Capítulo 5. No quiero

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Leona despertó al recibir el golpe de un cojín. Gruñó con molestia, pero aun así abrió los ojos. Entonces, recibió un nuevo golpe con un cojín, posiblemente el mismo de la primera vez. En esta ocasión, gruñó más fuerte y se irguió para sentarse. Vil estaba frente a él, todavía con el moño despeinado y la bata que se había puesto durante la noche. Sujetaba el cojín en una mano, y parecía dispuesto a asestar un tercer golpe si el alfa no se levantaba de la cama.

-Vamos, ¿piensas levantarte un día de estos o qué? -bufó el rubio-. Tenemos que desayunar con mis padres y, conociendo a los tuyos, seguramente con ellos también.

-¿Piensas hacer esto todas las mañanas? -preguntó el moreno, conteniendo un bostezo.

-Solo cuando tengamos que fingir ser un matrimonio de verdad. Venga, arriba o te vuelvo a pegar con el cojín.

-¿Por qué tienes tantas ganas de empezar este maldito día? -inquirió Leona, abandonando el calor de la cama para empezar a prepararse.

-No tengo ninguna gana, pero hay muchas cosas que hacer y quedarme durmiendo no solucionará ninguna -replicó Vil, abriendo la puerta del guardarropa para buscar algo con lo que vestirse-. Los sirvientes trajeron ayer algunas cosas para ti, así que cámbiate. Terminarán de traerlo todo mientras estemos fuera.

-Oh, sí, en la luna de miel. Qué emoción, no quepo en mí de gozo.

-Esto me hace tan poca gracia como a ti, así que abstente de hacer comentarios. En esta habitación hay cosas mucho más peligrosas que ese cojín y yo tengo muy poca paciencia.

El león prefirió no contestar. A él le daba igual todo este asunto, pero ya había podido comprobar que el omega estaba pasando por un momento muy difícil y no le apetecía empeorarlo.

Lo que no esperaba era que fuera a pasar más de una hora hasta que Vil estuviese listo, no entendía por qué tenía que maquillarse para bajar a desayunar con sus padres, Leona nunca se maquillaba a menos que fuera obligatorio, lo consideraba un pasatiempo de omegas. Aunque debía admitir que el primer omega al que había visto sin maquillar había sido Noel, el consorte del rey Eric. Hasta entonces, siempre había pensado que a los omegas solo les importaban la ropa, el maquillaje y las joyas. Vil era así, su padre no. Esa dualidad desconcertaba un poco al felino, y le hacía dudar de todos los conocimientos que le habían transmitido en su tierra sobre los omegas. Después de todo, a lo mejor no eran tan diferentes de los alfas y los betas como le habían inculcado, quizá eran diferentes del mismo modo que una persona era distinta de otra. A pesar de que este omega estuviera sentado cerca de cuarenta y cinco minutos frente a su tocador.

Cuando llegaron al salón del desayuno, los reyes de Pyroxene ya se encontraban allí. Nada más verlos, el menor se acercó a ellos y besó a cada uno en la mejilla. Después, tomó asiento al lado de Noel. La mesa era relativamente larga, con tres sillas a un lado y otras tres al otro. La familia real de Pyroxene ocupaba un lado completo, por lo que Leona decidió tomar asiento frente a Vil. La disposición de las sillas confirmaba que sus padres acudirían más adelante, y prefería ahorrar al chico tener que aguantar la mirada inquisitiva de uno de sus progenitores mientras comía. El día ya iba a ser bastante complicado de por sí, no quería hacérselo más difícil.

Noel y su hijo no tardaron demasiado en iniciar una conversación. En un intento por no inmiscuirse en la vida de su futuro esposo más de lo necesario, optó por hacer oídos sordos y concentrarse en su plato.

-Tómate la pastilla que te he dejado bajo la servilleta antes de que lleguen -susurró Noel al oído de Vil, pero Leona pudo escucharle de cualquier manera-. Si ven que te he dado un anticonceptivo, son capaces de ponernos aranceles comerciales.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Where stories live. Discover now