Capítulo 6. La luna de miel

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El viaje hasta el estado de la playa se realizó en el más absoluto e incómodo de los silencios, aunque ni Leona ni Vil hicieron el más mínimo intento por romperlo y entablar una conversación. Leona, principalmente, porque durmió durante la mayor parte del trayecto, y Vil porque tenía mejores cosas que hacer, como, por ejemplo, mirar el paisaje por la ventana del carruaje.

Para el rubio, esos serían unos días muy difíciles, no solo porque su única compañía sería el felino, sino porque no estaba acostumbrado a pasar tanto tiempo lejos de casa y de sus padres. Por supuesto, había hecho viajes con anterioridad, pero Eric y Noel lo habían acompañado casi todas las veces, así que estar más de una semana sin verles ni saber de ellos no le iba a resultar nada sencillo. No es que fuera dependiente, pero estaba muy unido a ellos y le costaba alejarse, en especial en unos momentos tan difíciles para él.

Solo esperaba que la dichosa luna de miel se pasara rápido para poder regresar a casa y continuar tanto con sus deberes reales como con sus investigaciones privadas. Al menos, pensó, tendría la oportunidad de revisar la biblioteca del estado de la playa, quizá la suerte le sonreía y conseguía hallar un libro que le resultase de utilidad.

Cuando llegaron, ya estaba atardeciendo. No había muchos sirvientes allí, alrededor de media docena, pero ya les habían preparado la habitación y les habían cocinado una cena ligera para que pudiesen cenar nada más bajar del carruaje. Así lo hicieron, mientras un par de sirvientes se encargaban de subir el poco equipaje que habían traído, apenas un poco de ropa que pudiesen necesitar.

El silencio del viaje se prolongó durante la cena, aunque Vil tuvo que morderse la lengua más de una vez a causa del comportamiento de Leona para con las verduras y, en resumen, cualquier cosa que estuviese en su plato y no fuese carne. En otras circunstancias le habría llamado la atención sin dudarlo un segundo, los modales a la mesa eran de vital importancia entre la aristocracia y, sobre todo, entre la realeza, el alfa estaba dando una imagen deplorable en esos momentos.

Sin embargo, estaba cansado, del trayecto, de los últimos días de su vida, y de todo en general. Así que no le apetecía discutir, ahora no. Ya discutirían otro día, cuando el león demostrase de nuevo que no sabía mantener una alimentación equilibrada o cuando volviese a vestirse con lo primero que hubiese en el armario sin molestarse en comprobar que la ropa conjuntase o si era apropiada para el contexto. Iba a pasar, lo de la ropa había sucedido esa misma mañana antes de partir, el príncipe tuvo que hacer su mejor esfuerzo para no lanzarle una de sus brochas de maquillaje.

Tras la cena, los dos se retiraron al dormitorio. No era tan grande como el del palacio, pero al menos la cama era lo suficientemente espaciosa para ambos. El moreno se dejó caer sobre ella para seguir durmiendo. Vil no entendía cómo era capaz de dormir durante tantísimas horas, en especial cuando podría dedicar todo ese tiempo a hacer algo mucho más valioso como, por ejemplo, aportar algo a la sociedad. Pero, una vez más, no quería empezar una discusión.

Por ello, abrió el armario y se cambió de ropa. Se puso una fina túnica de manga larga que cubría hasta la mitad del muslo. Normalmente adoraba sus piernas, tan finas y esbeltas, pero en esos momentos no demasiado. La túnica dejaba al descubierto las marcas de mordiscos que permanecían de la noche antes de la boda, una vista que el chico no soportaba pero con la que tendría que convivir un poco más. Intentando no pensar en eso, se puso un calzado cómodo y abierto, y bajó a la playa.

Era tarde, pero la playa era pequeña y privada, así que no tenía nada de lo que preocuparse. Apenas había arena, tan solo en entre los metros que había entre los dos montones de rocas que flanqueaban el sitio. Se quitó los zapatos, dejándolos sobre la arena, y caminó sobre las rocas hasta que llegó a una que le pareció lo bastante buena, se sentó sobre ella, y metió los pies en el mar. Ya había oscurecido y corría una brisa agradable que le mecía la trenza que descansaba sobre su hombro. Era muy agradable. Por primera vez en la última semana, Vil sentía que podía respirar de verdad.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Where stories live. Discover now