Capítulo 13. Celo y cosas que pasaron después

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Un par de días más tarde, Vil despertó sintiendo muchísimo calor. Todo el cuerpo le ardía, le costaba respirar, y el mero roce de la tela de su bata con sus pezones resultaba desesperante.

Se giró hacia Leona, que todavía dormía junto a él. El alfa se había estado tomando inhibidores por las noches después de cenar para evitar ser afectado por las feromonas del omega cuando le llegase el celo, así que no debería haber ninguna complicación. El rubio le empujó con las pocas fuerzas que tenía para despertarlo, tuvo que hacerlo varias veces hasta que el felino abrió los ojos.

-¿Qué pasa? -preguntó con la voz adormilada.

-Ya está aquí. Necesito que te vayas. Por favor.

-¿El celo? -Vil asintió-. ¿Seguro que no quieres que me encargue yo? Será más rápido.

-¡Márchate!

Leona alzó los brazos como signo de rendición mientras se levantaba de la cama. En unos pocos minutos salió de la habitación, dejando al príncipe a solas. Lo primero que hizo Vil fue abrirse la bata para que sus pezones dejasen de doler. Se llevó la mano a su entrepierna, que ya comenzaba a endurecerse bajo la ropa interior, y gimió.

No parecía que fuese a ser un celo tan intenso como los que tendría si no tomase inhibidores, pero sí que prometía ser más potente de lo habitual. En realidad, no le sorprendía, se había preparado para ello después de que Noel le contara que el primer celo tras la unión solía ser bastante fuerte.

Como pudo, Vil se estiró para abrir el cajón de la mesilla de noche y sacar la bolsa que Ruggie le había traído esa misma semana. Dentro tenía dos juguetes que utilizaba a menudo cuando tenía el celo.

Rápidamente, se quitó la ropa interior y la dejó olvidada sobre el colchón. En cuanto introdujo los dedos para preparar su entrada, se dio cuenta de que estaba empapado, y no pudo contener los suspiros de placer. No acostumbraba a dejarse llevar por sus instintos, así que el celo siempre sacaba su lado más animal. El calor no le dejaba pensar, solo le dejaba sentir.

Con cuidado, metió el primero de los juguetes, unas cuentas anales de tamaño considerable. Una vez estuvieron todas dentro, llevo una de sus manos a su entrepierna y comenzó a masturbarse. Si le preguntasen cuánto tiempo pasó de esa forma, metiendo y sacando las cuentas anales mientras se llevaba a sí mismo al orgasmo una y otra vez, no sabría responder.

El celo nublaba absolutamente todos sus sentidos menos el del tacto, era una sensación abrumadora a la que nunca conseguiría acostumbrarse. Esa necesidad primaria de sentirse lleno era algo que escapaba por completo a su lógica, y no le gustaba. Se sentía débil durante el celo, el celo le hacía sentirse débil porque no se reconocía a sí mismo y no le gustaba, no le gustaba sentirse frágil y necesitado, contradecía todo en lo que creía.

Y aun así, la fricción de las bolas contra su entrada y la presión de sus manos en su miembro eran todo en lo que podía pensar en esos momentos.

Al cabo de un rato, tuvo que detenerse, más por la necesidad de recobrar el aliento que porque estuviese satisfecho. Sabía que tardaría varias horas en sentirse satisfecho.

Agarró el segundo juguete, un dildo, y se lo introdujo de golpe, lo que le hizo ahogar un gemido. Odiaba que eso le gustase, que le penetrasen con fuerza, sin miramientos, sin que lo trataran como a una delicada muñeca que podría romperse.

Por un momento, se preguntó si así era como había sido con Leona, y se lamentó por no ser capaz de recordar esa noche. Cerró los ojos e imaginó que era el león quien recorría su cuerpo con manos sudorosas y le embestía, no tenía razón para pensar en él, la imagen se formó sola en su cabeza y carecía de la energía o la concentración requeridas para apartarla, así que se dejó llevar por su imaginación. Probablemente gimió su nombre en algún momento, no podía saberlo, pero prefería no hacerlo.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora