Capítulo XXI

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—Oliver, no pienso dejarte solo. —Abby trató separarse para mirarle al rostro, pero Oliver la apretaba con todas sus fuerzas, casi cortándole la respiración —Oliver, quiero hablarte mirándote a los ojos, porque necesito que aceptes que soy real.

¿Y sí al soltarla su imagen se desvanecía? Esa posibilidad, degolló el corazón de Oliver e hizo que los brazos se le pusieran rígidos alrededor de Abby.

—Oliver, no se puede abrazar a alguien que no existe — le habló con dulzura, acariciándole el cabello con los dedos — Yo existo, y en verdad te quiero. Aunque nadie más te quiera, créeme, yo te quiero. Eres importante para mí y quiero ayudarte a ser feliz.

Sus palabras eran como finas agujas que se clavaban en el corazón de Oliver. Eran dolorosas, pero no le hacían sangrar, porque aquellas agujas cerraban las tantas heridas que tenía.

Oliver arrastró las manos por su espalda. Sentía el tacto de su camisa polar y los bultos de su columna vertebral. Sus dedos no la atravesaban. Era real. Así que, confió y decidió alejarse apenas lo suficiente para que ella le mirara.

—Te quiero, Oliver.

Aquellas palabras provocaron una explosión en su interior. Nunca antes nadie le había dicho algo semejante.

—Te quiero, Oliver. Te quiero mucho y quiero estar siempre para ti. Quiero verte seguir adelante, y que un día me digas que eres feliz. No quiero ninguna palabra de gratitud —cerró los ojos por un momento, mientras trazaba una dulce sonrisa —Ni tampoco quiero que pienses que me debes algo. Solo aceptaré tu felicidad como prueba de gratitud.

Oliver tuvo la impresión de que Abby se alejaría, por lo que la retuvo con más fuerza.

—Si tienes miedo puedo abrazarte hasta que te sientas agobiado —lo estrechó sin dudarlo.

—Nunca me agobiaría —confesó sin titubear, hablando más claro que las anteriores ocasiones.

Abby se guardó un suspiro largo, mientras se dejaba consumir por aquel momento.

Entonces, un sonido molesto surgió en el ambiente, sobreponiéndose a la canción que se reproducía, y Oliver respingó y se fijó con cierto temor, en la sombra que se mecía tras las cortinas plegables de la puerta del local.

—Espera aquí —le pidió Abby con dulzura.

Pero Oliver fue incapaz de soltarla.

—No quiero ir al hospital —negó con la cabeza varias veces, como un niño temeroso.

—Pero, Oliver...

—Por favor.

Abby miró de nuevo en dirección a la puerta tras escuchar el sonido del timbre. Curvó los labios, meditando respecto a qué decisión debería tomar. Estaba preocupada por Oliver, pero tampoco quería molestarle, y sabía que cruzarse con las personas, para él era un tormento.

—Está bien, —aceptó, posando una mano sobre la suya — pero con la condición de que trates de comer adecuadamente.

—Sí —asintió de inmediato, aliviado de haber logrado convencerla.

—Entonces deja que hable con el personal de la ambulancia. Será tan solo un momento.

Cedió a soltarla, porque no quería dar la cara y que aquellas personas desconfiaran de que algo en él estaba mal y que insistieran en llevárselo al hospital.

Alejado de la puerta, prestó toda su atención a la conversación entre Abby y un hombre de unos cuarenta años que tenía dos entradas severas en el cabello.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora