El felino no le había creído, sin embargo, sabía mejor que nadie que discutir con el menor no llevaba a ninguna parte, así que apartó la taza de porcelana y la cubrió con una servilleta para que mantuviera el calor. Ahora ya estaría fría, pero al menos serviría para calmar el malestar del omega y que pudiese dormir y encontrarse descansado por la mañana.

-De acuerdo -suspiró Vil en tono vencido.

Leona se levantó y le acercó la taza, cuyo contenido el príncipe bebió poco a poco. Después, el moreno se acomodó de nuevo junto a él y le abrazó por detrás, apoyando la cabeza en su hombro. Leona ya había reparado en que Vil se relajaba entre sus brazos, y parecía estar funcionando en esos momentos también, ya que la respiración del chico se ralentizó tanto que el mayor llegó a creer que se había quedado dormido.

-¿En qué piensas? -preguntó Leona al verle mirando al vacío.

-Quiero hablar con mis padres.

-¿Ahora?

-Ahora.

-Vil, es plena noche, tus padres estarán ya acostados -trató de hacerle entrar en razón el alfa.

-Si no hablo con ellos, no creo que vaya a ser capaz de dormir -replicó el menor-. ¿Acaso quieres acompañarme?

-Ni muerto, ya lo sabes.

-En ese caso -Vil se liberó del agarre de su marido y se puso en pie mientras se arreglaba la bata de seda que llegaba hasta el suelo-, como me encuentro mucho mejor, me voy.

-¿Tengo que esperarte despierto?

-Un buen esposo lo haría.

-Eres insufrible -bufó Leona, levantándose para besarle con intensidad antes de que se fuera-. Un beso de buena suerte.

***

Con una pequeña lámpara en una mano, el príncipe llamó a la puerta de los aposentos de sus padres. Era tarde, por lo que lo más probable era que estuviesen ya durmiendo. No quería molestarles, sabía mejor que nadie que trabajaban muy duro y se merecían descansar, pero no sentía que fuera a ser capaz de pegar ojo tranquilamente hasta que se sincerase con ellos. Tendría que hacerlo tarde o temprano al fin y al cabo, un embarazo no era algo que pudiese ocultarse toda la vida, y tampoco era algo que quisiese hacer.

Al no recibir respuesta del interior, abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido y avanzó hasta la cama, donde dormían Eric y Noel. De pequeño, había hecho este mismo recorrido montones de veces. Cuando no conseguía dormir solo solía ir hasta la habitación de los reyes y colarse en la cama con ellos o incluso despertarlos para que le contasen una historia para dormir o le cantasen una nana. Noel siempre había sido el mejor en cantarle nanas que se llevaban todas las pesadillas.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Where stories live. Discover now