Capítulo 7. Vuelta a casa

134 17 3
                                    

Vil y Leona no hablaron mucho durante el resto de su luna de miel. El menor pasó la mayor parte del tiempo leyendo, ya fuera en la biblioteca o en el jardín bajo un árbol, y relajándose en la playa. Cuando comieron juntos, lo hicieron en silencio. El león trató de entablar conversación en varias ocasiones, pero no obtuvo ninguna respuesta por parte del rubio, que no parecía estar dispuesto a volver a dirigirle la palabra en lo que le quedaba de vida.

Vil era consciente de que no estaba adoptando una actitud madura, pero sabía que perdería los estribos tarde o temprano si cedía a alguno de los acercamientos del moreno. La noche en que se conocieron lo único que hicieron fue discutir, y una de las pocas veces que habían hablado en el viaje había terminado también en discusión, así que no se perdía absolutamente nada.

Y de ese modo, llegó el día de regresar al palacio real, lo que significaba que Vil y Leona permanecerían juntos en el mismo carruaje durante muchas horas. Igual que durante la ida, el mayor durmió casi todo el tiempo, mientras que el menor admiraba el paisaje con la mirada perdida. El problema surgió cuando, ya cerca de su destino, el felino despertó.

-¿Tienes pensado dirigirme la palabra de nuevo en algún momento? -inquirió el alfa, alzando una ceja-. Porque mucho decirme a mí que no me comporto de acuerdo a mi estatus, pero tu actitud estos días está siendo la de un niño pequeño con un berrinche.

-¿Para qué quieres que hablemos? ¿Tantas ganas tienes de iniciar una discusión? -cuestionó Vil, fulminando a Leona con la mirada-. No tenemos que fingir que nos llevamos bien, podemos ignorarnos mutuamente cuando no estemos en público.

-¿Por qué estás empeñado en hacer esto más difícil de lo que ya es? No querías casarte conmigo. Vale, genial. Sorpresa para nadie, yo tampoco quería casarme contigo, pero al menos no monto una pataleta porque las cosas no han salido como a mí me gustaría.

-No estoy montando ninguna pataleta -replicó el príncipe-. Siento mucho que te moleste mi actitud, es que, por si no te has dado cuenta, ¡mi vida se ha ido a la mierda por tu culpa!

-¿Qué culpa tengo yo de que seamos compañeros destinados?

-¡No somos compañeros destinados!

-Muy bien, ¿sabes qué? -comentó el león, cruzándose de brazos-. Vas por ahí creyéndote muy importante, mirando a todo el mundo por encima del hombro y arreglándote mucho. Pero no importa cuánto finjas, eres un niñato y un inmaduro que no puede soportar no tener el control de cada puta mierda que pasa en su vida.

-¡¿Disculpa?!

-Oh, ¿la purpurina no te deja oír? -preguntó Leona, poniendo cara de puchero-. He dicho que eres un niñato y un inmaduro de mierda obsesionado con el control.

-¿Lo de la purpurina va en serio?

-¿En serio es eso con lo que te vas a quedar?

-Bueno, es la primera vez que me dicen algo así -contestó Vil, un poco sonrojado por el enfado pero también por la vergüenza-. ¡Y yo no uso purpurina! Eres un imbécil.

Leona bufó.

-¿Algo que añadir, gato?

-Oh, no, su majestad, ¿cómo podría un humilde siervo como yo deciros algo? -se burló el felino.

-Lo único que haces comportándote así es demostrar que, primero, el inmaduro eres tú y no yo, y que, segundo, efectivamente eres un imbécil -concluyó el príncipe.

-Al menos yo intento hacer esta situación de mierda un poco más fácil, mientras que tú solo sientes lástima por ti mismo y empiezas discusiones por cualquier tontería porque estás frustrado y no sabes hacia quién dirigir tu ira. El malo en esta historia no soy yo, Vil.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Where stories live. Discover now