Capítulo 10. Gentileza

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Vil despertó sintiendo un cuerpo junto al suyo. Abrió los ojos, pero en seguida volvió a cerrarlos y se acurrucó, pegando más la espalda al pecho de Leona. La calidez del cuerpo contrario era muy agradable, no podía negarlo. Era la primera vez en toda su vida que amanecía en los brazos de otra persona (salvo, por supuesto, cuando era pequeño y dormía con sus padres, que en ocasiones despertaba siendo abrazado por Eric o por Noel, dependiendo del día), y no le disgustaba la sensación. Incluso si sabía que la relación que tenían era mentira, que todo lo que existía entre ellos era falso, le reconfortaba la calidez que desprendía su cuerpo, le daba la sensación de que era amado por alguien, de que había otra persona más allá de su familia que quería protegerle del mal.

Él no necesitaba que nadie le defendiese, pero le gustaba la idea de tener a alguien que le cuidara, no le importaba si era una ilusión fabricada por su mente. Y, al fin y al cabo, el león sí que le había defendido. Había atrapado al hombre que lo atacó, y se había asegurado de que nada le pasaba durante la noche. A lo mejor podría aprender a confiar en Leona, a depender de él, y a cambio podría despertar todas las mañanas con su brazo alrededor de su cintura de forma protectora y su aliento en su cuello.

A lo mejor.

-Sé que estás despierto -susurró el moreno-. He notado tu cambio de respiración.

-Si estás despierto y sabes que estoy despierto -murmuró de vuelta el rubio-, muévete.

-No me apetece, eres ridículamente cómodo. Además, anoche temblabas como un gatito recién nacido, no soy tan frío como para abandonarte -añadió Leona en tono bromista.

-Oye, yo no temblaba.

Vil se escapó del agarre del mayor y se sentó, claramente molesto por el comentario. Sin embargo, el león volvió a rodearlo con los brazos, esta vez apresando también sus brazos en el proceso, y se dejó caer de nuevo sobre el colchón. El rubio ahogó un bufido contra el pecho del alfa, ahora sí que no sería capaz de moverse a menos que Leona le soltara. Sus brazos eran fuertes, mucho más fuertes que los suyos, no era rival para ellos.

Se sorprendió al darse cuenta de que una parte de él se sentía aliviado por eso, no pensaba que habría un lado de él que no quisiese resistirse a los acercamientos del felino. Tal vez se debía a que eran una pareja destinada o por su vínculo, o quizá porque el príncipe sentía gratitud por lo que había sucedido la noche anterior, no tenía forma de saberlo.

-No puedo levantarme si no me sueltas -protestó Vil, su voz contra el torso del león, solo cubierto con una fina camisa de noche.

-El médico te dijo que tenías que reposar, así que no te vas a mover de esta cama en los próximos días.

-¿Y tú también tienes que guardar reposo?

-Por solidaridad a mi esposo.

-Sí, claro, soy tu esposo cuando te conviene -bufó el menor.

-Para mi desgracia, eres mi esposo incluso cuando desearía que no lo fueras.

Al menos, el sentimiento era mutuo.

-Gracias por lo de ayer. Lo digo en serio.

-Ya me diste las gracias ayer, no es necesario que me las vuelvas a dar -replicó Leona-. Se lo dije a tus padres y te lo repito, nos guste o no, eres mi responsabilidad.

-Lo sé, pero quiero hacerlo. -Vil se revolvió para que Leona le soltara, y así lo hizo, permitiéndole escapar de su abrazo y que tomase asiento en la cama mientras el moreno permanecía tumbado-. Me salvaste la vida y me tranquilizaste con tus feromonas. Odio cuando los alfas utilizan sus feromonas en mí, pero las tuyas no fueron invasivas, se sintieron bien, no habría sido capaz de tranquilizarme sin ellas. Sé que lo hiciste también para ayudarme a dormir, gracias por ello.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora