Capítulo XLIV

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Oliver despertó con un dolor en el pecho, mareado y con el cuerpo tan magullado como si le hubieran dado una paliza. En sueños había testificado una vez más la muerte de su tía. Le costaba creer que ya no volvería a verla nunca más. Y también pensó en su padre, el que había aparecido después, le abrazó y le dijo que lamentaba el fallecimiento. No sabía si en verdad lo sentía así, pero Oliver estaba tan abatido que no pensó en ello, apenas asintió y tocó la espalda de su padre con una mano sin llegar a darle un abrazo. En verdad ya no existía rencor, pero seguía siendo un extraño.

Tratando de quitarse la horrible escena de su final de la cabeza, deambuló con la mirada por la habitación de Abby hasta que se deparó con el felino durmiendo a los pies de la cama. Se sentó y se quedó simplemente mirándolo. Había dormido ocho horas, pero seguía sintiéndose muy cansado, como si hubiera pasado la noche en vela. Cosa que realmente habría sucedido si Abby no le hubiera dado una pastilla.

—Buenos días —Abby entró en la habitación transportando una bandeja con dos ricos croissants calentitos con mantequilla y queso, y dos vasos de leche con chocolate.

El ambiente se llenó de inmediato del rico aroma del pan dulce, pero Oliver no tenía apetito, solo quería quedarse todo el día tirado en la cama, aunque eso supusiera rememorar aquella tragedia.

—Todavía no comí porque quería hacerlo contigo. —tras dejar la bandeja sobre la cama, tomó su mano y se la apretó suavemente, mirándole con cariño —Sé que no estás bien, pero intenta comer un poco, por favor.

—Lo haré.

Los dos croissant se quedaron por la mitad y apenas bebieron leche. A pesar de que trataba de verse animada, no lo estaba en lo absoluto. Nadie podría estarlo en una situación parecida.

—Abby, ¿sabes cómo está el hermano de Alexa? —tampoco había podido dejar de pensar en él.

—Está bien, sigue en el hospital por precaución, pero mañana le dejarán volver a casa —decírselo hizo que se sintiera más alegre, porque de entre tantas desgracias, aquella era una muy buena noticia.

—Me alegro —a pesar del tono decaído que había empleado, Abby sabía que se alegraba en verdad.

Respecto a Alexa ni siquiera era necesario preguntar. Ambos sabían cuál iba a ser su destino. Como era menor de edad, iría a una de esas prisiones para menores y a los deciocho años estaría fuera.

Oliver no sabía qué sentir por Alexa. El odio y el rencor ya no eran sentimientos que quisiera cargar en el corazón, por lo que prefería apiadarse de ella, aunque tampoco era capaz de desearle lo mejor. Porque era y siempre sería un hecho que había matado a su tía a sangre fría.

—¿Sabes? Margo está en el salón —le comentó Abby sintiendo la necesidad de cambiar de tema, a pesar de que era imposible olvidarlo —Hace un rato que vino porque quiere verte. ¿Quieres verla?

—Sí, está bien —asintió.

Margo había sido muy buena con él, así que no quería decirle que no.

En cuanto Abby abandonó la habitación, él se puso la mascarilla. El día anterior había dejado que su padre y su hermana le vieran la quemadura, e incluso el padre de Alexa se la había visto, pero eso solo sucedió porque no era consciente de ello, y quizás lo habría notado si alguno de los que la testificaron hubiera formado algo mueca de impresión, pero dicha expresión no ocupó el rostro de ninguno, ni siquiera los policías le dirigieron dicho semblante.

—Buenos días, mi niño. —Margo no tardó nada en eliminar la distancia y le dio un abrazo muy apretado —Gracias por dejarme pasar.

—Gracias a ti, Margo —la envolvió también con los brazos, sintiéndose consolado una vez más.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ