Capítulo III

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Se metió una patata frita en la boca, la que masticó con lentitud, mientras sus ojos se perdían en el brillo de la pantalla del portátil. Su vaga luz y la lamparita de noche, daban una iluminación triste a la habitación, pero era suficiente para apreciar la fealdad que Oliver portaba en su rostro.

Mientras ingresaba la contraseña de su cuenta privada de Facebook con una mano, tomó un puñado de patatas y se las metió en la boca.

Varias publicaciones le dieron la bienvenida, arrinconando su perfil a un lado de la pantalla, que tenía como imagen, una pluma blanca que caía delicadamente sobre el agua, creando tres círculos, del más grande al más pequeño.

Una imagen que había permanecido por dos años, desde que se había creado una cuenta y que no tenía la intención de modificar.

Era una cuenta vacía. Sin amigos. Sin publicaciones. Sin ningún tipo de información. Nada.

Aunque, su intención al ingresar al Facebook nunca fuera la de encontrar amigos virtuales ni cualquier cosa que se asemejase.

Al contrario que su perfil, su página estaba viva, visitada por un grande público. Una página que había titulado "Apenas yo", donde compartía frases que cargaban con su dolor.

Abrió el hilo de comentarios de su última publicación; la imagen sin colores de un niño llorando, encogido en un rincón y la mano de un adulto alzada que amenazaba golpearle.

Corazones rotos, emojis llorando, etiquetas, reclamos, odio, y entre esos sentimientos estaban los mensajes profundos. Partes de aquellas personas. Palabras que de algún modo parecían remover en su interior, provocándole temblores que no lograba controlar.

Se cubrió la mejilla con la mano. Cerró los ojos. El dolor parecía desaparecer, pero no era más que un espejismo, pues este nunca le había abandonado.

No te sentencies al silencio. No permitas que las personas te agredan y mucho menos que te hagan sentir que deberías estar muerto.

Plasmó esas palabras sobre la imagen de una mujer de perfil que miraba por la ventana con profunda tristeza, con una lágrima presente en su mejilla izquierda, y grabó la firma de la página en una esquina de la imagen.

Apenas yo.

Tras breves minutos de haber publicado su última edición, una notificación se encendió en el buzón de mensajes de la página.

Cat Beaumont era el nombre de su remitente.

¡Absolutamente de acuerdo! ¡Muchas gracias por compartirnos tus frases! ¡Me encanta tu página!

En compañía de aquellas palabras, venía anexada su última publicación y varios emojis de aplausos y ojos conmovidos.

Gracias.

Eso fue todo lo que se le ocurrió escribir y enviar.

Apenas una palabra cargada de hipocresía.

Cat era una persona de entre el extenso público de la página a la que le gustaba dejar su opinión, aunque no siempre lo hacía por privado.

Oliver, descargó una imagen acorde con lo que pretendía escribir y gravó un nuevo mensaje.

Todas las personas que han hecho bullying, merecen ser castigadas.

Al cabo de unos diez minutos un nuevo mensaje le llegó a la página.

¡Tienes toda la razón!

A ese mensaje venía anexado su última publicación.

Cada palabra se convirtió, en su cabeza, en cientos de golpes. De llantos. De ruegos. Ahogados por las risas. Palabras cargadas de odio.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora