Capítulo 19. Historias de amor

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Vil se retorció al sentir unas uñas recorrerle el brazo. No quería despertar todavía. Se movió, alejándose y hundiendo la cara en la almohada con un gruñido. Esto se parecía a las mañanas en las que Rook acudía a despertarle después de haberse pasado la noche entera leyendo, salvo porque la razón por la que estaba tan cansado era otra.

De hecho, ni siquiera recordaba haberse quedado dormido. Leona y él se habían dado un baño juntos mientras Ruggie cambiaba las sábanas, pero no se acordaba de qué había sucedido luego. Lo más probable era que hubiese caído dormido en cuanto regresó a la cama, al fin y al cabo, no estaba acostumbrado a someter a su cuerpo a semejante esfuerzo y estaba completamente exhausto. Sin embargo, había alguien que no parecía querer dejarle descansar para recuperar fuerzas.

-Leona, déjame -bufó Vil contra la almohada-. ¿No eres tú el que siempre está durmiendo?

A modo de respuesta, el león hundió los dientes en la parte de atrás del cuello del rubio, justo donde se encontraba la marca de su unión. Vil se sobresaltó, soltando un chillido e irguiéndose de golpe. Llevó la mano a su cuello, y podía jurar que su corazón estaba palpitando ahí mismo y no en su pecho.

-¡¿Qué demonios ha sido eso?!

-Hay historias que dicen que los omegas os volvéis más sensitivos en esa zona tras haberos unido a un alfa. Me apetecía probar.

-No vuelvas a hacer eso nunca. Es muy desagradable. -El moreno esbozó una de sus características sonrisas-. No hagas eso, ha sido desagradable de verdad, como meter el dedo en una herida abierta.

-Como sea, levántate, quiero enseñarte algo antes de que anochezca -dijo Leona, saliendo de la cama y caminando hacia el armario-. Y deberíamos vestirnos.

-¿Cuándo se han cambiado las tornas entre nosotros? -rio el príncipe, poniéndose en pie y siguiendo a su esposo-. Bonita espalda, por cierto.

-Una obra de arte, ¿verdad? Para que luego me llames gato a mí.

-Es que eres un gato, mis uñas son simplemente más afiladas -replicó Vil, encogiéndose de hombros e imitando la sonrisa del mayor.

Para cuando terminaron de vestirse y Vil de cepillarse el pelo y recogérselo en una sencilla trenza, ya podía verse en el cielo que el atardecer estaba próximo. Habían dormido durante gran parte de la tarde por lo que parecía.

Para su sorpresa, aunque todavía notaba el cuerpo pesado, el rubio no tenía dificultades para andar y no le temblaban las piernas. Por experiencias que había oído de otros omegas, había supuesto que el efecto de una sesión de sexo tan intensa como la que habían tenido él y Leona sería mucho peor. Era cierto que tenía algunas molestias en la cadera, en especial si hacía ciertos movimientos, pero no era nada insoportable o que le impidiera hacer vida normal. O su cuerpo era más resistente de lo habitual o alguien había estado exagerando sus historias todo este tiempo.

El sitio al que Leona quería llevarle era la biblioteca, y Vil en seguida supo el motivo, le había traído para que viera el tulipán. Se sentía tan avergonzado. A esa edad ni siquiera había sabido el significado de la flor, pero ahora lo hacía y no podía evitar ruborizarse. Darle un tulipán rojo a alguien era prácticamente una declaración de amor. Nunca se le habría ocurrido hacer algo así si hubiera sido consciente de lo que implicaba, ni aun teniendo en cuenta que se lo había entregado a su pareja destinada, seguía resultando embarazoso.

El alfa caminó hacia la estantería donde guardaba los libros de ficción y se agachó para coger un tomo de apariencia vieja y con el lomo desgastado. El rubio nunca se había detenido demasiado tiempo en esa zona del estante, la mayoría de los libros que había ahí se caían a pedazos y había preferido no arriesgarse a destrozarlos más de lo que ya estaban. Si lo pensaba bien, tenía sentido que todos los libros almacenados en esa parte estuvieran en tan mal estado, la balda tenía la altura perfecta para que un niño los alcanzase sin problemas.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora