Capítulo 25. Él es mi casa

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El olor era tan fuerte que Leona se mareaba. A lo largo del día, el aroma de las feromonas de Vil se había incrementado pero, aun así, localizar su origen había resultado harto complicado. Era como si algo estuviese impidiendo que le encontrase, como si estuviese encerrado en un lugar recóndito dentro de palacio.

Se recorrió el castillo de arriba a abajo durante horas seguido de Jack y Ruggie hasta que fue capaz de seguir el rastro, el cual le llevó al despacho de Crowley, el ministro de asuntos exteriores de la Tierra de Pyroxene. Era demasiado sospechoso, así que el león ordenó a Ruggie que fuese a avisar a los monarcas mientras él y Jack se adentraban en el despacho.

El interior del cuarto estaba vacío, pero el olor de las feromonas de Vil era mucho más intenso que en el pasillo. Los dos alfas no tardaron demasiado en concluir que tenía que haber una puerta secreta por alguna parte, y no dejaron de tocar y mover cosas hasta que, al tocar un gran retrato del rey Eric en el día de su coronación, este pareció tambalearse. Leona probó a dar golpes suaves con el puño en varias zonas del cuadro, sonaba hueco. El lobo tiró del cuadro para moverlo, detrás había un agujero completamente a oscuras y donde el aroma de Vil era incluso más potente que antes. Esa debía ser la puerta a la sala donde el príncipe se hallaba encerrado.

Caminaron por el oscuro pasillo, cuyo olor natural a humedad se mezclaba con el de la belladona. El felino se había dado cuenta de que el aroma de las feromonas ya no le mareaba tanto, y tenía la sensación de que había comenzado a suavizarse poco a poco, quizá porque Vil se había visto obligado a dejar de expandirlas. Leona tenía un mal presentimiento que se cumplió en cuanto empezaron a oír voces.

-¿N-No decía que no se quería manchar las manos?

La voz de Vil, aunque no sonaba como siempre, sino grave y rasposa. Era como si su garganta estuviese totalmente seca.

-Cállate. Es una pena que no me sienta demasiado generoso ahora mismo y no me apetezca terminar con tu sufrimiento tan rápido. ¿Cuánto crees que podrías aguantar así?

Leona recordaba haber escuchado la otra voz en alguna ocasión, pero era incapaz de reconocer al dueño. Nunca había prestado demasiada atención a las personas de su alrededor, lo que ahora se mostraba como una obvia desventaja. Pese a ello, estaba bastante seguro de que pertenecía a Crowley, todas las pruebas apuntaban a él al fin y al cabo.

Entonces, llegaron a una puerta. Era vieja, poco resistente. Sin molestarse en confirmar con Jack, el moreno la derribó de una patada y se adentró en la habitación. Era pequeña y estaba mal iluminada, no había ni una sola ventana. Y además, cada rincón estaba empapado del olor a belladona.

Al verles entrar, el hombre que estaba sujetando a Vil del cuello lo soltó y retrocedió asustado. Tenía razón, el ministro de asuntos exteriores era el culpable. En cuanto a su esposo, debía admitir que tenía un aspecto terrible.

-He venido a por ti.

-Ya era hora... -le recriminó Vil después de toser para aclarar su garganta, ni siquiera con la voz áspera, cara de no haber dormido y atado a una silla se veía perjudicado su ego.

-Estás consiguiendo que me replantee mis prioridades -replicó Leona, yendo hacia él-. Jack, no le dejes escapar.

El rubio pronto notó las garras del alfa cortar las cuerdas y liberar sus extremidades mientras Jack se abalanzaba sobre Crowley y forcejeaba con él para someterle. No le preocupaba, conocía y confiaba en la fuerza del canino. Así que se limitó a masajearse las muñecas, que tenían algunas rozaduras, con alivio. El león se inclinó para observarle mejor, y Vil pudo sentir su ira crecer cuando comprobó que Crowley había dejado las marcas de sus dedos en su pálido cuello.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Where stories live. Discover now